El alcantarillado de Tokio
Conciertos / Amfest

El alcantarillado de Tokio

9 / 10
Fernando Acero — 13-10-2022
Fecha — 09 octubre, 2022
Sala — La Farga / L' Hospitalet
Fotografía — Edu Tuset

Estábamos hablándolo mientras cenábamos con hambre canina en un bar a cincuenta metros del recinto. Hablábamos de Anna von Hausswolff, la relatividad del mérito en la fama, la importancia de las conexiones. También de Rosalía, que es ya un mal tópico invocarla aunque indefectiblemente, sucede. La cuestión era esa: ¿qué significa el éxito?

Esta preguntas puede parecer a priori inocente y hasta naif. Supongo que yendo de Mick Jagger a Kanye West tenemos un cuanto menos estimulante marco de referencia sobre la opulencia y los millones - y por qué no, también la desfachatez del que se piensa influyente - como sinónimos del éxito. Siempre me viene a la cabeza en estos debates el exuberante portento vocal de Alicia Keys en “Empire State of Mind”: ese punto en la cultura pop en el que quedó claro que de lo que se trataba era de ser colosal, el monumento al que vayan a peregrinar masas de poniente y occidente.

Luego me quedé dubitativo un buen rato ante estas imágenes. Por supuesto, una ciudad con sus gigantescas construcciones es como vislumbramos habitualmente este mundo de la música, la farándula y la pompa. Pero una ciudad es mucho más. Una ciudad no funciona sin suministros básicos e ingenierías esenciales para evitar colapsos tipo Bajo Medievo. Como, por ejemplo: los alcantarillados.

Y de alguna forma, no puedo evitar pensar que AMFest es, de alguna forma, esa clase de lugar. Un alcantarillado. El lugar al que acuden las sombras, las vibrantes entrañas de aquello que permanece oculto a la metrópolis, el lugar de la suciedad y también el de la depuración. Y es que esta filosofía no les es ajena: a lo largo de esta ya casi década, su labor humilde y artesana, de espaldas a los grandes focos, les ha valido un aura de dignidad sencillamente reverencial. Su crecimiento diametralmente opuesto a la expectativa, hacia los cimientos de todo lo que consideramos loable en estas latitudes, les ha hecho convertirse en verdaderos gigantes. Un espacio como el de La Farga de L’Hospitalet atestigua el prodigio: de la modestia de La 2 de Apolo a esto ha transcurrido una vida. Un testimonio único e incomparable en la historia de la música alternativa en Barcelona. AMFest es, hoy por hoy, el alcantarillado de Tokio.

Esto, por supuesto, cuesta un precio y algunos sacrificios o compromisos, más allá del romántico que pueda añorar “la escena de los cuatro gatos”. El inmenso espacio polivalente, de sonorización cuanto menos complicada, tiene un hándicap sonoro con respecto a anteriores emplazamientos como Fabra i Coats, lo que en ocasiones nos ha llevado a volúmenes extraordinariamente altos - un saludo a Oranssi Pazuzu. Esto, sumado a una programación prácticamente ininterrumpida sin apenas pausas entre conciertos y sin espacios interiores de desconexión, ha hecho de esta experiencia algo exigente. Pero de nuevo: los compromisos obvios que implica hacerse grande.

Todo tiene su parte luminosa, aún con todo: ¿quién iba a decirles hace años que programar a bandas de la talla de Godspeed You! Black Emperor, Cult of Luna o - la desafortunada baja de - This Will Destroy You iba a ser posible? AMFest es uno de los grandes referentes de la escena alternativa a nivel mundial, y estos intensos cuatro días son la mejor prueba de ello.

Jueves 6 de octubre

Apuntábamos líneas arriba la cuestión del volumen y la soberana hostia que recibimos con el inquietante conjunto finlandés. La cosa es que el primer varazo entre pecho y espalda vino con el post-metal de Irist, una apuesta cuanto menos arriesgada no en términos ya de sonido, que cumplió protocolariamente con la intensidad esperada de un concierto del género, sino con respecto a su inclusión a tan temprana hora, que cayó a peso entre la fiel asistencia. Más acertado hubiese sido haber apostado por nara is neus, cuya identidad sonora podría resultar en un momento dado más idiosincrática en un festival en el que el post-rock es ley. Sí es cierto que a hechos prácticos, el post desapareció rápido de la ecuación a pesar de los distantes ecos de Noveller en su sonido. Enjaulada en un peculiar andamio de escaleras, la artista de Sabadell nos brindó algunos de los momentos más hipnóticos, abstractos y cautivadores de la edición, fundiendo a base de samplers, texturas semimodulares y delays el sentido espacio-temporal de su elaborada obra.

Su set fue el que probablemente ayudase al público a entrar más despejado a uno de los conciertos más sólidos del festival: contra cierto pronóstico, Pallbearer disfrutaron de un sonido extraordinario en el que brilló con fuerza el trabajo guitarrístico de Brett Campbell y Devin Holt. Su monotonía doom, de un tradicionalismo totalmente heterogéneo en el marco del festival, dejó espacio para reconfortantes secuencias solistas y una actitud convincente y decidida. Más tarde, Oranssi Pazuzu llegaron para desmontar centímetro a centímetro todas las convenciones de los americanos, dejando claro cómo de flexible es esto de las etiquetas. Porque si pensamos en este conjunto en términos de metal, hay muchísimas preguntas que hacerse.

Fuera del demencial trabajo gutural de su chamánico frontman, poca huella quedó de lo propio. Sus guitarras limpias de arpegio obstinado dejaron paso a un surrealista paisaje que reinventa todo aquello que alguna vez hayamos entendido como black, desfigurando hasta los extremos el sentido de etiquetas como el krautrock, desafiando sobria y sesudamente el concepto de género con sus composiciones pesadillescas, espaciales, poliédricas: ora trombón, ora sintetizadores obsesivos. Para muestra, “Uusi teknokratia” o el surrealista clímax de “Oikemielisten sali”. Su brutal y obstinado final deconstructivista dejó en un terreno cuanto menos extraño al conservadurismo relativo de Elder, cuyo stoner progresivo tuvo que apostar por sus mejores cartas en clave de riffs para sobrevivir - exitosamente, todo sea dicho - al descomunal recital anterior.

Viernes 7 de octubre

Bromeaba en redes sociales acerca de la salvajada que representa abrir un fin de semana con el post-hardcore de Birds in Row. La sensación de Irist del día anterior vino a ser prácticamente homóloga en la jornada del viernes, salvo con la distancia del certero y atinado repertorio del carismático - y explícitamente politizado - trío francés, que más allá de su coreable “15-38” logró penetrar en el público con temas como el imparable y pasional “Cathedrals”. Lili Refrain, por su cuenta, presentó un set sugerente basado en el live looping, el cual ejemplificó muy lúdica y salerosamente ante una audiencia curiosa y divertida. Si bien es cierto que la limitación del truco fue rápidamente percibida, su neofolk percusivo y psicodélico fue acogido con ganas.

GGGOLDDD

Hablando de acogidas con ganas: GGGOLDDD es probablemente galardón del público de esta edición. La fría e icónica teatralidad de Milena Eva fue fiel reflejo del carácter tan agresivo como contenido de la banda en general, de una linealidad precisa y calculada, orbitando entre los mundos de Portishead y un post-punk de naturaleza cambiante. Probablemente viendo su actuación se entiende incluso mejor el desgarrador mensaje de This Shame Should Not Be Mine. La desnudez y fragilidad de “On You” en un escenario casi vacío, evocando el delicado mundo de ese ya mítico “Hide and Seek” de Imogen Heap, fue irónicamente el punto climático de su celebrada actuación.

Si hablamos de una clara apuesta feminista, Svalbard supo estar a la altura. Tomando el testimonio - distante - de los ausentes Oathbreaker en términos de brutalidad, su metalcore - en el sentido más Converge de la etiqueta - contó con claros hándicaps vocales por la leve afonía de su vocalista que, sin embargo, pudieron ser sorteados con relativa solvencia. Tras su aplastante set, foxtails pisó el escenario con modestia pero desenfado. Su pose relajadamente indie, meramente aparente, pronto saltó por los aires con el math rock más hardcore del festival, haciendo de lo más bestia y técnico un ejercicio de relajación y naturalidad sencillamente alucinante, evocando a los mejores tiempos The Fall of Troy en su vertiente más emo y menos metal. La voz de Blue Luno y la ejecución general de la banda fue, sin duda, la sorpresa más notable del festival.

Pasado el perfecto mood setting de foxtails, llegó uno de los momentos más esperados de esta edición. Cult of Luna dejó claro desde el primer segundo el por qué su propuesta es la más importante del post-metal actual, con un set completo que sencillamente logró robar el aliento de todas las presentes. Su espectacular y elegante show de luces enmarcó su magistral y medida ejecución, tan brutal como monótona y monolítica, y aún fluida, adaptable y progresiva, con un Johannes Persson como maestro de ceremonias tan enigmático y ensombrecido como magnético. El descomunal arranque con su reciente “Cold Burn” dio paso a momentos tan memorables como la opresiva “I: The Weapon”, la climática y extraordinariamente emocional “Lights on the Hill” o la peculiar elección de “Dim”, deep cut de su clásico Somewhere Along the Highway que dibujó un paisaje ensoñador y bucólico, aún sin renunciar a su peso sempiterno. El broche final con “Blood Upon Stone” fue sencillamente la constatación de la incomparable calidad de la banda sueca, que firmó previsiblemente uno de los mejores espectáculos de esta edición.

Muy acertadamente, la programación no cayó en el error de un posible continuismo que habría sido tediosamente redundante. Al contrario, la divertida propuesta de las japonesas Tricot logró desatascar la densidad del ambiente a base de elásticos riffs math y virtuosismo despreocupado. La bruma volvería pronto: Caspian, uno de los grandes nombres del post-rock, demostraron su poderío con una propuesta sumamente convencional y aún convincente, dejando claro que el verdadero control de esos clichés sólo puede alcanzarse con una veteranía de más de quince años. Los clímax de melodías eufóricas y muy especialmente sus más que impresionantes muros de sonido llenos de furia y ruido concluyeron con el inicio del peculiar set de Aiming for Enrike, último de la jornada. Probablemente la explicación más certera de su espectáculo entraría en el terreno de la broma; “¿con qué música bailan los geeks, con Battles?”. Sus ritmos casi fractales y su peculiar minimalismo tonal repleto de staccati, más texturales y coloristas que melódicos, hicieron las delicias de los acérrimos fans de la faceta más math del festival.

Sábado 8 de octubre

Probablemente el arranque más inteligente y adecuado de esta edición haya sido el del conjunto vasco Arima, cuyo revivalism del sonido shoegaze y alternativo de los noventa sentó una base maravillosa para lo que iba a ser la jornada más intensa del cartel. Su suavidad dio paso a uno de los muchos episodios inolvidables de esta jornada: Maud the Moth volvió a mostrarnos una vez más sus muchísimas virtudes como ejecutante y compositora, invocando su habitual aura embrujada a base de un live looping orgánico y cautivador, desconcertantes despliegues de gran barroquismo al piano y ante todo una técnica vocal ultramundana. Su breve actuación tocó techo con la impresionante “Empires” interpretada en un imponente piano de cola, generando un gran impacto emocional entre el público asistente.

Maybeshewill, por su parte, tenían la mitad del éxito garantizado antes de poner un pie en el escenario. Su conexión histórica con AMFest y el amor recíproco entre audiencia y banda podían garantizar que la atmósfera iba a ser cuanto menos acogedora. Lo cierto es que, aún con el cariño generalizado, los temas de su reciente No Feeling Is Final carecen del gancho o interés que otras composiciones puedan tener, si más no en su puesta en directo que destila pasividad. No así con clásicos de la banda como la eufórica “Co-Conspirators”, “To the Skies from a Hillside” o, para sorpresa de nadie, “...In Another Life, When We Are Both Cats” con su descorazonador sample inicial. Con todo, su show se sostuvo con corrección y el balance general fue más que positivo.

Los nacionales Ikarie tuvieron el papel más complicado del día. Su post-metal, de profundos y lacónicos puentes, densos y pausados, generó una sensación de desorientación general que afortunadamente logró compensarse con secuencias contrastantes, firmes y potentes. Su colocación estratégica entre la banda de Leicester y la esotérica Anna von Hausswolff fue, a pesar de todo, la adecuada. La ecléctica artista sueca venía de días sumamente complicados y la amenaza de la cancelación de su actuación por sus problemas vocales era algo que estaba ahí.

Anna von Hausswolff

No obstante, contra viento y marea, pudimos disfrutar de una actuación que, por motivos obvios, estuvo gobernada por sus drone sets inspirados en su más reciente All Thoughts Fly y puntuales intervenciones cantadas en las que claramente se podía ver lo muy al límite que estaba su delivery. Aún con todo, un mal día en la casa von Hausswolff es literalmente la aspiración a la mejor actuación que muchas sólo osaríamos soñar. La tensísima “Ugly and Vengeful” o su nueva “I’m Sorry”, tema luminoso y enérgico que parece haber aprendido las mejores lecciones del Nick Cave más veterano, nos mostraron la versión más extrovertida y entregada de la compositora, logrando salvar una actuación que podría haber naufragado trágicamente. Esperamos en cualquier caso su pronta recuperación y el deseo de que regrese pronto.

Lo de Kristin Hayter, o Lingua Ignota, daría por sí mismo para una crónica de extensión enciclopédica. Su repentina e inesperada cancelación en la pasada edición del Primavera Sound nos dejó a muchas con el corazón roto y anhelando la llegada de este AMFest. La expectación que sus desgarradores directos levantan desde Caligula sumada a la unánime alabanza de Sinner Get Ready no han hecho más que generar un caldo de cultivo en el que es difícil negar que su actuación era la más esperada de estos días.

Su apuesta es sencillamente divisiva, aunque viendo el entusiasmo del público está claro hacia dónde está balanceada la dicotomía: amor o aborrecimiento. La elaborada y siniestra producción de sus últimos e inclasificables trabajos no puede ser trasladada al directo en parámetros humanamente posibles. Aún siendo algo que pudiera parecer que a priori sustrae autenticidad a la experiencia, la realidad no podría estar más lejos. La fuerza y dramatismo escénico de Hayter es una de esas rarezas interpretativas que aparece muy de generación en generación. Sus declamaciones devocionales, penitentes, de un dolor fuera de este universo, traspasan la mera interpretación actoral: en sus recitales, el dolor es. Si pensamos tan sólo en una apertura tan extremadamente asfixiante como la de “Many Hands” y “Do You Doubt Me Traitor” - era difícil no caer roto con sus obsesivos “how do I break you before you break me?” -, queda claro que lo ahí presenciado fue sencillamente de otra liga, aquella en la que la música deja de ser mero entretenimiento y empieza a relatar los verdaderos claroscuros del alma humana.

Entre temas como el retorcido y agónico “I Who Bend the Tall Grasses” o su imponente interacción directa con el público en “Man Is Like a Spring Flower” entre repeticiones obsesivas de aquel “no one is enough”, hubo un peculiar oasis de piano preparado. Las extrañas sonoridades del clavicémbalo se apoderaron del mismo teclado que horas atrás domase Maud the Moth. Su sosegado aunque doloroso medley concluyó con la desolada y solitaria “Pennsylvania Furnace”, que cerró el show entre lágrimas y sensación de abatimiento emocional absoluto. No cabe ningún lugar a dudas al afirmar que su arriesgado espectáculo fue uno de los momentos más definitorios de la historia del festival y el más importante de este año.

Hacer un punto y seguido después de semejante recreación en los traumas y las heridas tan profundas que revelaban la anterior actuación era algo sencillamente imposible. Ser justos con Celeste - sustitutos de último momento de This Will Destroy You - y su poderosísimo post-black metal es difícil: valorando por sí misma la actuación, no nos cabe duda de que su sombría producción entre atronadoras baterías, sus icónicos focos rojos y su tan pulcra como perturbadora imaginería de sexualidad ambigua fueron bien acogidas. Pero la superación de semejantes emociones sólo podía llegar de un lado: el de la perspectiva absolutamente antagónica.

Celeste

Y quién mejor para ello que nuestro querido Franck Hueso, o Carpenter Brut. El arranque de su actuación canalla, contando con la producción escénica más impresionante que jamás haya sido vista en un AMFest, marcó un punto de no retorno en la jornada: el carácter festivo, frenético, imparable y, por qué no, también hortera de sus fantasías de rojo neón y synthwave metalizado nos tuvo agarrados de la cintura - y la nuca, no hay que perder las viejas costumbres - y nos tuvo bailando hasta el frenesí extático de su asalvajada cover de “Maniac”, coreada, saltada y celebrada entre risas y expresiones de sorpresa para los ajenos al universo de terror - y un poco de cachondeo - de Leather Teeth.

Después de semejante tralla a tantos niveles durante aquel día, explicar lo de Za! en su versus con 13 Year Cicada es, y válgame el habla en plata, jodido. Después de tener una neurona en Neptuno y la siguiente en Valladolid, el surrealista cóctel de ambas partes - y también unas inesperadas Tarta Relena que no dejaron pasar otra ocasión de hacer una visita - sólo puede ser catalogado de una forma: maravilloso despropósito. La actuación, tan caótica como virtuosa, mutó de una recolección de temas de ambas partes a un repaso de covers absolutamente inesperadas, de “Guillotine” de Death Grips hasta “Bullet in Your Head” de Rage Against the Machine. El cierre trashy y sumamente punk de este día fue, irónicamente, lo mejor que podíamos pedir para concluir semejante barbaridad de jornada.

Domingo 9 de octubre

Hay que admitir un par de cosas o tres: las energías tras la jornada anterior eran simple y llanamente resacosas, independientemente de que la cantidad de alcohol en sangre fuese cero. Y hay que admitir que el ruidismo deconstruido de Tashi Dorji, cuyo brevísimo set estuvo protagonizado por sus improvisaciones propias de cualquier bedroom player dado a estos mundos del shoegazing, fue acogido con suma extrañeza por una audiencia menguada. No así Madeline Johnston, o Midwife: su alucinante control de las dinámicas, su voz susurrante y la suavidad de su slowcore de baja fidelidad generó un ambiente cálido, íntimo y agradable aunque ligeramente depresivo - en el mejor de los sentidos. Los temas de su más reciente Luminol sentaron y definieron las bases de la habitual “jornada de los silencios” de AMFest, protagonizada por propuestas más calmadas y ambientales del cartel - con el permiso de Deafheaven, por supuesto.

En esa tesitura, Slow Crush hizo una actuación que entró como un guante: el shoegaze de calado sumamente clásico - que tire la primera piedra aquella que no pensase en My Bloody Valentine o Slowdive escuchándoles - del conjunto belga fue la actuación perfecta. Amena, pero directa y enérgica, su balance con un post-rock no tan arrasador les valió una consideración privilegiada en el conjunto del cartel. Quizá A.A. Williams contase con algo menos de fortuna en ese sentido: su sonido, extremada y dañinamente alto, frustró las ambiciones de una propuesta cuyo sobrio songwriting amalgama el post-rock con serpeantes melodías vocales, tan lánguidas como dolientes aunque, definitivamente, reiterativas. Posiblemente unas mejores condiciones técnicas habrían ayudado a hacer brillar su actuación.

Regresando a Deafheaven, otro de los grandes nombres de este año, prometían ofrecer un cierto contrapunto, si más no hasta cierto punto. Su último trabajo Infinite Granite ha llevado a la banda a abrazar una identidad más puramente shoegaze, dejando de lado por la mayor parte del tiempo su agresividad, por lo que su inclusión en la jornada prometía un cierto punto - necesario - de heterogeneidad. Y podríamos decir algo positivo: que instrumentalmente hablando temas como “Great Mass of Color” ganan en presencia y brillo. Por desgracia, no podemos decir lo mismo de las frustrados y frustrantes incursiones de George Clarke en el terreno de lo melódico; decir que su ejecución vocal deja que desear es sencillamente pecar de complacencia y adulación. Su atroz desafinación pudo ser balanceada gracias a sus muchas tablas escénicas, su carisma y, por supuesto, sus temas más rabiosos. Porque ¿quién es el guapo que le hace ascos a “Honeycomb” o “Brought to the Water”?

Con el agridulce sabor de “Dream House” entre labio y muela, llegó el momento de decir adiós con los guardianes del rock instrumental: los legendarios Godspeed You! Black Emperor. La mística del conjunto es de una descriptibilidad difusa y compleja, y su disposición en vivo no hace más que acentuar la singularidad de los pioneros del post-rock. Su visión coral e íntima nos sumerge en una atmósfera post-apocalíptica, tan cruda como la de nuestros días, siempre situándonos en los límites de la sociedad con posturas tan reflexivas como confrontativas. Poco lugar a dudas tenemos cuando vemos la palabra “esperanza” desgastada en sus proyecciones analógicas, de artesanía magistral. Menos todavía cuando los ambages se disipan entre imágenes de manifestantes abatidos con cañones de agua. Desolación y poesía se toman de la mano para mostrar ese más allá de nuestro día a día.

El anarquismo en el conjunto de Quebec es algo que trasciende el mero comentario punk. Su ethos DIY es una propuesta que se refleja en su ejecución horizontal, de sincronía simbiótica. La imperfecta precisión de sus muchos miembros es sobrecogedora: es difícil imaginar un nivel de comunicación tan intuitivo y genial en estas latitudes musicales, tan inimitables, tan únicas. Observar la construcción - o derribo, según se mire - de los cimientos capitalistas en la progresiva “Bosses Hang” fue uno de los mayores deleites de estos días.

El espectacular y espeluznante final con su mítico “The Sad Mafioso” cerró majestuosamente esta gigantesca edición, honrando el sentido y la belleza del underground de la manera más catártica que nadie podría llegar a imaginar o desear. La sensación de realización tras todos estos días es prácticamente total. Sólo queda una pregunta flotando entre un delay etéreo, uno de esos que han inundado tantos conciertos estos días: ¿cuánto más se puede llegar a excavar?

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