Definitivamente, si hay una certeza que se impone sobre todas las demás al terminar esta novela, es que se trata de la novela más divertida desde las excéntricas memorias del grupo Hollywood Brats escritas por Andrew Matheson bajo el título de “Te potaría encima”.
No hay forma de evadir la carcajada en semejante sucesión de situaciones delirantes, protagonizadas por Francis Plug, un ser tan enajenado como entrañable, una especie de variación del inolvidable protagonista de “La conjura de los necios”. No en vano, lo que tenemos aquí es nada menos que a un obseso de los ganadores del premio Booker. En base a este punto de partida, asistimos a una representación delirante de lo que supone será autor en el siglo XXI. A partir de esta excusa, Ewen ha estructurado una oda de irreverencia ante la necesidad de formar parte del entramado social que da cuerda a nuestro día a día.
La soledad del inadaptado en la sociedad alcanza tintes épicos a lo largo de un texto labrado a golpe de humor británico de cinco quilates, en el cual los diálogos encadenados durante las presentaciones literarias a las que acude Plug se pueden considerar como algunos de los momentos más conseguidos de lo que nos ha proporcionado la comedia desde los tiempos en los que John Fante hacía hablar a su inigualable señor Bandini.
Que esta novela sea comparable a los textos más hilarantes de entre todos los logrados por Fante da buena fe de la relevancia del manuscrito creado por Ewen, un neozelandés tan british como las chaquetas de Ray Davies y las parkas de Liam Gallaguer. Y es que, ante todo, lo que no se puede negar tras esta lectura es la imperiosa necesidad de colocarlo en la estantería entre las novelas de P.G. Woodhouse y los textos más descacharrantes del imprescindible Jonathan Coe. Tal como se debería decir en estos casos (y perdonen la chabacanería), tonto quien no lo lea.
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