Quizás es ya un cliché aquella historia de una mujer que, cansada del ajetreo de la ciudad, se traslada al campo para encontrarse a sí misma y vivir los últimos años de su vida en plenitud. Quizás es precisamente por eso que “En casa” se queda corto. Hermann sin duda pone las piezas adecuadas para construir algo estimulante e incitador, pero no consigue dar el paso que separa a un texto redundante de una joya de la literatura contemporánea.
Como es común en las novedades literarias actuales, su tema central son las relaciones humanas. En este caso, y siempre dentro de la heteronormatividad, la autora explora relaciones no-convencionales. La protagonista anónima mantiene un contacto estrecho —hasta el nivel de escribirle cartas a diario— con el que aún considera su marido a pesar de estar separados; cuida al padre del hombre inaccesible emocionalmente (uno de esos tenía que haber…) con quien se acuesta como si fuese el suyo; y siente una repugnancia profunda hacia su hermano pero desea compartir recuerdos de infancia con su cuñada Nike, una chica de veinte años consentida y muy traumatizada.
No podía faltar tampoco el inciso feminista metido a presión y poco desarrollado. En este caso, partiendo de una historia legendaria sobre una ondina (ninfa acuática parecida a una sirena) torturada y maltratada por un grupo de hombres, Hermann traza un hilo con el trauma infantil de Nike, a quien su madre encerraba en un cajón durante días, y la trampa para martas que la protagonista coloca en su jardín.
Indudablemente hay fragmentos cautivadores; desde la descripción del paisaje de la Alemania rural hasta la obsesión archivística del marido y su inmensa colección de objetos huérfanos, o la reflexión sobre el desamparo que uno siente tras la marcha de los hijos. A excepción de éstos y otros ejemplos, el estilo es sencillo, más bien insubstancial y con poco análisis psicológico de los personajes.
En definitiva, es como un cielo donde de vez en cuando parece vislumbrarse la luz del sol, pero pronto las nubes lo vuelven a cubrir y el día se queda en ese color insulso que impele a quedarse en casa.
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