Laberintos
Comics / Charles Burns

Laberintos

7 / 10
José Martínez Ros — 02-05-2022

Después del impresionante tríptico agrupado bajo el título de “Vista final”, existía una gran expectación por conocer qué nos iba a ofrecer el siguiente cómic de Charles Burns (1955). Lo cual, tal vez, juega en contra de este primer tomo de “Laberintos”. De nuevo, Burns opta por el formato del álbum europeo, y de hecho ha aparecido en primer lugar en Francia, publicada por la editorial Cornelius. Pero tras la majestuosa combinación de pasajes fantásticos y terror existencial de su obra anterior, la historia que nos presenta en esta ocasión resulta de entrada sorprendentemente mundana y, casi (todo lo que puede ser una obra de Burns, que no es demasiado), “realista”. Aunque no faltan los momentos oníricos, todo lo que nos relata podría enclavarse dentro de nuestro mundo, en la década de los setenta u ochenta y, quizás, tratarse de una especie de autobiografía disfrazada.

Tenemos, para empezar, el clásico “chico conoce chica”. Aunque, claro, con las peculiaridades del universo de su autor cuya obra maestra, la inconmensurable “Agujero negro”, era ya una vasta oda a la angustia adolescente bajo una superficie de horror corporal. En una fiesta, una chica pelirroja, Laurie, se fija en un muchacho, Brian, que permanece alejado del bullicio, dibujando un retrato de sí mismo bastante indescriptible a partir de su reflejo en una tostadora. Ella se siente intrigada por su arte y él se siente una mezcla de atracción/vergüenza/recelo ante el hecho de exponer sus creaciones, puesto que no se atreve a confiar en que el interés sea compartido. No es el comienzo de una relación romántica más típico, pero parece obvio que el vínculo entre esos dos personajes será el núcleo de la narración. Brian y Laurie son dos protagonistas típicos de Burns: el primero pasa gran parte de su tiempo sumergido en sus perturbadoras ensoñaciones, en las que no tarda en insertar a su nueva amiga; por el otro lado, ella es un manojo de nervios e inseguridades, y parece tener muy poca experiencia en el mundo. Un poco más tarde nos encontramos con el gran telón de fondo de “Laberintos”, que es el amor por el cine de terror. Tanto Brian como su mejor amigo Jimmy son fanáticos de las producciones de serie B de los cuarenta y cincuenta y, en particular, de “La invasión de los ladrones de cuerpos”, la película de Don Siegel de 1956; a las que han homenajeado en sus propias versiones caseras. Ahora que tienen un nuevo proyecto de ciencia-ficción y terror en marcha, ¿podría ser Laurie su musa?

Desde el punto de vista artístico, volvemos a hallar un Burns en plena forma, capaz de combinar la línea clara del cómic francobelga con la representación de situaciones bizarras, viscerales o, directamente, extraterrestres; en esta ocasión, además, se luce recreando unas cuantas escenas del clásico de Siegel. Lo peor de “Laberintos” es que se acaba muy rápido, cuando se diría que el autor apenas ha planeado la situación. Sin embargo, hay suficientes puntos de interés –y la experiencia que hemos acumulado los lectores veteranos de Burns– como para que aguardemos ansiosamente el siguiente volumen.

Lo siento, debes estar para publicar un comentario.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.