Yoga
Libros / Emmanuel Carrère

Yoga

7 / 10
JC Peña — 13-01-2022
Empresa — Anagrama

Publicado hace unos meses, el último trabajo del flamante premio Princesa de Asturias de las Letras es la tragicómica, por momentos dolorosa, a veces autocomplaciente, crónica de la escritura de su nuevo libro: la confección del “pequeño librito sobre el yoga” que el francés había planeado de forma ingenua se complica con una devastadora depresión que desemboca en un diagnóstico de trastorno bipolar e internamiento en un hospital psiquiátrico. Muy al gusto del autor, lo que había planeado como una cosa, se transforma forzosamente en otra muy distinta, con una situación terrible en el nudo y un desenlace imprevisto.

Como bien sabemos, el francés es uno de los máximos representantes de esa bastarda novela posmoderna en la que cabe de todo: reportaje periodístico, ensayo filosófico o cultural, memorias más o menos descarnadas, citas propias y ajenas, poemas, ficción dentro de la ficción… y por encima de todo, la presencia ubicua del narrador y sus tribulaciones. Cinco años después de “El reino”, meritoria exploración sobre la esencia del cristianismo y la complicada relación personal del autor con esta religión, el narrador vuelve a confundirse con la persona del autor para contarnos sus penurias, dejando el pudor fuera. Y es que el escritor define la novela como “aquel territorio en el que no se miente”. En su caso, esto es todo lo literal que puede ser, aunque en realidad nunca sabremos qué cantidad de detalles o incluso personajes (como desliza ambiguamente al final de modo un tanto gratuito) son en realidad inventados o parcialmente fabulados. Ése es parte del juego que nos propone.

La novela se estructura en tres partes perfectamente delimitadas: en la primera, el narrador cuenta su larga relación con la meditación, el Tai Chi, y el yoga, como disciplinas orientales que buscan despojarnos del yo y del sufrimiento mediante técnicas de meditación para “ver las cosas como son”. Lo hace sobre todo narrando con detalle desmitificador su paso y sensaciones por uno de esos duros retiros espirituales al estilo del que frecuentó Leonard Cohen, donde personas de todo tipo se someten voluntariamente a un régimen monacal en busca de sí mismos, con largas jornadas en las que, prohibidos los móviles, los libros y hablar con el de al lado (la pesadilla del hípster), uno se queda a solas consigo mismo, a veces con consecuencias fatales para el equilibrio mental, como recuerdan a los valientes que se acercan a esta experiencia antes de que empiece. El autor le resta solemnidad al asunto, e intercala comentarios o situaciones divertidos. Queda claro que Carrère desprecia la versión new age cursi del asunto, pero al mismo tiempo se lo toma con mucha naturalidad.

Los trágicos atentados de la revista Charlie Hebdo, que tocaron de cerca al autor (el novio de una amiga muy próxima fue asesinado) interrumpen abruptamente el retiro. Pero la segunda parte del libro da comienzo con la inesperada y dolorosa súbita crisis mental del protagonista, diagnosticado, tras diez años de paz interior, de trastorno bipolar e internado en un hospital en el que se le tratarán sus tendencias suicidas con la versión moderna del electroshock. Me parece la parte más interesante de todo el libro, y no por razones morbosas, sino por las duras y lúcidas reflexiones que el autor lanza acerca de una crisis mental de esa profundidad.

Llega el tercer acto: cuando se repuso de su calvario, en plena crisis de los refugiados, Carrère pasó unos meses en la remota isla griega de Leros, dando clases de inglés a los inmigrantes sirios, paquistaníes y afganos junto a una pintoresca profesora jubilada norteamericana, que arrastra una tragedia personal: la desaparición de su hermana. Aquí el escritor retoma sus habilidades de reportero para contar con nervio los viajes rocambolescos y dramáticos de algunos de los muchachos que hay en el centro de acogida, desde sus países de origen a suelo europeo. En la especie de epílogo que cierra el libro, retoma de forma tan artificiosa como emotiva su relación con la meditación, que en buena parte del nudo central desaparece.

El autor es consciente de que con las referencias autobiográficas uno tiene la ventaja de llegar a donde quiere, cosa que no sucede con las otras personas reales, que se tienen que conformar con la versión que el escritor plasme de ellas. Insiste en sus penosas dificultades para ser mejor persona y “amar mejor” (una aventura erótica con una amante tiene un peso central en la historia). De ahí, explica, su vocación firme de sacudirse el exceso de ego mediante el yoga. Es curioso que alguien que insista tanto en rebajar su ego practique una literatura que se mire tanto el ombligo, pese a su estilo limpio y sencillo y su fondo humanista.

Como vemos con el reciente premio español, la propuesta del novelista francés se exporta perfectamente. Un final confortable y para todos los públicos –merecido remanso de paz tras el infierno vivido– queda, eso sí, lejos de las cimas del seco y negrísimo “El adversario”.

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