“No tengo nada que probar porque no he prometido nada”
Entrevistas / Dave Rowntree

“No tengo nada que probar porque no he prometido nada”

Carlos Pérez de Ziriza — 27-01-2023
Fotografía — Archivo

Batería de Blur, pero también político, poeta, compositor, presentador de su propio programa de radio, piloto de aviones y programador informático. Dave Rowntree (Colchester, Essex, Reino Unido, 1964) es un hombre polifacético.

Publica ahora su primer álbum en solitario, al menos el primero de canciones pop, un "Radio Songs" (Cooking Vynil/Popstock!, 2023) inspirado en su experiencia como radioaficionado desde su infancia. Me atiende desde su coche (a mitad de conversación se le cae el móvil de la repisa y me recomienda no probarlo yo mismo) en algún punto entre Londres y el sureste británico, y justo antes de que se anuncie una nueva gira de Blur.

He leído que has estado trabajando los últimos cuatro años en este disco.
Bueno, son cuatro años desde que empecé a escribir la primera canción, sí. Aunque creo que fue durante el primer confinamiento, en 2020, cuando decidí que estas diez canciones se convirtieran en un álbum. Un puñado de canciones recientes que tuvieran algún nexo temático entre ellas.

No sé si el título alude a esa tradición de discos fascinados por la historia de la radio, como The Nightfly (1982) de Donald Fagen o I Trawl The Megahertz (2003/2019 ) de Paddy McAloon/Prefab Sprout, o no tiene nada que ver con eso.
No, no creo que sean discos basados en el mismo concepto que el mío. El mío trata sobre cómo la tecnología de la radio ha dado forma a mi vida, en realidad. Mi padre fue ingeniero de radio en las Fuerza Aéreas Británicas cuando era joven. Y mientras muchos niños de la época iban con sus padres al fútbol, yo me sentaba con mi padre frente a la mesa de la cocina construyendo aparatos de radio caseros. Teníamos una gran antena en el jardín, y escuchábamos emisoras de radio de todo el mundo. Así pasábamos el tiempo en mi familia. La radio y su tecnología han sido una parte muy importante de mi vida, y eso se ha notado en muchos aspectos. Fue mi despertar a la política, por ejemplo. Tenía una radio junto a la cama siendo un adolescente, y por las noches solía recorrer el dial para escuchar todas aquellas exóticas emisoras de radio de todo el mundo. Una de ellas era Radio Moscow, que tenía una emisora que emitía en inglés. La BBC y la mayoría de periódicos tenían el mismo acercamiento a la realidad del momento, pero escuchando Radio Moscow me di cuenta, incluso no creyéndome ni una palabra de lo que decían, de que era posible llegar a diferentes interpretaciones de los mismos hechos. Ahí empezó mi conciencia política y también mi ideología de centro izquierda. La radio y su tecnología han moldeado mi vida, han estado siempre ahí. De ahí el título. ¿Iba sobre eso el disco que comentas de Prefab Sprout?

"La influencia de la radio sobre todos nosotros no debe ser subestimada. Es la responsable de que el mundo moderno funcione de la forma en que lo hace"

Bueno, no exactamente. Trataba sobre los programas de radio que Paddy McAloon estuvo escuchando a raíz de una dolencia visual que lo mantuvo recluido en casa durante un tiempo. Eran programas sobre confesiones de gente común.
Bueno, la influencia de la radio sobre todos nosotros no debe ser subestimada. Es la responsable de que el mundo moderno funcione de la forma en que lo hace. Casi todo hoy en día funciona como un transmisor de ondas de radio. El wi fi es radio. Los teléfonos móviles son radio. Todo eso es radio. Pero la parte estrictamente radiofónica es el factor de magia en todo ello. Es el héroe anónimo del siglo XXI, en realidad.

Has trabajado con Leo Abrahams como productor. Nunca trabajó para Blur. Sí para Wild Beasts, Brian Eno o Ghostpoet. ¿Qué aportó al disco?
El disco se grabó durante el segundo confinamiento, y tuvimos que trabajar a distancia. La verdad es que no teníamos claro si eso iba a funcionar. Pensábamos juntarnos en un estudio cuando todo aquello terminara, pero al final vimos que iba para largo y descubrimos que también era una forma interesante de trabajar: nos levantábamos por la mañana, nos conectábamos por zoom, hablábamos sobre nuestros objetivos del día e intercambiábamos archivos por correo electrónico, añadiendo nuestras aportaciones particulares, y por la tarde teníamos otra charla para ver si habían funcionado. Nunca había hecho un disco así ni creo que lo vuelva a hacer, porque no hay nada que pueda reemplazar a dos personas viéndose en la misma estancia. En cualquier caso, su aportación y la mía fueron diferentes, y el hecho de trabajar de ese modo hizo que sea un álbum de extremos, en realidad. De contrastes. Sus sonidos y mis sonidos, los sintetizadores que él tenía en su estudio y los que yo tengo en el mío eran diferentes. Él me llevó en direcciones a las que yo no hubiera ido por mí mismo. En retrospectiva, me cuesta dar una explicación más concreta. Nos forzamos el uno al otro de un modo que nunca pudiéramos haber previsto, pero esas eran las circunstancias del mundo en aquel momento. El disco suena bien, creo. No hay muchas cosas positivas que rescatar de la pandemia, pero los aprietos en los que te ves envuelto a la hora de hacer algunos discos, y esto es aplicable también a algunos de Blur, te fuerzan a meterte en nuevas e inesperadas formas de trabajar. En "Think Tank" (2003), por ejemplo, yo decidí que no quería tocar la batería, que se podían formular los ritmos de otra manera, y eso te saca de la comodidad de sentarte ante una batería y limitarte a tocarla. No quiero decir que la batería no sirva, por supuesto, hay tramos de batería al modo tradicional en aquel disco, pero está bien obligarte a trabajar con programaciones y con otros instrumentos.

En una entrevista en New Musical Express decías que te sentías incómodo ante este disco porque dudas de que a la gente le interese. No sé si te da vértigo enfrentarte a tu primer disco de canciones pop.
Siempre tienes que dar un salto al vacío cuando haces algo como esto por primera vez. Y es verdad lo que dices: careces de información acerca de si la gente va a tener interés, o sobre cómo va a reaccionar. O si van a decir “oh, sí, ya entiendo por qué no habías hecho un disco en solitario hasta ahora: porque es una bazofia” (risas). Así que tienes que tener un punto de fe, y el no tenerlo hasta ahora fue lo que hizo que este disco se haya publicado en este momento y no hace diez años. Antes no tenía esa confianza. Pero el haber trabajado durante los últimos cinco o seis años en música para bandas sonoras me dio la confianza, además de que tenía el equipo y el estudio para poder dedicarle tiempo. Tengo una manager excelente, Carol Crabtree, quien siempre me ha apoyado. Contar con Leo (Abrahams) también fue un gran apoyo. Yo no sabía si mi forma de cantar era suficientemente buena o si las canciones lo eran. Me estaba volviendo loco todo eso, para serte sincero (risas). Fundamentalmente, siempre que empiezas un nuevo proceso artístico, en cualquier disciplina, hace falta un punto de fe que destierre algunas dudas. ¿Debería esconderme bajo una mesa de mezclas y no salir? Esa sería la opción más fácil. Nadie va a criticarme por no hacer un disco porque nadie lo está esperando. No tengo nada que probar porque no he prometido nada. Nadie lo está esperando. Nadie se ha parado siquiera a pensar en su posibilidad. Así que olvidémonos de todo eso. Esas inseguridades son las que no permiten a mucha gente hacer cosas. Las que impiden dejar una relación abusiva, por ejemplo, las que les impiden matricularse en una universidad para conseguir un mejor trabajo o las que les impiden escapar de la pobreza. Es la misma voz interior. Y es algo que hay que superar.

La primera canción, “Devil’s Island”, que es además la primera en tener videoclip, trata sobre esa nostalgia que mucha gente tiene en tu país respecto a la década de los setenta, aquellos viejos buenos tiempos, según ellos. Me recordó lo que me dijo Paul Simonon (The Clash, The Good, The Bad and The Queen) hace un par de años: que mucha gente, especialmente de una cierta edad, siente nostalgia por aquello sin darse cuenta de que no era un país mejor que el que ahora. Una de las causas del Brexit. Y también de que ocurran cosas como que una primera ministra no llegue ni a los dos meses en el cargo.
El Brexit ha sido un desastre, y no solo para la industria de la música. Ninguno de los beneficios que se prometieron ha llegado, y hay una razón fundamental, y es que hay suficiente distancia entre ahora y los años setenta como para que mucha gente se haya olvidado de lo gris que fue esa época en el Reino Unido. Es cuando yo crecí. La extrema derecha estaba en alza, había mucho sexismo y misoginia, y el racismo estaba por todas partes. Altas tasas de criminalidad, pobreza… también hubo muchas cosas agradables, como toda la música de aquel periodo, el nacimiento el indie, que fue realmente entonces, el primer punk rock, pero cualquier niño adolescente de la época te podrá decir que fue muy un tiempo muy sombrío para crecer. Pero la gente se olvida. Y hay varias generaciones que no lo han vivido. Lo dan todo por hecho, sin tener en cuenta que todo el tiempo que hemos estado en la Unión Europea ha sido también el periodo histórico más largo sin guerras en Europa, hasta que Rusia invadió Ucrania. La gente asume que siempre ha sido así, no lo valora. Se mezclan muchas cosas. Hay una nostalgia fake que se está apoderando de todo, y que nos hace ir hacia atrás. Es muy seductor ese discurso de que antes las cosas eran mucho mejores que ahora, y que también se extiende a la música. He escuchado esa tontería muchas veces en los últimos tiempos. He tenido un espacio en la emisora X FM y tengo la suerte de escuchar casi todo lo nuevo que se va publicando ahora mismo en el Reino Unido, con gran placer, y descalifica por completo la idea de que la música de antes fuera mejor. Estoy al cien por cien convencido de que la mejor música que se ha hecho nunca en mi país se está haciendo justo ahora. Vivimos una era dorada. Pero es muy fácil caer en la falsa nostalgia. Porque cambiamos como personas, y según nos hacemos mayores dejamos de ir a discotecas y a clubs, y los cambiamos por las reuniones del concejo y de la parroquia. Menudo cambio de unos a otros. Y no es que el mundo haya cambiado tanto, es que nos volvemos perezosos, nos recluimos en opciones que nos hacen sentirnos seguros. Y eso es parte de lo que ocurre aquí. La gente ha aceptado las mentiras del Brexit. Y la propaganda rusa tuvo también algo que ver, hay un informe no publicado por el gobierno que dice lo que todos sabíamos, que el Ministerio de Exteriores ruso financió grupos de presión de extrema derecha para apoyar el Brexit y desestabilizar Europa. Son muchas las razones, en cualquier caso. Y algunas de las canciones de este disco hablan sobre eso, expresan mi punto de vista y mi visión sobre el futuro a consecuencia de esto.

"El problema de no tener una buena salud mental es que utilizas reglas equivocadas para decidir hasta qué punto estás bien o no"

Tú fuiste concejal del condado de Norfolk entre 2017 y 2021, por el partido laborista. ¿Te resulta fácil escribir canciones sobre esto sin recurrir al manifiesto o al panfleto?
Bueno, nadie quiere escuchar a un tipo sermoneándote cuando llega a casa después de un duro día de trabajo. Mi primer objetivo con este disco era hacer canciones bonitas. Es también lo que a mí me gusta escuchar: melodías bonitas y música bien producida, que suene bien. Eso para mí siempre viene primero, las palabras llegan después. Pero las canciones tienen que ser sobre algo. Si la gente paga un dinero, les tienes que dar algo. Leí un libro que escribió Ginger Baker sobre el oficio del baterista en cuyo prefacio decía, básicamente, “mira, la gente ha pagado dinero para verte en concierto, no marees la perdiz y haz algo que tenga significado, y si se te ocurre hacer un solo de batería, al menos que sea para contarles una historia, incluso pese a que no la entiendan del todo, porque han pagado para eso”. Siempre me acuerdo de esa frase. Y tenía razón. Somos artistas, pero no vivimos en una burbuja. Vivimos a expensas de la gente que paga por vernos llevar a cabo nuestra forma de arte. Hay que darles algo a cambio.

En “London Bridge”, que me recuerda mucho, por cierto, a “Trouble In The Message Centre”, de Blur, hablas sobre cómo era tu vida en el Londres de finales de los ochenta y primeros noventa, justo cuando Blur cobraban forma, pero no parece un relato muy halagüeño.
No habla tanto de Londres como de mí, en realidad. No es algo sobre lo que quizá deba hablar en esta entrevista, pero ha habido periodos de mi vida en los que no he sido bendecido con la mejor de las saludes mentales. Esta canción trata sobre eso, y sobre cosas posteriores que me han ayudado a entender lo que me ocurría en aquella época. El problema de no tener una buena salud mental es que utilizas reglas equivocadas para decidir hasta qué punto estás bien o no, porque tu cabeza no lo está. Una de las evidencias era que, cuando era joven, con veintipocos años, de repente había un número particular que veía mentalmente en todas partes. Era el 126. Lo veía en todas partes, mirase a donde mirase. Como si el universo me estuviera gritando ese número a la cara, por alguna razón. Ahora sé lo que es: se trata de una forma muy común de funcionamiento de la mente humana, llamado sesgo de confirmación, que es un desequilibrio entre la forma en la que el cerebro procesa ideas para confirmar lo que ya piensas y la forma en la que procesa ideas que desmientan esa intuición. El cerebro es un reconocedor de patrones, no reconoce aquello que no forma parte de un patrón, y así es como hemos sobrevivido durante billones de años. Esa parte del cerebro del hombre es como mirar a un arbusto para ver si da forma a un tigre que nos va a comer. Es un mecanismo de defensa que opera en áreas muy profundas del cerebro. Y eso me ocurría muy a menudo en aquella época, cuando pasaba por London Bridge Station por diferentes motivos, al principio de Blur. Cada vez que leía “London Bridge”, ocurrían extrañas coincidencias en mi cabeza. Incluso sabiendo que eso ocurría en mi mente, eso no lo hace menos poderoso. Es lo que pasa cuando la mente no funciona como debería. Es una de las cosas que tuve que aprender con el tiempo. No puedes simplemente leer un libro y mejorar tu salud mental, no funciona así, implica otras acciones.

¿De qué forma ha influido tu trabajo creando música incidental, bandas sonoras, en este disco?
Sí, por supuesto que ha influido. Tengo muchos sintetizadores en casa y mi música suena cinemática, es lo que me interesa en los últimos años. Las texturas en el disco son bastante densas. Supongo también que la génesis de muchas de las canciones condiciona su sonido, porque hay un gran espectro de sonidos en el dial, entre cada emisora de radio, muchos sonidos extraordinarios que se producen de forma natural por la tierra, los campos magnéticos y la atmósfera, y otros que son creados por la gente con un propósito, pero no diseñados para ser escuchados. Grabé horas y horas de esos sonidos, y ahí es donde Leo (Abrahams) y yo empezamos a trabajar en muchas canciones.

Has trabajado como programador informático, ¿no?
Sí, pero no es algo que esté muy conectado con la música. Fue hace más de veinte años. Hice animaciones por ordenador y fue muy divertido. Colaboré en algunos estudios sobre grafismo digital. Me interesa el grafismo de gente que lo hace sin tratar de evocar una fotografía. Es un proceso muy interesante, con su propia comunidad, sus propias conferencias y publicaciones. Hice algún trabajo publicitario para Channel 4, por ejemplo, pero no es algo que se relacionara con la música, en realidad.

¿Cómo vas a llevar este disco al directo?
Estamos haciendo ensayos, nunca lo hemos tocado en directo. Hay tres conciertos programados. Hay nerviosismo. Esa voz interior de la que te hablaba antes me dice “cancela los conciertos” (risas). Tocaré la guitarra, los teclados y la batería. Somos un cuarteto. Cada uno de nosotros toca varios instrumentos. Menos el bajista, que solo toca el bajo.

 

Lo siento, debes estar para publicar un comentario.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.