Francis Bacon contra las chicharras
Conciertos / Niño De Elche

Francis Bacon contra las chicharras

9 / 10
Fernando Acero — 29-07-2020
Fecha — 26 julio, 2020
Sala — Castell de Montjuïc / Barcelona
Fotografía — Carles Rodríguez

Cuando uno lleva muchos años en la frenética rueda de la asistencia compulsiva a eventos de música en vivo, es imposible no sentirse emocionalmente colapsado ante un calendario tan desolador como el de este fatídico 2020. No somos pocos los que hemos abordado el reenganche a ellos desde un subjetivismo algo exacerbado, pero el temple es virtud poco honrosa cuando semana tras semana observamos cómo artistas, promotores y otros profesionales del sector caen en la más absoluta miseria ante el obvio desamparo gubernamental para con todo aquello que suene a cultura.

En ese sentido, resulta gratificante ver cómo la perspectiva asociativa y cooperativista de Sala Barcelona, proyecto aupado por la Associació de Sales de Concerts de Catalunya y el Institut de Cultura de Barcelona, ha logrado no sólo revitalizar el maltrecho tejido cultural local, sino hacerlo desde el más estricto sentido del cuidado hacia los artistas del entorno alternativo español y, por supuesto, hacia el público, garantizando siempre su seguridad y bienestar.

La cita de la noche era el concierto de Niño de Elche. Llegamos al monumental recinto del Castell Montjuïc flotando sobre los beats etéreos de Mans O. Su distendido set acompañó la caída del sol, y con ella la subida al escenario de Raúl Cantizano y Niño de Elche a dúo, o más bien a cuarteto con sus mascarillas. La ironía de la performatividad pronto se hizo patente: la potente introducción a capella de “El Pregón de los Caramelos” no tardó en fundirse en una suerte de palmeos de Raúl hacia el torso de Francisco - y viceversa -, desembocando en juegos polirrítmicos que incluyeron fragmentos de “Los Esclavos”. Sus palabrillas de amores despertaron las habituales carcajadas de incredulidad a las que ya nos tiene acostumbrado el iliciatno - no tenemos más que echar un vistazo al literal despelote del que fue protagonista en sus conciertos de la "Antología del Cante Flamenco Heterodoxo" (18).

Pero esas risas se ahogaron entre los versos de la pieza contigua: el lastimero recitar de Niño de Elche escudado tras un libro borró toda posible expresión de jolgorio de un público anonadado. Un sórdido y acertado poema sobre el contagio, la enfermedad y la ignorancia de la misma ensombrecieron los cuatro muros del recinto. Cantizano enfrió el ambiente con una obstinada rítmica monótona, más propia de un post-punk nihilista que de unas soleás quejicosas. Las voces de ultratumba de Paco desafiaron el persistente canto de las chicharras. El fantasma de Francis Bacon estuvo ahí. Los loops explosionaron en un clímax catártico, poderoso, casi doloroso.

Cualquiera diría que el concierto hubiera podido terminar ahí, en menos de media hora, pero no fue más que el punto de inflexión a partir del que se empezó enarbolar la faceta más lúdica de su repertorio hasta la fecha. “Informe para Costa Rica” y “Nadie” encabezaron una serie de pirotecnias vocales, ora expresionistas, ora cubistas - que se lo digan si no al bueno de Pepe Marchena - que desembocaron en la muy asalvajada “Deep Song de Tim Buckley (Lorca)”. Hubo también, por supuesto, espacios reservados para una emotividad íntima, existencial: su “Flor-Canto”, en homenaje al nicaragüense Ernesto Cardenal, fue otro de esos momentos que encogen verdaderamente el corazón.

Es difícil discutir, en cualquier caso, que el punto álgido se alcanzó con el sádico misticismo amoroso de su “Canción de Amor de San Sebastián”, a modo de bis agridulce. Los versos de T.S. Eliot en su voz doliente magullaron los corazones de todos nosotros, henchidos de pasión por la visión extasiante. Y en el fondo de eso se trataba. ¿Os acordabais de qué era sentir emoción en un concierto? La fortuna nos sonrió por una noche y con ella una breve pero significativa tregua al silencio. Una tregua que le debemos a la suma de esfuerzos colectivos que han hecho posible este pequeño lapso musical en un páramo llamado 2020.

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