Aunque pueda parecer una búsqueda infantil y hasta fútil, filósofos, escritores y pensadores de todas las épocas han dedicado tiempo y esfuerzo a encontrar el origen del mal. ¿Cuáles son los motivos que empujan a un ser humano a matar? ¿De dónde surge esta sed de sangre? Steve Sem-Sandberg recupera la historia de Johann Christian Woyzeck para, una vez más, adentrarse en su mente y generar elucubraciones sobre su estado psicológico cuando asesinó a puñaladas a Johanna Woost, su mujer en la vida real, pero tan solo una amante en esta novelización. Sem-Sandberg no es el primero en mostrar una fascinación macabra por el caso de Woyzeck, siendo la obra dramatúrgica homónima de Georg Büchner la inauguradora del teatro contemporáneo.
Con ecos de Dostoyevski en "Crimen y castigo" trazamos un camino un tanto tortuoso por la vida de Woyzeck. El encausado ofrece su relato durante las examinaciones con el consejero Clarus, asignado a su proceso judicial para esclarecer “si ha actuado en estado de ofuscamiento transitorio de los sentidos o si ha cometido el crimen con la sangre fría que solo caracteriza a toda criatura privada de moral cristiana”. Lo vemos como aprendiz de diseñador de pelucas, ayudante de un estudiante judío y soldado de infantería de más de un ejército. Su experiencia en la guerra es lo que ocupa buena parte del libro, o así lo parece para el lector, ya que los días eternos de hambre y cansancio a veces derivan en páginas interminables vacías de contenido. Aunque quizás se trata de una metáfora.
En términos de estilo y formato, Sem-Sandberg ha apostado por un eclecticismo innecesario que en algunos casos dificulta la lectura, mezclando diálogos formateados como un texto teatral con intervenciones de personajes sin ninguna indicación, fragmentos de los informes del consejero Clarus, y reflexiones sobre los demonios o el amor que no se sabe de dónde proceden. Sin embargo, el autor consigue generar cierta ternura por su personaje torturado y desamparado, que parece provenir de un mundo distinto y no comprender la crueldad que lo rodea, y que ama con desesperación a la Niña de sus Ojos, la hija de una prostituta que no terminamos de discernir si de veras cree que es suya o solo desearía que lo fuese.
En cualquier caso, si esperábamos que Sem-Sandberg nos diese la respuesta a la pregunta de porqué Woyzeck mató a Johanna Woost, cerraremos el libro decepcionados. La construcción del personaje parece ir dirigida a una redención que nunca llega, y quizás mejor así, porque reducir el acto imperdonable a razones de salud mental solo resultaría en una utopización de la maldad inherente a algunos seres humanos.
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