Necesitamos más bandas como Haiku Hands. Con la misma jeta, el mismo descaro, la misma insolencia. Con la misma chispa. Con esa forma de asimilar decenas de influencias cuando tan solo cuentan con un álbum: este debut, que llega un año después de su estreno español en Mad Cool y Razzmatazz, y tres después de debutar con el single “Not About You”, primer aviso de su enorme potencial. Un largo homónimo en el que, además, apenas hay grasa, todo es fibra. El trío femenino australiano, formado por Beatrice Lewis, Claire Nakazawa y Mie Nakazawa, debuta a lo grande en el sello de Diplo con un rosario de bangers de propiedades sísmicas, ideal para romper caderas y dislocar cogotes en la intimidad, a la espera de que algún día podamos hacerlo en esos clubs, garitos y concurridos eventos (dejados de la mano) de Dios. No extraña que las tres se conocieran en festivales de la zona de Melbourne y Sídney. Basta escucharlas.
Son muchos los nombres que se le agolpan a uno en la cabeza: Beastie Boys, Basement Jaxx, Missy Elliott, The Go! Team, Grimes… a veces parecen un cruce entre las HAIM y Chic (el groove y la guitarra a lo Nile Rodgers de “Jupiter”) y otras una improbable alianza entre Madonna y Die Antwoord (“Fashion Model Art”, con Sofi Tukker), pero siempre se las apañan para que su música – henchida además por textos de reivindicación feminista – suene fresca, vivaz, elástica como una pelota de goma que rebota una y otra vez contra la pared, sin dar tiempo a que el oyente recupere el resuello ni tampoco a que se aburra. Ya sea tirando por la senda de un r’n’b huesudo en conexión directa con la contemporaneidad como surtiendo el carburador de hip hop old school al que añaden ramalazos tribales o conectando con el generador de energía del electro más infeccioso. Hasta el eco de retumbante línea de bajo del “Gigantic” de los Pixies aflora al inicio de la fantástica “Car Crash”, tan “fucking awesome” como reza su estribillo, el instante más pop en su media hora larga de minutaje.
Un chute de prozac contra ese abatimiento que se obstina en esperarnos tras la esquina. Denle al play. Sin pensarlo.
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