Dos yanquis en la Corte del Rey Arturo
Entrevistas / Matmos

Dos yanquis en la Corte del Rey Arturo

David Saavedra — 09-12-2003
Fotografía — Archivo

El dúo electrónico estadounidense vuelve a tirarse a la piscina con un experimento de descontextualización y juegos anacrónicos titulado "The Civil War" (Matador/Everlasting, 03). Vinieron a Madrid a intentar explicarlo y, durante media hora, nosotros fuimos cómplices de su mundo bizarro.

Con cinco álbumes editados, Martin Schmidt y Drew Daniel son ya un paradigma de la nueva música electrónica desde la perspectiva más experimental e intelectualizada. Seguidores contemporáneos de Pierre Henry y su música concreta (aquella que pretende integrar la sonoridad de los objetos cotidianos), consiguieron penetrar en un ala más popular gracias a la invitación de Björk para colaborar en su álbum "Vespertine" (2001) y sus dos giras posteriores. "Ella nos ha abierto al mundo simplemente pronunciando ´¡Maaatmoos!´ ante miles de personas al terminar sus conciertos", comenta Daniel. "No creo que a toda la gente le diera por comprar un disco nuestro, pero agradecemos la oportunidad".

"Björk nos ha abierto al mundo simplemente pronunciando ´¡Maaatmoos!´ ante miles de personas al terminar sus conciertos"

"Desde la perspectiva artística -prosigue Schmidt- fue una oportunidad para probar frecuencias dentro de ese soundsystem masivo y todo ese muro de humanidad. Es una forma extraña de verlo, pero me recordaba a la guerra: la idea de tocar en Japón ante 50.000 personas haciendo ´¡uooooooh!´ Me alegro de que estuvieran felices y no furiosos, quiero decir". La pareja (artística y sentimental) estadounidense se mueve en un mundo complejo. Daniel es especialista en literatura renacentista y comparte su labor en Matmos con el irreverente proyecto electro-gay-punk The Soft Pink Truth. Han impartido seminarios en la Universidad de Harvard y realizado instalaciones para museos de arte contemporáneo así como bandas sonoras para cinco pelis porno de temática homo. Son hombres de su tiempo -¡ay, la era de la posmodernidad, cuánta ironía!- que acuden a las entrevistas de promoción de su nuevo álbum con los mismos ropajes medievales con los que aparecen en las fotos o te piden permiso para escribir el nombre de tu publicación con florituras barrocas en un bloc. A mí me hace algo de gracia, pero, ¿creen que la gente ´normal´ pilla su rollo? "No pensamos en nosotros como ruidosos y difíciles porque es el tipo de música que escuchamos -responde Daniel- , pero para el público que iba a ver a Björk sí. Había fans que decían que era una tortura, y creo que ésa es una forma de verlo, porque nuestra visión del mundo es desagradable y extrema". En cierto modo, sí, aunque también aportaron hermosos hallazgos a los shows de la islandesa, como la introducción en vivo de los sonidos ejercidos por ellos mismos mientras se acariciaban el pelo o la espalda. Y reconocen que Björk ha acabado ´humanizando´ su sonido. Según Schmidt, "ella ha tenido mucho que ver. El sentarnos a escuchar sus canciones seis veces todos los días nos hizo algo". Añade Daniel que "es peligroso programar las reacciones emocionales de la gente, ya que se vuelve algo pornográfico. En el pasado dejábamos que los objetos hicieran nuestro trabajo, pero ahora, al tocar con instrumentos reales, entramos en un mundo muy poco familiar para nosotros, y con el temor de que nos juzguen según estándares musicales también reales". Su anterior álbum, "A Chance To Cut Is A Chance To Cure" (Matador/ Everlasting, 01) fue una especie de traslación musical del universo de David Cronenberg, según Daniel "el trabajo más conceptual que hemos hecho. Yo propuse la teoría médica, grabar operaciones y hacer una música más relativa a las máquinas y también al cuerpo". "The Civil War" surge como una quiebra con esta idea, aunque los términos que ellos esgrimen (melodía, humanidad, musicalidad) deben ser relativizados al máximo y medirse con otros parámetros. "Creo que su idea núcleo es la de música históricamente desorientadora", explica Schmidt. "Superpone diferentes períodos de tiempo y juega con cosas pasadas de moda, como un sonido de guitarra o sintetizador de los sesenta combinado con un instrumento de la Edad Media y, al mismo tiempo, con las técnicas de cutting up actuales. Queríamos hacer una música que fuese algo así como inestable y que sea una versión de una versión de una versión". La idea, pues, parece la de utilizar el anacronismo como arma creativa y, quizás, huir de los conceptos usuales de modernidad. Ellos dicen que no era algo tan consciente pero que, vamos, que sí. "Toda esa noción de que la electrónica ha de ser futurista o estar en contacto con el ahora no es lo que nos lleva a hacer cosas. En nuestra vida, lo que nos rodea es como muebles de madera despedazándose. Estamos más interesados en las jodidas pequeñas cosas que en imaginar una curva blanca perfecta. Vivimos en un mundo reflejado en nuestra música". También hablamos, entre otras cosas, sobre política, sobre Matthew Herbert, sobre cómo grabaron a la vez a ciento veintiún pianos tocando "Barras y estrellas" para ganar un record Guiness en Alabama y sobre el revival victoriano en el diseño gráfico estadounidense del siglo XVIII. Y también sobre la novela de Mark Twain que titula esta entrevista pero, uffff, el espacio llega a su fin.

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