Su debut, lanzado en diciembre de 2024, tiene el evocador título de “Creo que soy de Porcelana” (Ternura, 24) y tiene una frescura emparentada con el K-pop juvenil, bandas coetáneas de pop o los primeros Planetas.
Quedo con ellas en una terraza del barrio de Delicias: están grabando en el estudio de Sonido Muchacho maquetas de lo que será su segundo álbum. Elsa (guitarras), Golla (teclados) y Cecilia (bajo) -todas cantan- derrochan entusiasmo.
Apenas se creen haber estado compartiendo escenario con Carolina Durante en Murcia hace unos pocos días. Todo parece ir rápido, pero su banda nació antes de la pandemia. En verano tienen una gira de festivales (Low, Gigante, Morrete Fest…), y más salas hasta diciembre.
En los no tan lejanos tiempos del instituto, Elsa, que tocaba el ukelele, y Cecilia, que escribía sus cosas, se propusieron hacer algo. La inspiración, como siempre pasa, fue ver a otras bandas. “No fue tan fácil -apunta Cecilia-, me llevó meses convencerla, pero al final lo conseguí”. “Yo pensaba que iba a ser una tontería, pero salieron cosas buenas -añade Elsa-. Pensamos: “esto igual marcha", y ahí fue cuando decidimos hacer una banda “oficial”. Como no queríamos ser solo dos, llamamos a Gollita”.
“Tenemos algo que es un arma de doble filo, y es que somos muy perfeccionistas”
Golla (que en realidad se llama Natalia) tenía ciertas tablas con el teclado, pero Cecilia aprendió a tocar el bajo para el grupo, y Elsa tuvo que pasarse a la guitarra. La batería la toca “un duende, una cuarta Petunia encerrada”, es decir, un Mac.
Como a tantas otras bandas emergentes, la pandemia les cortó en seco. No ha sido la única dificultad que han tenido que sortear en estos años de aprendizaje: conciertos de sonido desastroso, técnicos de directo impertinentes, promotores sin escrúpulos… No obstante, a diferencia de tantos otros casos, las chicas han ido superando adversidades y mejorando en su puesta en escena y habilidades instrumentales. Lo dicen con una sonrisa.
En cuanto pudieron, empezaron a dar bolos cada fin de semana. Primero en Madrid, y luego más allá, “Alsa de 8 horas, y autogestionando todo”. Lo hicieron inicialmente con baterías humanos puntuales, pero el ordenador acabaría llenando ese vacío. “Nunca encontramos a nadie que conectara tanto -se sincera Cecilia-. Las tres creamos una conexión muy fuerte muy rápido, y meter a otra persona era romper un equilibrio que ya existía. Tomamos la decisión de que fuéramos las tres”.
Su estrategia de “ser pesadas” (Elsa) dio sus frutos. “Así a lo tonto, la gente nos conoció, y aquí estamos”. Hacia 2022 le dieron unas maquetas a María de Cariño, que decidió trabajar con ellas y ayudarlas. Fue así como conocieron a Hanna, su manager, que “se enamoró del proyecto. Ahí empezó nuestra etapa con Ternura, que ha publicado el disco. Ella nos presentó a Dani Bearoid, que nos grabó el primer EP con el que giramos, y también el LP”.
Describen la grabación de su debut como “un caos”, porque la idea de grabar singles y sacándolos fue creciendo. Al final grabaron ocho canciones en una semana para completarlo. (Cecilia) “Seguimos siendo estudiantes, y entre semana teníamos universidad a horarios dispares. Y luego, el curro. Compagina todo esto con el horario de un productor. Tuvimos que ponernos las pilas, y no sé cómo ha salido tan bien”. Menos mal que las tres son muy metódicas, y completaron unas tablas de Excel muy útiles. (Natalia) “A falta de maquetas, tuvimos una maqueta textual”. Esta metodología tan concienzuda tiene una explicación: “Si no tenemos todo al dedillo, se nos va”.
El título (una frase de una canción) describe bien el disco. (Natalia) “Nos sentíamos así en ese momento. Era un momento vital muy frágil y podíamos explotar en cualquier momento. Y luego vimos en Wikipedia que la porcelana es frágil pero extremadamente dura y resistente. Nos pareció muy gracioso. Es como el disco, súper frágil y a la vez muy resistente”.
“No hacemos punk al uso, es más una actitud ante la vida”
Del álbum destaca el trabajo intensivo que le ponen a melodías de voz y sus letras. (Elsa) “Cuidamos cada palabra. Tenemos algo que es un arma de doble filo, y es que somos muy perfeccionistas. Si hay una palabra que no nos gusta, podemos estar días pensando en cómo hacerlo mejor. Cuando una canción está terminada es que ha habido meses de pensar cómo es la letra, la melodía de voz”.
(Cecilia) “Las letras están cargadas de referencias -a otros grupos y letras que nos gustan, a lugares, a cosas antiguas nuestras- y cada una de ellas muy pensada”. Les tienen que convencer a las tres, pero a la vez son muy respetuosas con el trabajo de las demás. (Elsa) “Eso es así porque le ponemos mucho sentimiento a las letras, son muy sentidas. Aunque ahora colaboramos más. Antes las hacíamos cada una en casa, y las presentábamos”. (Cecilia) “Hay muchas canciones de amor y desamor, y hay que respetar cada historia. Siempre se puede ayudar a mejorar la letra, pero respetamos la historia de cada una y lo que quiere contar. Pero sí, todas están extremadamente pensadas. Ojalá la gente se parase a leerlas mucho para entender todo el universo que hay detrás”.
“Marcelo Criminal” es una versión del rapero Jarfaiter, con letra adaptada por ellas y unas cuantas pullas a su propia escena “indie” de “tíos con bigote que no se duchan y que finjen que leen en el metro, pura pose. Sobre todo, es gente que no nos ha tomado en serio. Es el hípster de la generación Z. Alguien que se quiere hacer el moderno, el guay. Sólo escuchan a sus propios grupos. En el fondo nos estamos riendo de nosotras mismas, a nuestra generación y la escena en que estamos nosotras. También es una crítica a la gentrificación de Madrid, a pagar doce euros por un puto tercio”.
“Nos gusta que nos digan que hemos dado en el clavo con una canción”
“ULTRASUR” está cargada de metáforas que son al mismo tiempo personales y universales. En este caso, dice Natalia, hablan de “un amor incondicional, como los Ultrasur adoran al Real Madrid o los cristianos a Jesús”. Esas “mil referencias” tienen también “mucha ironía en todo. Jugamos mucho con ella. A veces es muy de nicho, porque hablamos de nuestras cosas, pero está guay que la gente pueda entender ciertas cosas. En este caso, porque el amor no deja de ser un puto mandato de estar con una persona”.
Recursos con los que expresan sus cosas, de una manera “que todo el mundo entienda pero sin darlo todo completamente mascado”. (Elsa) “Nos gusta apostar por algo un poco más complejo, pero que al final la gente le dé su propio significado”. Esta mezcla de exigencia y accesibilidad es a fin de cuentas el Santo Grial del pop. (Cecilia) “Yo no consigo conectar con la música llena de metáforas que no entiendo. Me gusta nuestra exigencia, pero que nos digan que han llorado con una canción, que hemos dado en el clavo. No es que estemos a favor de la compraventa de perros en “Si se muere tu perro”, es que hablamos de una persona que cuando se le muere el perro, se compra otro”.
Al final del disco se atreven con la electrónica. (Elsa) “Nunca hemos sabido catalogar nuestra música. No hacemos punk al uso. Es más una actitud ante la vida, porque siempre hemos querido hacer lo que nos dé la gana. Si queremos electrónica, la hacemos. Si queremos pop, lo hacemos. Para el directo es muy divertido”. (Cecilia) “Nosotras hemos empezado con guitarras y bajo de cien euros y ya era una inversión. Yo le tuve que pedir a mí abuela un préstamo para comprarme el bajo”. Elsa zanja la cuestión con una gran verdad: “Hay que saber trabajar con lo que se tiene”.
Las expectativas son “muchas y muy buenas”, dice Cecilia entre risas. (Elsa) “Tenemos mucha suerte, pero hay mucho curro detrás, y eso es muy importante. Tengo plena confianza en que esto vaya a más”. El público que se han ganado es “joven, rebelde y fan. Tenemos un punto guay en cuanto a cercanía, pero otro bastante poco guay”.
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