Punk, sudor, reencuentro y confeti
Conciertos / Sum 41

Punk, sudor, reencuentro y confeti

7 / 10
Andrea Coll — 18-01-2017
Empresa — Live Nation España S.A.U.
Fecha — 17 enero, 2017
Sala — Razzmatazz 1, Barcelona
Fotografía — Hara Amorós

Dos décadas, seis discos, abandonos, vueltas, centenares de conciertos por todo el globo y algún que otro susto. Todo esto y más les ha ocurrido a Sum 41 desde el primer concierto de su historia allá por el verano del 96. No mucho antes de aquellos años, mientras en Canadá se gestaba una de las bandas más representativas de la oleada pop punk noventera, nacían la mayoría de chavales y chavalas que ayer se amontonaron (algunos hasta acamparon ante la Sala) y reventaron Razzmatazz durante las dos horas de show.

El espectáculo arrancó con un repaso, más bien corto y por compromiso, al “13 Voices” (16) acompañado de un manto de pantallas de móvil que buscaban a Deryck Whibley y compañía. Pero a la que nos despistamos, los canadienses dieron paso a la locura extrema. A medida que iban saliendo los viejos temas más esperados de “Does This Look Infected?” (Island, 02) “All Killer, No Filler” (Island, 01) y “Chuck” (Universal, 04), los móviles desaparecieron para dar paso a incontables pogos, confeti y sudor, mucho sudor. Una auténtica fiesta de garito punky donde Whibley se metió en el papel de estrella con ganas de volver a ser un líder, lejos de los serios problemas con el alcohol que hasta le obligaron a tener que aprender a andar otra vez.

Pero no todo puede ser fiesta. En algunos momentos el ansia de ir disparando temas y crear espectáculo jugaron alguna que otra mala pasada a la banda. Por ejemplo, en canciones tan sentidas y delicadas como “Pieces”, los instrumentos, coros y voz no combinaron muy agradablemente a pesar de una gran intro acústica donde espectaculares dobles voces entre Whibley y el público nos erizaron la piel. Buena jugada, porque su voz ya no es la que era y tuvo que ingeniárselas para bajar el tema unos tonos. La recta final del concierto se vio venir con la voz (visiblemente cansada) de Whibley, que durante todo el show tiró de comparsas: bajando a cantar entre el público, recordando a los fans que son una gran familia, sacando —sin saber el pobre que se llevaría más de un grito de desaprobación— una bandera española y hasta jugando con globos gigantes. Pero aún tenían dos últimas armas antes de bajar el telón: “Welcome to hell” y “Fat Lip”, con las que podrían claramente haber cerrado una potente noche para el recuerdo. Pero el punto y final —y más de relleno que otra cosa— lo puso el teatro de “Pain For Pleasure” con los artistas disfrazados de estrellas glam, como en el videoclip del tema.

Posiblemente gran parte del público apenas rozaban la mayoría de edad la última vez que retumbó el riff de “In too Deep” en Barcelona, en 2010. Pero lo bueno de estos grupos es que respiran del aire fresco de post-adolescentes ya crecidos rebosantes de energía. Barcelona se calzó las zapatillas otra vez para volver a vivir durante dos intensas horas los primeros años del dos mil, montados en skate y silbando a ritmo de “Fat Lip”.

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