La nueva propuesta del dúo afincado en Sopela viene cargada de aspereza y crudeza. Los hermanos Etxebarria practican surf en un lodazal de doom y sludge, cogiendo también algunas olas de hardcore y death metal.
El álbum empieza con "Pangea". Susurros inquietantes se rodean de una instrumentación hipnótica que va ganando en intensidad a cada segundo. El comienzo ralentizado de "Primitive" da paso a una explosión de rabia gutural, un acelerón guitarrero, y unos golpes de batería dinámicos y contundentes. En la parte final, la vuelta a la bajada de revoluciones termina de dar forma a la montaña rusa de sensaciones. En "The Cavern" nos espera, hibernando, una bestia salvaje, despertada por una introducción densa y distorsionada al máximo. Nos invita a dar media vuelta con sus bramidos, para terminar desatando su furia depredadora. "Megalodon" supone un punto de inflexión, una relajante separación entre la primera y la segunda parte del disco. Banda sonora para una película rodada en alguna llanura abisal."Bonfire", con esa percusión fabricante de ritmos marciales, promete rock metalero de calidad, y acaba creando una inmensa hoguera, alimentada con la basura recogida en el vertedero más cercano. Los riffs de cemento armado de "Death Struggle" se apoyan en una voz potente, grave casi todo el tiempo, pero que recurre a chillidos agudos para expresar toda su desesperación. "Aegnap" cierra el círculo y resulta ideal como conclusión. La atmósfera atormentada y la pesadumbre del principio, se van transformando en un ambiente de ira incontrolable. Comportamiento maníaco-depresivo sin visos de solución.
Siete temas extremos y enfermizos, poco más de media hora de sonidos primigenios, que hacen que salgan a relucir los instintos más primarios.
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