En 1996 quedó materializada una de esas alianzas sorprendentes y a priori poco probables, con la publicación de un álbum de estudio firmado a la par por Tim Booth –la inconfundible y portentosa voz de los no menos míticos James– y el excelente compositor de bandas sonoras Angelo Badalamenti –conocido, entre otros méritos, por poner música a no pocas películas de David Lynch–.
Una sinergia del todo inesperada y bautizada con el (poco) disimulado nombre de Booth & The Bad Angel, que derivó en álbum homónimo y que, a pesar del encantador desenlace, nunca llegaría a tener continuidad en el tiempo. Un trabajo más que notable que procede reivindicar sin tapujos tras el reciente fallecimiento de Badalamenti el pasado mes de diciembre, atendiendo también a la considerable cantidad de dianas que sus autores acertaron a colocar entre las once seleccionadas.
Lo cierto es que británico y norteamericano contaron con ayuda en forma de colaboraciones, entre las que destacaban la presencia del ex Suede Bernard Butler como guitarrista, el bajista Mark Egan –procedente del mundo del jazz y habitual de Pat Metheny y Gil Evans–, y el batería Graham Hawthorne, además de puntuales apariciones vocales a cargo de Chloe Goodchild, Allison Cornell, Joy Askew y hasta el mismísimo Brian Eno en la insinuante “Butterfly's Dream”.
En la práctica, el resultado se acercaba bastante más a un disco de indie-pop con la impronta de la época que a aquel tipo de instrumentación clásica ideada para musicar imágenes. Tanto que cabría colocar “Booth & The Bad Angel”, sin demasiado riesgo ni atrevimiento, al lado de discos de James cercanos en el tiempo del tipo de “Laid” (Mercury, 93), “Whiplash” (Fontana, 97) e incluso “Millionaires” (Decca, 99).
A la extraordinaria interpretación vocal de Booth (sita sin reparos en primer plano del invento) cabe añadir las impecables estructuras de las que presume cada canción, con el siempre intachable trazo del de Nueva York diseñando argumentos sobre los que reposar las desbordantes maneras del cantante.
Aunque solo dos singles fueron extraídos del lanzamiento, lo cierto es que una amplia mayoría hubieran podido funcionar como tal, más allá de la esplendorosa “I Believe” que abría el elepé y la sedosa “Fall In Love With Me”. Sucedía con “Old Ways”, “Hit Parade”, la preciosa delicadeza de “Rising”, “Heart” y hasta la oscuridad latente en “Dance Of The Bad Angels”, así como ese cierre distinguido que es “Hands In The Rain”.
“Booth & The Bad Angel” destilaba una valiosa elegancia intrínseca, emergiendo a lo largo y ancho de un elepé en el que sus firmantes potenciaron cualidades propias y ajenas hasta alumbrar esa obra que, más de un cuarto de siglo después de su lanzamiento, luce el apreciado don de la atemporalidad.
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