The Endless Coloured Ways: The Songs Of Nick Drake
Discos / V V. A A.

The Endless Coloured Ways: The Songs Of Nick Drake

8 / 10
Carlos Pérez de Ziriza — 14-07-2023
Empresa — Chrysalis

Pocas veces una carrera tan corta inspiró a tanta gente. Solo tres discos, pero vaya herencia. Si Nick Drake levantara hoy en día la cabeza, se asombraría de lo concurrida que es su parroquia de seguidores y legatarios. De Paul Weller a Iron & Wine, pasando por Belle and Sebastian, Kate Bush, Iron & Wine o Jose Gonzalez, entre muchísimos más, han declarado su devoción. También cineastas como Wes Anderson. No hay papel para citar ni a la mitad. Murió en penuria, pero su recuerdo no deja de reverdecer. Su obra fue de efecto retardado. Este no es el primer disco de tributo que se le dedica, pero sí puede ser el que mejor explica lo maleable de su repertorio desde la sutileza. El plantel es, desde luego, difícilmente mejorable. Y todos tienen algo que aportar.

Desde distintos enfoques, Let’s Eat Grandma, AURORA y John Grant le inyectan cierto pulso electrónico a “For The Morning”, “Pink Moon” y “Day Is Done”. Ninguna desentona. Quizá porque las canciones de Drake eran lienzos susceptibles de ser embellecidos por múltiples tonalidades, de tan austeras. Funcionan como plantillas. Y estas 23 canciones balancean de forma ejemplar entre la reverencia y la autoafirmación: posiblemente la clave a la que debería aspirar toda versión proteica.

Craig Armstrong y Self Esteem bañan en esplendor cinemático “Black Eyed Dog”, John Parish y Aldous Harding aligeran el ritmo de “Three Hours” en modo motorik, Fontaines DC acercan “Cello Song” a su terreno de folk post punk, Nadia Reid hace que “Poor Boy” supure groove y Karine Polwart con Kris Drever preservan la serena belleza de “Northern Sky” con un inédito halo jazz. Otras revisiones, como las de Mike Lindsay con Guy Garvey (“Hazey Jane II”), Joe Henry con Meshell Ndegeocello (“Time of no Reply”) o Katherine Priddy (“I Think They’re Leaving Me Behind”) se aferran más al canon folk de la materia prima, pero todas añaden pinceladas propias desde el cariño y la delicadeza, completando un vivaz y diverso tapiz de sensibilidades que conectan con la del homenajeado. Y eso es suficiente.

 

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