What I Breathe
Discos / Mall Grab

What I Breathe

8 / 10
Carlos Pérez de Ziriza — 22-09-2022
Empresa — Looking For Trouble
Género — Electrónica

Se crió escuchando a Talking Heads, Devo o Roxy Music, puntales de la colección de discos de sus padres, le pegó luego al punk rock mientras sacaba humo a su tabla de skate y acabó convirtiéndose en uno de los DJs con más proyección de la escena del house en baja fidelidad (lo fi house) que tanta efervescencia ha ido generando durante la última década desde plataformas como soundcloud, siempre con metodología doméstica, desde la ética de dormitorio, lejos de las grandes producciones.

Se llama Jordon Alexander, es australiano y tiene 28 años, y en este primer álbum a su nombre (porque lo de 2015-2017, publicado en 2021, fue un recopilatorio) tras más de una veintena de singles y EPs despachados en siete años, afirma rendir un sentido tributo al continuum de la música de baile de la que ha sido su ciudad de residencia durante todo este tiempo: Londres. El relato que comienza en la cultura rave de finales de los ochenta, la IDM, el breakbeat o el drum’n’bass, en Underworld o Goldie, y continúa con The Streets, MJ Cole, Craig David, Burial, Skepta, Disclosure, James Blake, Jamie xx o Bicep. Casi nada.

¿Rendición o renovación? Quizá haya más de lo primero que de lo segundo. Está caro eso de inventar la pólvora en materia electrónica hoy en día. En cualquier caso, es un gustazo (y no tan habitual, desde luego) toparse con un álbum que recree tan bien y al mismo tiempo el ambient ensoñador de la escuela The Orb (“Hand In Hand Through Wonderland”), los teclados de herencia latin house (“Love Reigns”), la primera IDM (“I Can Remember It So Vividly”), los breaks rompecuellos del mejor jungle (“Metaphysical” o “Times Change”, esta última con los raperos D Double y Novelist), el bass house (“Without The Sun”) e incluso los ecos del two step más barrial en “Understand”, con la voz gritona de Brendan Yates, de los hardcoretas Turnstile, señalando el camino.

Quizá sea una depuradísima nostalgia de lo no vivido o el fruto de una dieta musical modélica. O ambas cosas a la vez. Pero son trece cortes irreprochables, que optan a sustanciar uno de los indispensables artefactos dance de la temporada.

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