El nomadismo musical de Víctor Herrero, un tipo que ha frecuentado los escenarios de medio mundo acompañando a Michael Gira, Baby Dee o Keiji Haino, vuelve a concretarse de nuevo en compañía de su esposa Josephine Foster y su hermano José Luis con una colección de canciones que amplía gozosamente su tapiz cromático, redondeando ese trayecto que ya inició con el guiño a Lorca de “Anda Jaleo” (2010) y la relectura de la tradición en “Perlas” (2012).
Ahora también con la colaboración de Lorena Álvarez y el japonés Taku, oscilando entre el folk espectral -un sesgo compartido con Matt Elliott: no es casualidad que también hayan girado juntos- de “Manolo” y el pálpito festivo de “La Breva”, “Atapuerquillo” o “Macho y hembra” (¿Jonathan Richman cuando cantaba en castellano?). Música vivaz y pura, menos austera y más jovial que el trabajo en solitario de Herrero, que hermana tradición popular y experimentación en milagrosa cópula.
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