El caso de Peter Murphy bien podría asemejarse, sin necesidad de tirar de demasiada imaginación, al de Iggy Pop. Ambos deben considerarse, en todo su esplendor, padres del rock musculoso, en su vertiente punk en el caso del ex Stooges y tornado hacia una oscuridad gótica y manifiesta referido al líder de Bauhaus. Su presente cabe entenderse, de alguna manera, como una lucha constante contra su propia leyenda, con batallas concretadas en cada nuevo álbum que ve la luz bajo tan reverenciables etiquetas.
Surge entonces el nada sencillo objetivo de esquivar la auto caricatura, al tiempo de mantener dosis relevantes de vigencia y credibilidad décadas después de haber marcado aquellos parámetros que seguirían un sinfín de formaciones posteriores. También en paralelo parecen ir las carreras en solitario de los autores: ambas longevas, ambas ataviadas con inevitables bandazos y, en media, ambas dotadas con una más que loable dignidad. En el que es primer disco de Peter Murphy en más de una década –su última entrega hasta la fecha había quedado concretada en “Lion” (Nettwerk, 14)–, el británico lucha con ferocidad contra ese propio reflejo que, mal encauzado, podría haber convertido a la obra en algo cercano a una parodia.
O, cuando menos, haber derivado en un álbum sin chicha ni garra. Y, sin embargo, Murphy sale airoso de la trampa y consigue rehacerse durante buena parte del presente “Silver Shade”, el que hace undécimo disco en solitario del casillero. Una buena forma exhibida desde el logrado ramalazo ochentero de la inicial “Swoon” a la final (con la colaboración de Boy George) “Let The Flowers Grow”–dos de las destacadas del lote–, pasando por la épica sombría de “Hot Roy”, el lucido single “Sherpa”, “Soothsayer” o el medio tiempo “The Artroom Wonder”. En el extremo opuesto se situarían piezas algo más previsibles como “The Meaning of My Life” o esa “Time Waits” con chirriante introducción aflamencada.
Un tratado de doce nuevas canciones en el que el músico luce, en efecto, creíble y lo suficientemente aguerrido como para dar de paso el producto con muesca entre la aprobación y la relativa sorpresa. “Silver Shade” es, en definitiva, una buena noticia, sobre todo en base a una ejecución vocal que sigue resultando imponente (y, de paso, reconocible). Y a pesar de que producción y arreglos se empeñen, por momentos, en adornar el asunto y disimular unas arrugas y cicatrices que, en realidad, debería lucir con el orgullo del veterano.
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