"Mis canciones son bellas mentiras hechas con materiales de derribo de mi propia vida"
Entrevistas / José Ignacio Lapido

"Mis canciones son bellas mentiras hechas con materiales de derribo de mi propia vida"

Eduardo Tébar — 10-05-2023
Fotografía — Nacho García González

El granadino se muestra en forma en "A primera sangre" (Pentatonia Records,23), su noveno trabajo en solitario. Un álbum que bebe de la herencia musical más profunda de Estados Unidos, pero en el que a la vez brilla su fuerte y nítida impronta autoral

La carrera solista de José Ignacio Lapido se acerca ya al cuarto de siglo. Y no, no se perciben síntomas de sopor o desgaste. El guitarrista y compositor de 091 sigue filosofando sobre las grandes cuestiones de la existencia mediante los rudimentos que ofrecen las idas y venidas del rock and roll. Nadie espera volantazos estilísticos en los discos del granadino, marcados por una fuerte y nítida impronta autoral. Pero debe haber algo diferencial en las canciones de "A primera sangre", el noveno trabajo que firma con su nombre y apellido (contando con el epé Luz de ciudades en llamas), porque la acogida ha sido entusiasta. Muchos lo sitúan como su mejor álbum desde el enorme "Cartografía"(2008).

El disco casi se publica el Viernes de Dolores.
Con tanta música de usar y tirar sonando de fondo por todos lados y a todas horas, cada vez me siento más cerca de la cofradía del silencio.

En términos vitivinícolas, ¿ha sido una buena cosecha de canciones? Parece que el álbum ha caído en gracia.
En el futuro se recordará que la cosecha del 23 fue escasa, por la sequía, pero excelente en calidad, sobre todo en la zona del sur, a los pies de Sierra Nevada. Color, sabor, aroma… rock and roll del bueno.

Hablo con compañeros y todo el mundo lo sitúa a la altura de "Cartografía" (2008).
Creo que he progresado adecuadamente y cada vez estoy más cerca de la jubilación con honores. En ese momento crucial sonarán fanfarrias si el último disco que haga es acojonante. Si no, nadie se acordará de mí. Me juzgarán, y me juzgaré a mí mismo, por lo últimas palabras y notas que escriba. Por eso no puedo dormirme en los laureles del presente.

Es un tópico: preguntar a un músico por su madurez. Pero esta es tu primera obra después de cumplir los 60. Y abordas temas como el paso del tiempo, la perspectiva vital de quien tiene más pasado que futuro…
Cumplí 60 unos días antes de entrar en el estudio. La reflexión que me vino a la cabeza fue: “¿Qué coño hago yo aquí en vez de estar jugando a la petanca?”. Allí, en el estudio, rodeado de guitarras eléctricas y amplificadores de puta madre. No se me ocurría un sitio mejor en el que estar.

Hay constantes como la autorreferencialidad. Hace dieciocho años hablabas de ti en tercera persona en En otro tiempo, en otro lugar. Ahora mencionas “la ingenuidad de aquel que imaginaba tormentas”. ¿Ajuste de cuentas contigo mismo o cariñoso juego literario?
Yo ya me he guillotinado varias veces en la ficción literaria. Pero soy fan de Bo Diddley, que aparecía continuamente en sus propias canciones. No hay que creerse al pie de la letra lo que cantamos los cantantes. Mis canciones son bellas mentiras hechas con materiales de derribo de mi propia vida.

Es curioso, porque en aquel disco ya palpitaba esa mirada al pasado más remoto de uno; ocurría en Cuando la noche golpea el corazón. Lo pienso y tenías entonces la misma edad que tengo yo ahora. Lo que me lleva a otra reflexión: vamos cumpliendo años, pero la canción grabada queda ahí, estoica en el mejor de los casos.
La percepción del tiempo es muy curiosa. Cuando los Cero nos separamos en el 96 yo tenía 34 años, y ya entonces pensaba que era demasiado viejo para esto. Como decía la canción de Jethro Tull: “Demasiado viejo para el rock and roll, demasiado joven para morir”. Ya había grabado ocho discos y había dado centenares de conciertos. Ahora, con 34 años hay muchos indies que empiezan su carrera. Lo importante es que con 20, con 34 o con 60 seas capaz de hacer canciones que hagan llorar de emoción al que las escucha.

"Raúl sido como un director de orquesta que ha encontrado el plano perfecto para todos los instrumentistas que hemos participado".

Por cierto, siempre es una delicia ese barniz añejo que aporta Quini Almendros con la steel guitar.
Totalmente de acuerdo, es una delicia. Quini es un maestro, con la guitarra y con el pedal Steel. Su aportación es una maravilla en las dos canciones en las que ha colaborado. No es la primera vez que toca en un disco mío y siempre deja ese toque de calidad difícil de superar. Agradecimiento total.

¿Cómo de determinante ha sido el hecho de que lo produzca Raúl Bernal? Su reciente epé en solitario también tiene detalles, digamos, menos conservadores.
Ha sido fundamental para que el disco quede tal y como ha resultado. Él me animó a enfrentarme a los nuevos temas y me facilitó las cosas para superar dudas dándome las soluciones musicales adecuadas. Ha sido como un director de orquesta que ha encontrado el plano perfecto para todos los instrumentistas que hemos participado. Jacinto Ríos y Popi González también son merecedores de todos los elogios, ya que han demostrado tener una elegancia y una clase fuera de toda duda en sus interpretaciones.

Me han sorprendido gratamente ciertas novedades rítmicas y tímbricas. El caso más claro quizá sea la bailable "Creo que me he perdido algo". Hay recursos de la raíz latina del rock de la Costa Oeste. En la primera escucha pensé hasta en la etapa de Eric Burdon con "War", con aquel "Spill the wine".
Queridísimo Eric Burdon, como decían los Burning. Bueno… La canción nació a partir del riff. Tenía pensado que fuera la guitarra, pero luego decidí que era mejor que el protagonismo lo tuviera el bajo aliándose con ese ritmo de raíz hispana y con la percusión. Ha quedado, como bien dices, muy de la Costa Oeste por la mezcla del ritmo con las guitarras con escalas un poco psicodélicas. Lo hicieron los Byrds y Crosby, Stills & Nash. El piano eléctrico le da su punto sixties también.

Algo parecido ocurre en "Malos pensamientos": blues robusto, pero a la vez grácil en arreglos y ritmos. Me vino a la cabeza aquel movimiento de ficha de Dylan hace no tantos años, cuando se alió con Los Lobos.
El ritmo en esta canción es muy importante. La ligereza rítmica tenía que contrastar con el riff de guitarra, más pesado. Le puse a Popi grabaciones de los años cincuenta y lo captó al momento.

¿Es cosa mía o se te nota más suelto cantando?
Raúl y yo, antes de la grabación, trabajamos mucho los tonos, probando tres o cuatro diferentes en cada canción para ver cuál era el adecuado. Además, la experiencia de tocar solo con mi guitarra en los conciertos que di durante la pandemia me imagino que me sirvió para controlar mejor la expresividad vocal.

Y la impronta como guitarrista. ¿Le diste un descanso a Víctor Sánchez para la grabación?
Ahora, como no están de moda los solos de guitarra ni las partes solistas, hay pocos guitarristas que tengan un sonido propio. Todo son sonidos de pedalera muy estándar y homogenizados. Yo soy de la vieja escuela y me gusta que la guitarra tenga personalidad. Antes oías a Clapton, a Wilko, a Hendrix o a Peter Green y sabías que eran ellos los que tocaban. He pretendido que en el disco se reflejara mi personalidad como artista que canta, compone y toca la guitarra. Para eso tenía que encargarme yo solo de todas las guitarras, pero Víctor sigue en la banda y estará en la gira.

"La experiencia de tocar solo con mi guitarra en los conciertos que di durante la pandemia me imagino que me sirvió para controlar mejor la expresividad vocal"

Desde el inicio de la gira en Murcia te reencuentras con la banda. ¿Una feliz vuelta al formato eléctrico?
Sí, totalmente. Hace cinco años que no salgo a tocar con toda la banda y todos tenemos muchas ganas. Han sido unos años muy duros para todo el mundo, pero para nuestro gremio especialmente. Vamos a desquitarnos en esta gira.

Hace años anunciaste un disco de blues. Y lo estás cumpliendo en tracto sucesivo…
Es mejor no anunciar nada hasta que lo tengas hecho. También dije que iba a escribir un libro de poemas. Como decía la canción: “No me hagáis caso hoy, sólo estoy hablando en sueños”. Quiero decir que a veces no es tan sencillo como querer hacer algo: hay que materializarlo. Mi amor por el blues es infinito, pero de ahí a verme con la fuerza creativa necesaria para hacer un disco monográfico del género va un trecho. No obstante, como señalas, nunca he dejado de escribir en clave de blues. En este disco está Malos pensamientos, y había otra más que ha quedado fuera y que estaba muy bien.

La Americana y el blues eléctrico de Chicago son tradiciones que abrazas con gusto, y que incluso vigorizas en estos tiempos, que alguna vez te he oído definir como “de chándal y ripios".
No gasto mucho tiempo en reflexionar qué soy dentro del panorama musical. Me limito a hacer lo que sé hacer. Yo diría que quedan pocos o muy pocos que hagan las cosas como yo. Eso no es bueno ni malo, pero es así. Busca a alguien con 60 tacos que componga sus propias canciones, que se mantenga fiel a unos esquemas estilísticos que no están ni remotamente de moda y que encima autogestione su carrera discográfica desde hace casi veinte años. No creo que encuentres a muchos. Aun así, mi disco lleva tres semanas en la lista de álbumes más vendidos, ¿qué te parece?

El otro día escuché a Lichis decir que “se ha perdido el glamour del perdedor”.
Yo ya lo dije en una canción hace años: Nadie besa al perdedor. Pero la verdad es que a la gente y a los medios lo que siempre les ha atraído es el éxito. No nos engañemos.

Como columnista eras un ácido observador de la actualidad política. Ahora se te multiplicaría el trabajo…
Dejé de ser un ácido observador porque no me pagaban como yo creía que debían pagarme. ¿Te parece suficientemente ácida la observación? La actualidad política no siempre está llena de noticias jugosas para opinar sobre ellas y lucirte, depende del columnista… Si no hay noticias relevantes sobre las que opinar, te las inventas. Es lo que hacía yo. La literatura es invención.

Tendemos a fijarnos en Estados Unidos, pero en canciones como "De noche la verdad" se mantiene un sentido armónico muy próximo a Los Ángeles, pioneros del pop granadino.
Los Ángeles están presentes en mi música desde el principio. Agustín Rodríguez Ampudia fue el productor del primer single que grabé en mi vida, en 1981, con Aldar. Y Popi es hijo del gran y añorado Poncho, y está conmigo desde mi primer disco en solitario, en 1999. El estilo y las armonías vocales de Los Ángeles son una gran influencia, qué duda cabe.

Es como los Beatles, que se intuyen en el soniquete del estribillo de "De cuando no había nacido".
Sí, esa figura de guitarra y piano al unísono es muy Beatle. Qué puedo decir, los Beatles están siempre ahí encima de nuestras cabezas, iluminando nuestras vidas.

La fuente que no se agota: mirar al pasado para crear la expresión del presente. ¿Piensas ya en nuevas canciones?
Sí, desde el momento en que mandé a la fábrica el disco ya empecé a coger la guitarra a ver qué salía, y han salido algunas cosas interesantes. Es cuestión de no desfallecer en el intento y que esas ideas cristalicen en canciones de verdad.

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