El juego del calamar
Conciertos / Squid

El juego del calamar

8 / 10
JC Peña — 26-09-2023
Empresa — Primavera Sound
Fecha — 23 septiembre, 2023
Sala — Copérnico
Fotografía — Natalia García

El calamar es un ser raro, escurridizo y enigmático que habita las profundidades del océano para dejarse ver de vez en cuando. En Madrid se come en bocadillo, pero eso es otro tema…Los de Brighton, bautizados con un punto friqui como la criatura - en inglés la palabra tiene otras acepciones coloquiales- cultivan igualmente el misterio para ofrecer una propuesta tan fascinante como exigente por momentos.

Juguetones, intelectuales, ambiciosos y cerebrales, Squid renuncian a las concesiones, y, sin llegar a los extremos de sus colegas Black Midi de la escena del Windmill, pueden resultar un poco áridos en su imprevisibilidad. Pero visto lo visto en Madrid, han conectado a las mil maravillas con el público intergeneracional y entusiasta, muy dispuesto a dejarse llevar por sus acelerones y súbitos frenazos, que abarrotó la sala. No subestimemos su mérito.

La tímida londinense Naima Bock puso todo de su parte para elevar sus bonitas canciones acústicas de folk delicado y preciosista muy deudoras de la escuela atemporal de Joni Mitchell. Lástima que una parte del público no estuviera por la labor, desluciendo un poco su ajustado set entre el barullo ambiental. No lo tienen fácil quienes defienden sus canciones con una simple guitarra acústica en escenarios pensados para grupos. Quedémonos con lo positivo: el respeto cariñoso de los que se congregaron en la esquina del escenario donde abrió para sus compatriotas.

Media hora después de que hubiera terminado la ex Goat Girl, el quinteto británico irrumpió con exquisita puntualidad. Dejando claro desde los primeros compases de la intro que su fuerte es pasar con total fluidez y naturalidad de las atmósferas abstractas a pasajes de ferocidad rítmica propulsados por el batería y peculiar frontman (por decirlo de alguna manera) Ollie Judge. En realidad, más allá de la competencia individual de cada miembro, Squid es una unidad orgánica de músicos excelentes -capaces de intercambiar instrumentos, tocar la trompeta y el violín o compartir percusiones-, cuya interacción, forjada en dormitorios adolescentes y el local de ensayo, genera un poderoso fluido sonoro. Su música oscila entre el futurismo electrónico de la escuela Warp (sello en el que militan), el jazz mutante, el math rock progresivo de gafas de pasta y, por supuesto, el funk punk. La banda sonora de una distopía bailable.

Aquí y allá, sobre todo cuando bajan de revoluciones y divagan por el espacio exterior, pueden pasarse de intelectuales, pero remontan los pasajes más indigestos recurriendo a la energía punk -el pogo que montaron en sus momentos más asilvestrados fue memorable- y al poder hipnótico del kraut. Apoyándose en un sonido excelente, con ecos a bandas de vanguardia hoy poco citadas como Tortoise (y demás gente de Chicago) los muchachos se benefician de esa sana falta de prejuicios de su generación para sacarle el jugo a una fórmula propia que han perfeccionado en el material de sus dos álbumes.

Su particular lectura del rock con inquietudes (llámese post-punk) podría condensarse en la espléndida ”Narrator”, odisea de ciencia ficción chunga de diez minutos en la que primero ponen a bailar al personal a base de guitarras dislocadas y ritmos a cuchillo para meterle después en un trance de bajo obsesivo que se alarga entre el ritmo sostenido infinito y los alaridos del cantante-batera, que lo da todo. En vivo la enriquecen con matices electrónicos y rítmicos muy eficaces. Interpretada hacia el ecuador del set, fue uno de los momentos álgidos de un concierto que cerraron sin bis, reconociendo con buen juicio la necesidad de ajustar su propuesta a una hora y media para que no pierda fuelle ni poder de fascinación. Y así, sin necesidad de recurrir a un chorro de tinta ni a concesiones en forma de bis, el raro calamar grupal volvió a las profundidades para preservar su aura misteriosa, dejando un único mensaje de boca de su portavoz: “Os queremos”.

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