Todo lo que rodea el lanzamiento de “Alles Wieder Offen” convierte al nuevo álbum de Einstürzende Neubauten en el más esperado y, a priori, impredecible de la banda germana en su ya larga carrera. Por un lado por el definitivo abandono de la disciplina de los Bad Seeds de Nick Cave por parte de Blixa Bargeld, abandono que “oficialmente” fue justificado por la necesidad de concentrarse de una vez por todas en su propia banda, en aquella en la que ejerce como líder absoluto.
Pero esa no ha sido la única ruptura que ha tenido a los Neubauten por protagonistas, pues tras más de una década de crecimiento al amparo del sello Mute (posteriormente absorbido por EMI), han decidido romper peras con la industria musical establecida, publicando este álbum en su propia casa, Potomak, autofinanciándose a partir de las donaciones de los fans a través de la website. Además, el proceso creativo y la evolución de las canciones han ido sometiéndose a debate público entre sus “supporters”, en un intento por eliminar de un vez por todas ese muro empresarial, que supuestamente separa al creador de su audiencia. Es esa una idea que no deja de resultar peculiar viniendo de una banda que si por algo se ha destacado a lo largo de sus casi treinta años de existencia es por haber haberse manejado con libertad absoluta, firmando obras tan radicales como “Kollaps”, “Halber Mensch” o “Ende Neu”. Una vez escuchado “Alles Wieder Offen” sólo queda reafirmarse en que la maniobra, un poco a la manera del anuncio de Radiohead estos mismos días, tiene bastante más que ver con el marketing y lo económico (la obsesión porque nadie que no sea el propio músico se lucre con su música) que con lo meramente artístico. Porque en ese aspecto el disco no encaja mal como parte de una supuesta trilogía de la mano de “Silence Is Sexy” y “Perpetuum Mobile”. Frente a éstos, se potencia la tensión en la mayor parte de unos temas que parece que van a estallar en cualquier momento -sin terminar de hacerlo nunca- y hay menos espacio para la lírica y los pasajes orquestales. En su lugar los berlineses aprietan los dientes y cuando juegan a geniecillos de laboratorio miran de reojo a los clásicos del kraut, acercándose más que nunca a Can, Harmonia y hasta a los primeros Kraftwerk, por lo hipnótico y metalizado de un sonido que, sin ser electrónico, en ocasiones suena como tal. Por todo ello, no cabe tanto hablar de otra vida como de paso adelante -y van…- en la carrera de esas casas nuevas que nunca acaban de derrumbarse.
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