Magaluf quiere fiesta
Conciertos / Mallorca Live Festival

Magaluf quiere fiesta

8 / 10
Yeray S. Iborra — 22-05-2023
Empresa — Mallorca Live Festival
Fecha — 20 mayo, 2023
Sala — Recinto del Mallorca Life Fest, Calvià (Mallorca)
Fotografía — Foto de Portada Viva Suecia de Xavi Torrent (Cedidas por la organización)

Es la hora de la salida de los niños de la escuela. Pero las carreteras de esta parte de Mallorca están saturadas por otro motivo: Magaluf quiere fiesta. No como la de los telenoticias: balconing, invasión de tejanitas y camisetas de la Premier. La sexta edición del Mallorca Live Festival alborota la isla.

El camino para llegar a pie es un cementerio de restaurantes y bares para guiris. Pero la bienvenida al recinto la hace agradable Judeline. Estrenó Canijo. Atardecía, se agradeció su cuidado y mimo. Un arranque de jueves muy diferente al que ofrecían las guitarras agudas de Courting. La cosa empezó a subir revoluciones con el collage de Rojuu: shoegaze, emo, trash. Su espectáculo suena como un trueno. Y del público se espera lo esperable: jóvenes, perdidos… jóvenes perdidos. Deseosos de melodías. Y guitarras, porque Carlangas y su nueva disposición también ligaron con el respetable. Aire fresco a las guitarras y un saxo que termina por expandir el culebreo. Chapó. Toca algún tema de Novedades Carminha. Pero el ataque del bolo no depende de ello. Gana el espíritu de orquesta. Poco después, rusowsky combina su cara más bedroom con los tempos más festivos. Mérito tiene que en un escenario tan basto consiga calar: vídeos de fondo, street view a cámara rápida, el bolo del día iba a ser de una habitación al cora de unos miles.

Vetusta Morla generó otra intimidad, universal. Y de postín. La zona VIP se llenó; mientras la prensa cenaba, los influencers se hacían las fotos pertinentes con lo más efectista de la noche. Él y ella, ellos y ellas, posaban; quedaban bien, de fondo, en los smartphones última generación las recargadas pantallas de los madrileños.

Natos y Waor -  Foto: Javier Bragado

Natos & Waor le dieron al festival un giro, de esos copernicanos que te dejan descolocado. Su mezcla de guitarras, urban y los meneítos de Waor, son infalibles hoy día. Justo detrás, en el escenario Radio 3, tocaban una suerte de Sparks, Alien Tango. El baño de masas, eso sí, se lo dieron The Kooks y Bad Gyal. Con ideas opuestas: canción vs. producción. Feliz antesala del viernes.

Jimena Amarillo puso la alfombra al segundo día de festival, cantando a la calma. Los inicios de la tarde de la edición, en general, fueron muy acertados. Siempre propuestas con garra, pero que lucían bien con el sol cayendo. "Ahora viene una canción movida. Me abruman tantos decibelios, quiero moverme como Diego de Carolina Durante", dictaba la joven. No hizo falta. Sirve con la batería, el bajo, la guitarra y los personajes en bucle de fondo, unos tristunos diseños a lo Gorillaz. Tocó el "Canon" de Pachelbel, y lo explicó, todo lo cuenta mientras va cantando –mucha autopercepción–, con absoluto gracejo, eso sí. El "Canon" se transformó en "Get lucky". Y después dedicó el bolo a "sus lesbianas de Mallorca". "Las lesbianas que hacemos música, ¡tenemos cabida por fin!".

Después llegaron Second (no les faltó empaque… pero no todo es The National en la viña del señor) y La calor (una sesión tropical y caribeña). Y con ellos, una constatación: lo único que eché en falta del festival, fue algo más de clase media para coser el cartel. Cuando el escenario principal manda, el resto del evento hay momentos en que se para. La espera amenazó tormenta, pero al final fue chirimiri comparado con los chuzos de punta –en forma de barras– de Ayax y Prok, nuevo hito para el escenario Innside, y un flow como nadie más mostró. Tuvieron pasajes de todo: de latineo hasta noventas. También tecno. Comentaron que anduvieron trabajando en Ibiza hace años: "En Ibiza aprendí a apreciar las drogas… Y el tecno", reían.

Ayax y Prok -  Foto: Javier Bragado

También tuvo público el mallorquín ilustre del día, L.A., que coincidía con los granadinos; lo que significa que el sábado hubo más afluencia. El artista, muy eléctrico, dio un repaso por su carrera. Mientras iba terminando, la gente ya se agolpaba al otro lado, en el escenario colindante, para coger sitio para Black Eyed Peas. Con los americanos sí empezó a llover. Justicia poética. Let's get it started, con bombo redoblado para sonar más reggaetonero... Y hasta aquí la innovación. Arrancaron la metralleta de nostalgia, con una batería que muchos querrían así de orgánica, eso sí, se llevaron los vítores y se fueron. Cantaron juntos, se lucieron por separado, sonó "This is love" y "Where is the love". Veinte años llevan buscando el amor. Y mientras los americanos rompían "I gotta feeling" con interrupciones varias, Black Rebel Motorcycle Club se hacían hueco a guitarrazos. Si los Black primeros son unos cazatendencias, estos son unos rechazatendencias; viva la distorsión.

Volvió la lluvia, se repartieron chubasqueros de puro plástico, la gente se hacinó hasta hacer ventosa con ellos, y salió Quevedo. Los móviles se alzaron, hubo redobles, saltó un speech a lo Kanye West, de "número uno", la intro del disco –muy Kanye West, vamos– y todo anduvo frío hasta que empezaron los cañones de humo. Le falta fondo, literalmente: se ahogó defendiendo la jugada él solo con un Dj. Pero con los audiovisuales, el cambio de outfit, los gallos y los watios (y Punto G o el tema producido por Bizarrap) desató la locura general. Las tablas llegarán. Lo contrario a Moderat, que ya van –demasiado– en piloto automático. Empezaron el set más juguetones, pero enseguida tiraron al chisporroteo. Los hubo que se sumaron a esas horas para verles: el festival tiene política para jóvenes y a partir de las 1:30h hay entradas más baratas, para generar relevo de público. Estos cambios vinieron bien, no saturaron el recinto, y dieron nuevo aire. El jueves el espacio respiró (unas 17.000 personas). Viernes y sábado la cifra aumentó a 25.000.

El público, ampliamente local y de unos 25 a 45 años, vivió la nostalgia marcadamente. Muchos habían estado en el Aquapark donde se desarrolla el evento, y del que sólo se conservan algunas baldosas.

Un recinto que el resto del año está cerrado, donde se acumulan las malas hierbas y los setos crecen. La llegada del festival transforma el lugar, bien ubicado, rodeado de montañas. La idea sobre el cambio de localización del festival pasaba por cambiar la cara del ocio de Magaluf. Se consiguió. Sobre todo el sábado, donde los mallorquines vivieron su fiesta en la castigada –mediáticamente– zona de Calvià.

La Fundación Francisco Frankenstein, Nikis de 2023, arrancó el sábado. Pero la gente pasaba de largo, el imán nostálgico, calorro, cañí y bakalero de La Plazuela era demasiado fuerte. Llenan el Innside. La banda está estimulada por la afluencia y feliz por el devenir de los últimos meses. Han dormido una hora hoy. No pasa nada, su Roneo funk club pide trasnoche. Les sienta bien. Ojalá ganen canciones y sean los Estopa de una generación; todas necesitan unos Estopa.

La Plazuela  -  Foto: Javier Bragado

Mientras tocaban Viva Suecia, con una entrega siempre fuera de dudas, muy por encima de otros consagrados de las guitarras como los mismos Vetusta Morla (intensísima la interpretación de "Todo lo que importa"), Mueveloreina y después Putilatex –con la Terremoto como maestra de ceremonias, que recordaría la primera vez de los electroclash en Mallorca tras veinte años de carrera– montaban su rave en el Stage Balearia, el escenario de la noche, por donde desfilarían Locomía (chaladísimo verles en 2023, pero una idea a la que se apuntaron unos miles; su voguing con abanicos merecía un escenario mayor, no fue un simple revival), Hidrogenesse, Joe Crepúsculo, Samantha Hudson o Cascales. Quien quiso fiesta, más purpurina y brilli-brilli, acamparía aquí toda la noche.

Fuera del Stage Balearia, el baile también se impuso. Estaban Bomba Estéreo, !!! (siempre funky enriquecido), Morreo (invirtieron más tiempo en encontrar un outfit vintage, maillot Banesto, que en ecualizar las voces) y los Chemical Brothers. Antes, Blanco Palamera ofrecieron un show regulero, demasiado vaporoso para lo burra de bpms que andaba la noche. Tuvieron poco público, que se quedó atrapado para recibir a los colombianos y a los británicos.

La electrocumbia de Bomba Estéreo no se ha movido un ápice, pero sí mueve a la gente. El sonido costó de empacar: las guitarras y baterías fueron por un lado y las voces por otro. Son mogollón sobre el escenario, pero eso no hace la diferencia. Nunca la hace realmente: Chemical Brothers incendiaron el ambiente, con el mismo concierto de los últimos años, siendo menos en el escenario que en una reunión de vecinos que cae en festivo. Sintes de distracción, beats sinuosos y a sacar máximo partido de la peana.

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