"Es un disco decadente en el sentido clásico"
Entrevistas / Francisco Nixon

"Es un disco decadente en el sentido clásico"

Enrique Peñas — 07-05-2015
Fotografía — Silvia Varela

- Muchas de las canciones de este disco ya habían aparecido hace unos años en Bandcamp. ¿Cuándo las ibas publicando tenías en mente ya “Lo malo que nos pasa”?

Bueno, digamos que era una colección de singles, en el sentido de que cuando las escribía no estaba pensando en un concepto. Cuando decidí sacar un disco, que fue el año pasado a la altura de enero, recopilé el material que tenía grabado e intenté dar a las canciones un poco de coherencia.

¿Es entonces cuando aparece ese sonido más sofisticado y las referencias al Sonido Costa Fleming?

A la hora de buscar una producción, le dije a Nahúm García que quería un sonido en esta línea. Un disco un poco de baile, pero no electrónico, así que fue mirando un poco más atrás, a la música española previa a la música disco. Escucho mucha música a través de los playlist y blogs de gente como Javi Bayo o Estudio del Sonido Esnob, estaba muy metido en eso momento y me apetecía enfocarlo por ahí. Pero es algo que tenía en mente más a la hora de grabar que de componer, porque fui escribiendo a lo largo de un periodo muy largo, sin saber cuándo iba a publicar las canciones. Iba trabajando en paralelo con la ilustradora Susana López, subiendo los temas a Bandcamp cada mes o dos meses. Cuando tuve un hueco ya me puse a grabar, aunque luego se dilató bastante en el tiempo, de junio a julio del año pasado, en ratos libres, no reservando una semana en el estudio de Paco Loco como en otras ocasiones.

¿Qué es lo que te atraía de aquella etapa de los últimos 60 y primeros 70?

Era una época en que se vendían discos y había unos sistemas de producción muy robustos. Sí que es verdad que cuando yo empecé, sobre todo desde la plataforma del indie, era contra lo que tenías que ir, lo que asociabas a lo folklórico, Julio Iglesias, Raphael, la copla, Karina… La música de programas como “300 millones”. Lo que pasa es que por otro lado empiezas a admirar el Sonido Filadelfia o la música disco y ves que eran cosas que estaban sucediendo aquí en paralelo. Eran procesos de producción en los que había un estudio, un arreglista, unos intérpretes… Digamos que había dos niveles: Hispavox, con producciones más lujosas, y Belter, que eran más de batalla, con menos presupuesto, pero sí que en la medida de lo posible veías una industria viva y que se hacían cosas que muchas veces eran de nivel comparable a lo que venía de fuera. Por ejemplo, escuchas la parodia de los Hermanos Calatrava de “Space Oddity” y la base musical es muy parecida a la de Bowie. Echo de menos esa riqueza en las producciones, porque hoy en día muchas veces estamos abocados al hazlo tú mismo, y hay gente que no es buena en todo. Yo sí que creo que un grupo necesita un productor. En mi caso, podía haber sacado un disco de maquetas, y es algo que barajé, grabado en casa, en plan lo-fi y sin más, pero hice el esfuerzo de intentar reunir el dinero y el tiempo para hacerlo de esta manera. Me apetecía, porque era algo que no había hecho hasta ahora, y también por reivindicar el sonido de esa época, que está un poco denostado, aunque ahora parece que llega a más gente. Es como Fleetwood Mac, que hasta hace poco era AOR no demasiado bien visto. Es que al final no te puedes dedicar a hablar sólo de Joy Division.

Es inevitable pensar en “Madrid, Costa Fleming”, el libro de Ángel Palomino y la posterior película de José María Forqué…

La película y el libro estaban en la cabeza, es verdad, además de que casualmente yo vivo en un edificio de apartamentos muy parecido, con mucho trajín de chicas y tal. Es como un residuo del pasado, de un Madrid de otra época. Barajé como título “Un paseo por la costa Fleming”, pero me parecía que a lo mejor era demasiado obvio, y sobre todo es que el disco no es un ejercicio de estilo, sino un álbum de pop que toca diferentes palos. Sería como decir un paseo por la Motown o un paseo por Detroit, y no era esa la idea.
- Canciones como “La vidente” o “Capitán Negrito” formaban parte de esa ‘colección de singles’ que está en el origen de “Lo malo que nos pasa”, pero otras, si no me equivoco, nunca llegaron a estar en bandcamp. ¿Son posteriores?
- Sí, hay cuatro o cinco canciones que nunca han estado en Bandcamp. De hecho, las más producidas: “Siempre es el cumpleaños de alguien”, “Un paseo por la Costa Fleming” o “Animador de cruceros”, además de que “La vidente” tiene una vuelta totalmente diferente.

¿Esos temas estaban ya compuestos con el concepto del disco? Porque algunos personajes, como el protagonista de “Animador de cruceros”, parecen participar en cierta medida del crapuloso de aquella época?

Un poco rollo Esteso, ¿no?. Sí, puede ser. Esa canción en concreto parte de una anécdota real, de una chica a la que le habían robado el abrigo y las llaves después de salir por la noche. Y luego está mezclado con el rollo stalker, que también parte de una idea real, de un amigo que estuvo en la Feria del Libro.

Es eso que siempre has dicho de que para conocerte, nada como escuchar tus discos…

Sí. Es que creo que una canción tiene que estar bien imaginada, y las historias parten muchas veces de hechos reales. La letra en este caso no es una historia real tal cual, pero sí parte de ahí.

Y lo mismo, supongo, en “Siempre es el cumpleaños de alguien”, que refleja esa sensación de tener un plan distinto para cada noche, sin tiempo para uno mismo.

Eso es así, la sensación de que siempre hay un compromiso, de tener una agenda social muy intensa y de que uno ya tiene una edad y le apetece quedarse en casa con la novia viendo la tele y aburrirse incluso, sobre todo porque el cuerpo ya no te aguanta. Yo creo que es un disco decadente, en el sentido clásico; sin ser lastimero, sí es amargo, de hacerte mayor y sobre todo de sentirte un poco cansado. Creo que la canción que mejor refleja esto es “Médico rural”, esa sensación de soledad, de aislamiento y de que por mucha vida social que tengas, tampoco tienes una gran conexión con la gente.

Igual en “Lo malo que nos pasa” (la canción), ¿no?

Sí, lo que a lo mejor en La Costa Brava era el lado más festivo de las cosas, aquí es el reverso, la resaca.

¿Este tema es buen ejemplo de esa forma de escribir tan aparentemente sencilla que siempre ha dominado tus letras?

Intento que la escritura sea muy coloquial, que sean frases que se puedan haber dicho en una conversación y que sea un relato narrativo y autoconclusivo. Que escuches una canción y sepas qué te están contando. En cambio, “Un paseo por la costa fleming” es más lírica y literaria, porque no sabía muy bien de qué escribir. En “lo malo que nos pasa” hay dos influencias directas. Una es “19 días y 500 noches”, de Joaquín Sabina, y otra una canción de Squeeze, “Up the junction”, basada a su vez en una obra de teatro de los años 50. Hace todo el rato ripios y eso está copiado de allí.

Es curioso, porque esas rimas hacen que uno no repare a la primera en algunos de los elementos del relato. Creo que fue a la tercera cuando reparé en que el protagonista cogía primero un tren en dirección a Bailén, mientras que la siguiente referencia geográfica es Sagunto, que son localidades que están de punta a punta. No lo he comprobado, pero dudo que exista conexión ferroviaria…

La coherencia no existe, es sólo verbal. Lo que buscaba era el ripio. La coherencia interna me importaba poco. De hecho la historia nunca ocurrió. Nunca he conocido a una chica en un tren, nunca me he casado y nunca he dejado embarazado a nadie, que yo sepa…

¿Y un gato que se llamase Pato?

Sí, sí que tuve un gato. Pero al final la hermana de mi novia se tuvo que quedar con él porque descubrí que soy alérgico. Era un cachorro de gata que nos encontramos justo en este semáforo [la conversación tiene lugar en el madrileño Café Comercial, situado en la glorieta de Bilbao] cuando salíamos de ver en el cine la última de Indiana Jones. Nos lo llevamos a casa y al principio no hubo ningún problema, pero luego me puse fatal con la alergia y de hecho todavía sigo con asma y con el ventolín. Lo pase mal. Lo de “Pato” se lo copié a Bigott, porque tenía un gato al que llamaban así.

También son característicos ciertos giros, como lo de “Silvia trabaja de profesora de alemán / en la Escuela de Idiomas y es muy alta y tal…” (“Chicas altas, chicos bajos”).

Esos giros coloquiales me gustan, igual que en “Inditex” (“trabajas en Inditex y estás más rica que… que”. Hay a gente a la que le da reparo, porque les parecen vulgarismos, pero a mí no me molesta, y cuando es para cerrar un verso, menos. Me resulta más natural escribir de esa manera que hacer una metáfora muy calculada, porque además al final suelen ser muy gastadas. Es una vía muy arriesgada y para gente con mucho nivel, mientras que lo coloquial tiene una justificación en sí misma.

Después de seis años sin disco propio, ¿tenías ganas ya de sacar algo nuevo?

Desde que empecé a trabajar en Deezer tengo menos tiempo. No había urgencia, pero sí ganas de quitármelas de encima, plasmar ese trabajo que había hecho antes y pasar a otra cosa. Estoy muy contento con el resultado, sobre todo por haberme tomado mi tiempo para la producción. Tampoco tengo mayores expectativas de que pase nada más allá de lo que ha pasado con los otros, sólo que a la gente le guste.

El caso es que “Lo malo que nos pasa” aparece además apenas tres o cuatro meses después del EP de Australian Blonde. ¿Temes que al final se vaya a hablar más de este regreso que del de Nixon?

No lo sé, tampoco me molestaría. En el fondo lo de Australian Blonde fue cerrar una etapa. Es ver a los amigos, pasar un buen rato… Grabamos seis o siete temas, tocamos en Joy Eslava a finales de año y dentro de unos meses estaremos en Sonoroma y Nocturama.

¿Has cogido con ganas lo de volver a componer después de un parón tan largo?

Bueno, en realidad he venido escribiendo todo este tiempo, aunque después de grabar el disco en junio no he hecho nada más.

¿Y tu blog? Porque lleva un par de años con una actividad casi testimonial…

Sí, sí lo hecho de menos, me gustaba la disciplina de escribir todos los días. Ahora estoy metido con una novela que me encargaron hará ya cinco años desde una editorial pequeñita de Zaragoza, Jekill & Jill. Mi prioridad es esa.

En “Aprendiz de Kung-fú” (Chelsea Ediciones, 2014) decías que entendías la música como una disciplina corporal. ¿Lo mismo con la escritura?

Más todavía. Físicamente es más duro, además de que me parece mucho más difícil. Puedes hacer una buena canción en 10 minutos, pero no puedes hacer 10 páginas buenas en 15 minutos. Es algo exige continuidad y mucha disciplina. Hace poco empecé a nadar en la piscina, porque estoy muchas horas delante del ordenador y me dolía la espalda y el cuello. Ana [Naranjo -Linda Mirada-] iba a clases de natación y me decía que le iba muy bien, así yo también empecé a ir. Luego me di cuenta de que implica que organizas tu vida alrededor de esto: bebes menos alcohol, haces una vida más sana, etc. Creo que escribir es algo parecido. Escribir una novela implica un cambio en tu rutina y eso no ocurre con la música, porque puedes hacer una canción relativamente rápido.

Ahora que hablas de Ana, ¿el trabajo de Linda Mirada ha sido importante a la hora de plantearte este disco?

Sí, además de que controla más de música mucho y está más pendiente de los grupos nuevos. Me ha influido mucho por ejemplo en la idea de hacer un disco de baile. aunque intenté huir de lo que podría hacer ella, basado en sintetizadores o intentando sonar moderno; mi huida ha sido hacia otro lado, yendo hacia lo antiguo, a lo español e incluso sudamericano. La idea un poco era también escapar a la infancia. Antes había dos canales y estabas expuesto a todo. Los programas de televisión estaban pensados incluso por bloques, como son ahora las series, con unos niños, los abuelos y los jóvenes, personajes para que todo el mundo se pudiera identificar. Antes la programación musical era un poco eso: estabas escuchando a Bowie, salía una copla, veías “300 millones”, una folklórica y luego Devo. Era un totum revolutum y también es que no había tanto discurso como ahora. El disco intenta ser un poco eso: una rumba, una canción de sintetizadores, una más AOR… Sin ser tampoco una parodia, sino pop en castellano de guitarras que intentara reflejar el espíritu de la FM de lo que yo escuchaba cuando era pequeño, en el 84 o 85. Tampoco podría hacer un ejercicio de estilo como tal, es algo que ni sé hacer ni me interesa. Se trataba también de seguir en los parámetros que ya estaban definidos desde La Costa Brava: canciones de amor con humor y un poco de sonido lo-fi, acordes sencillos… aunque ahora sí haya más complejidad, pero nada del otro mundo.

La versión que hacéis de “Juventud” casi podría estar en un disco suyo…

Esta canción surge a raíz de petición de un chico que hace recopilatorios anuales temáticos en la web de La Voz Telúrica, y en este caso para uno sobre la canción melódica. Entonces yo estaba escuchando “Papagayo”, que es un recopilatorio de sunshine pop en castellano, y aparecía allí ese tema del grupo chileno Tiza, que a su vez es versión de Terry Winter. Se lo propuse a Ana, porque era un rollo muy vocal, y le pareció bien; la canción es lo que grabamos en casa, pero remezclada. Estoy muy contento con el resultado.

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