Corazones oxidados
Entrevistas / Cooper

Corazones oxidados

Eduardo Ponte — 14-04-2004
Fotografía — Archivo

Más comodidad, menos reconocimiento, más frescura, menos ventas, más presencia en las ondas, menos atención en prensa... Ésa es la encrucijada que Cooper afronta desde que, hace algo más de un año, Alejandro Díez rubricase con un interesante decálogo su intención de abandonar el formato álbum -que tan bien le funcionase con “Fonorama” (Elefant, 00)- en virtud del más minoritario formato single. “Oxidado” (Elefant, 03) es el que cierra la serie por el momento.

“No estoy en primera línea. En segunda línea igual sí, o en tercera mejor. La primera línea son los grupos comerciales y la segunda línea son los grupos independientes que funcionan. Mi primera pretensión es ser una especie de anécdota en el mundillo musical. Soy muy respetuoso con quienes están luchando por sacar adelante un proyecto, intentando ganar público, y me parece que el año 2004 es su momento más que el mío. Pero creo que la gente tiene el corazón suficientemente grande y los oídos suficientemente atentos para poder escuchar los lanzamientos de la escena independiente y a la vez cosas más anecdóticas como el single de Cooper”. Conforme a su modesta personalidad, Álex se siente cómodo con lo pequeño. Ahora ofrece canciones, más que discos. Canciones sueltas para un público que busca en el mercado de singles -los compradores de álbumes deberán esperar hasta que Elefant tenga a bien recopilarlas en un único compacto-, canciones creadas de una manera fresca y relajada que le permiten seguir subiéndose a un escenario cuando le apetece.

" Estoy agradecido de poder tocar delante de gente a la que le gustan mis canciones, gente para la que mi música puede ser medianamente importante, porque yo en realidad donde más a gusto estoy es encima de un escenario"

“Estoy agradecido de poder tocar delante de gente a la que le gustan mis canciones, gente para la que mi música puede ser medianamente importante, porque yo en realidad donde más a gusto estoy es encima de un escenario. La oficina donde curro todos los días no es mi sitio natural. Yo, por lo menos, lo siento así. De repente te subes a un escenario y ves el ampli, los micros, los monitores, la guitarra... Me siento como pez en el agua, me gusta estar ahí”. Entonces ¿por qué con el nacimiento de Cooper se llegó a temer por la continuidad de su directo? “Tienes que pensar que vengo de una formación anterior en la que estuvimos tocando cada fin de semana durante seis años. Intentando primero crear el circuito de locales, en la época de Los Enemigos, 091 y Los Del-Tonos, y luego, cuando se estabilizó el circuito, haciéndolo durante muchos años, tocando cada año en Albacete, cada año en Toledo... Tanta rutina era lo que me echaba para atrás, yo eso no quería repetirlo. Ahora simplemente nos dejamos querer. Te llaman, quieren que toquemos y tocamos. Y si sacamos un disco como éste, hacemos una gira pequeña de cinco conciertos, que nos apetece mucho”. Álex se siente mucho más seguro con el sonido de los discos de Cooper -“Grand Prix” de Teenage Fanclub es su disco de cabecera de la pasada década- que con el de Los Flechazos, que considera lastrado por las producciones, las baterías y la calidad del vinilo de la época. Su fuerza está en las canciones, cuya influencia perdura después de tantos años, a pesar de que Álex se retire a posiciones más que humildes cuando se menciona el tema. “Yo no me considero un ejemplo de nada. Además, viendo desde dentro mi figura, es un poco como no haber conseguido lo que quería. Los Flechazos en su momento no nacieron como banda de culto sino como grupo para triunfar a nivel comercial y cambiar la escena, cambiar el mundo de alguna manera. Por eso hicimos el grupo. Y en ese sentido nos dimos contra un muro, fue un fracaso absoluto. En el fondo, Álex dentro de la escena musical no deja de ser como un outsider, siempre fuera de lugar, como los Flamin’ Groovies. Siempre dos pasos más adelante o más atrás de lo que hay que hacer. Y eso no es para nada lo que yo quería”. De cualquier modo, sí que es posible comparar su figura con la del que -de no haber seguido caminos divergentes- podría ser su alter ego británico: Paul Weller. Ambos consiguieron trascender la escena mod y, sin abandonarla por completo, llevar la música pop a un mercado más amplio. La cercanía de uno y la madurez del otro no dejan de ser significativas. “A Paul Weller se le ha olvidado su época en la primera etapa de The Jam. No creo que escuche nada de punk del 77, ni a los Buzzcocks ni a grupos que le encantaban en aquel momento; siempre están ahí, pero seguro que hace mucho tiempo que no escucha a los Small Faces o a los Kinks. O a los Adverts y cosas así. Yo siempre tiendo a decir que aprendo de los errores de los demás. En su momento hubo grupos que enseñaron la dirección en la que no había que ir después de haber ido en una dirección muy parecida a la que yo había seguido. Con Paul Weller me ha pasado eso, ha tenido una madurez espléndida en algunos momentos, y además ha abierto muchas vías en su música y ha aceptado influencias que por esnobismo en otras épocas no las hubiera aceptado, como Neil Young, Stephen Stills y cosas así. Ése es un punto que yo nunca voy a tener. Nunca he dejado de aceptar esas influencias por esnobismo, y por otra parte nunca me voy a olvidar de las sensaciones que tenía cuando escuchaba música con catorce o quince años. A mí eso me cambió la vida, la visión del mundo, y estoy constantemente volviendo a buscar esas sensaciones, lo mismo en un disco que en un concierto de La Granja. Igual es una búsqueda perdida, porque nunca las vas a tener, pero desde luego yo sí que lo consigo a veces. Tocando con el grupo, escuchando música o viendo conciertos”.

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