Antonio Arias, ciencia infusa
Conciertos / Antonio Arias

Antonio Arias, ciencia infusa

8 / 10
Rojas Arquelladas — 22-10-2013
Empresa — La Máquina de Escribir
Sala — Teatro Isabel La Catolica / Granada
Fotografía — JM GRIMALDI

En un mundo donde los adjetivos son simplemente ripios azarosos que se intercambian alrededor de artistas momentáneos, me resulta casi vergonzoso alabar a alguien que ni mucho menos lo necesita. Antonio Arias es el humanista del rock español, un crooner de la ciencia y un poeta del cosmos curtido en mil batallas que lo han llevado por campos tan opuestos como el punk y el flamenco. Cicatrices de algunos años que dejan para los amantes a la música un legado que aún se hace más grande con "Multiverso 2". Este disco, no disponible hasta mediados de noviembre, significa la segunda muesca en el revólver de una carrera en solitario entorno a la ciencia de manera empírica-onírica por la que ya el genio granadino había mostrado interés en piezas como ‘Himno a la materia’, obra incomprendida de los siempre imprescindibles Lagartija Nick.

A David Fernández y Víctor Lapido, miembros oficiosos de la formación granadina, ha decidido unir el toque sereno de Miguel Martín, los ecos intergalácticos de la maquinaria de JJMachuca y ese hacer lisérgico de las seis cuerdas de Florent. Con esas armas y la colaboración especial de Soleá Morente reunió más de medio aforo en el teatro Isabel La Católica para repartir su homilía intergaláctica bajo en mano y con pasajes conocidos como ‘Desde una estrella enana’, ‘Multiverso’ o ‘Génesis’. Frente a ellos, ahora aparecen nuevos salmos como ‘La física de la inmortalidad’ o ‘A la materia’, con la hija menor del ronco del Albaicín en éxtasis. Sendos himnos continuistas aunque con mayor espacio para los desarrollos electrónicos y un elemento hipnótico que concordó a la perfección con las proyecciones que inundaron un recinto donde el respetable no sabía bien si aplaudir por miedo a interrumpir un rito o romper en ovación para premiar el trabajo que Arias y los suyos han hecho con obras eternas como ‘Soleá de la Ciencia’ de Enrique Morente. Quizás, como catarsis colectiva, todo acabó con ‘Ciudad sin sueño’ mejor intencionada que conseguida. Un regalo visceral sacado de las entrañas de "Omega" que solamente hizo revalorizar una doctrina sincera a la par que humilde que durante muchos años sigue marcando un camino de los que muchos beben y otros, simplemente, enturbian como falsos profetas.

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