A River Ain’t Too Much Love
Discos / Smog

A River Ain’t Too Much Love

8 / 10
Redacción — 15-06-2005
Género — Pop
Fotografía — Archivo

A Bill Callahan no le cuesta nada cambiar. A lo largo de doce discos ha pasado por más estados incluso de los que en principio podíamos imaginar. Ha contenido sus nervios, los ha hecho explotar, ha sido el más divertido, el más serio, el más patán y el más reflexivo, ha sido incluso el más clásico. Por eso cuando habla de “librarse de la pornografía de su pasado” (“Running & Loping”) lo acaba haciendo en su disco más desnudo.

En “A River Ain´t Too Much Love” apenas suenan su guitarra, su voz y ese sentido del ritmo tan peculiar, apuntalados por la exuberante sutileza de la batería de Jim White (Dirty Three), subrayando el nervio subterráneo de unas canciones que se hacen fuertes muchas veces gracias a su contención. Y sin embargo, esta desnudez que tampoco es tanta (incluso con la compañía de cuerdas y piano parece estar cantando solo) no es el cambio más sonado. Despojado de adornos, lo que ya intuíamos en su anterior “Supper”, nos explota en la cara: Bill Callahan está cantando mejor que nunca, saboreando cada palabra, alargando y modulando las sílabas como el más cínicamente sincero de los cantantes de soul.

Su voz nunca había sonado tan serena como en “In The Pines”, nunca había parecido disfrutar tanto de sus propios recursos (y eso incluye a la guitarra), nunca se había mostrado tan libre como hoy, explicando sin explicar, con una mueca torcida y ojos brillantes de niño travieso, el porqué de sus canciones y sus cambios.

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