The Greater Wings
Discos / Julie Byrne

The Greater Wings

9 / 10
Carlos Pérez de Ziriza — 21-08-2023
Empresa — Ghostly International
Género — Folk

Cuesta recordar un disco tan sublime de entre los nacidos del duelo. Uno que irradie tal derroche de belleza sobrenatural. Uno que emita una sensibilidad de un poder curativo tan desbordante. Uno que trascienda los límites de lo carnal para fundirse con la naturaleza de un modo tan fluido. “Siento la inclinación del planeta, el panorama del valle, mídeme por lo que he arriesgado”, canta Julie Byrne – estudiar ciencias ambientales también debe ayudar – al comienzo de la canción que da título a este disco (la primera), antes de decir “siempre estás en la banda, siempre bajo tierra, nombra mi dolor para dejarlo cantar”. Y aunque uno desconozca el trasfondo, intuye que se dirige a una pérdida irreparable. Es la de su productor y ex pareja sentimental, Eric Littman, fallecido repentinamente en junio de 2021, a mitad de estas sesiones. De ahí, en parte, la espera de seis años tras el más que notable "Not Even Happiness" (2017): su material quedó varado durante seis meses, hasta que Alex Somers (colaborador y pareja de Jón Þór Birgisson “Jónsi”, de Sigur Rós) retomó su producción. El proceso se ralentizó. Y valió la pena esperar.

Algunas de sus canciones ya estaban escritas antes de la muerte de Littman, pero incluso esas resuenan con la gravedad de las profecías autocumplidas. Con un aplomo inverosímil si tenemos en cuenta que la neoyorquina solo tiene 32 años y nos canta sobre la pérdida como si tuviera sesenta. Su prodigiosa voz y su sensible fingerpicking son parte del milagro. Podríamos tildarlo de folk levitante y mercurial, realzado (en esto también sube la apuesta respecto a sus antecedentes) por algunos sintetizadores, arreglos de cuerda, un arpa y algún piano, pero cualquier etiqueta se queda cortísima si lo que de verdad queremos es hacer justicia a “Moonless”, “Summer Glass”, “Summer’s End”, “Death Is The Diamond”, “Hope’s Return” (mi favorita, con la mano de Jefre Cantu-Ledesma y esos “paseos suficientemente largos para liberarme de mi mente” en emocionantísimo crescendo, retomando aquella “Love’s Refrain” que nos hizo salivar hace tres años, cuando suspirábamos porque Byrne nos regalara algo nuevo) o prácticamente a cualquier otra de las que integran un decálogo del que tan solo “Portrait Of A Clear Day” parece bajar del sobresaliente. Nueve maravillas y media sobre diez: un disco tan consciente de la cercanía de la muerte que inspira – y transmite –, desde la serenidad y una sabiduría prematura, unas irresistibles ganas de vivir y de amar. No es (solo) un disco. Es un prodigio.

 

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