La trilogía “X”, de la que nos llega su tercer episodio, funciona en base a dos pulsiones amorosas. La primera es la desatada adoración de la cámara de Ti West por su protagonista, Mia Goth. No se me ocurre ningún ejemplo contemporáneo tan obvio de una serie de películas de autor construidas ad maiorem gloriam de una intérprete. La segunda es una compulsiva cinefilia. Lo cual no es nada nuevo para los que hemos seguido su –muy desigual– trayectoria: la que continúa siendo su mejor película hasta la fecha, “La casa del diablo” (09) es la obra de una fetichista del séptimo arte: tiene el aspecto exacto que esperas de algo que se rodó en torno a 1980 y que ha sido rescatado del olvido por un arqueólogo del celuloide.
En la trilogía, “X” capta de una manera bastante impresionante el aspecto redneck, sucio y perturbador, de las primeras películas de Tobe Hooper, como “La matanza de Texas” (74) y “Trampa mortal” (76). Con “Pearl” retrocedemos en el tiempo, y nos presenta la educación sentimental de una asesina en serie como un pastiche de los melodramas de los cincuenta de Douglas Sirk y Vincente Minnelli. Ambas películas fueron rodadas con medios visiblemente muy reducidos (de hecho, la segunda durante el momento álgido de la pandemia de COVID-19), en unos escenarios pequeños y claustrofóbicos, lo cual West usaba con inteligencia a su favor. Su éxito explica que, en esta ocasión, haya contado con un presupuesto mucho más holgado. De una granja perdida en medio de ninguna parte, viajamos a la ciudad de los neones y los sintetizadores, a Los Angeles a mediados de la década de los ochenta.
Por supuesto, las referencias también cambian y, de hecho, hay más que nunca: las versiones libres, por así llamarlas, que realizaba en la época Brian de Palma del cine de Hitchcock (“Doble Cuerpo”, “Vestida para matar”, “Impacto”); el giallo italiano con sus asesinos sin rostro, pero siempre con guantes negros; las películas que reflejaban con crudeza (y mucho sensacionalismo) los submundos del sexo callejero y la pornografía como “Hardcore”, “La jauría del vicio” y “Cruising”; la estética del videoclip impuesta por cineastas como Tony Scott y Luc Besson; y, sobre todo, el omnipresente subgénero del slasher que arrasaba en las taquillas y los primeros videoclubes. También vincula su película con un asesino en serie real, Richard Ramírez, “The Night Stalker”, que curiosamente también fue uno de los motivos de inspiración de “Los destrozos”, la última novela de Bret Easton Ellis.
Han pasado unos cuantos años después de lo acontecido en “X”, y Maxine, nuestra heroína, se ha convertido en una estrella del porno, aunque cree que ha llegado el momento de saltar al cine convencional, algo que no era por aquel entonces una ambición tan descabellada como en la actualidad (ahí están los ejemplos de Marilyn Chambers y Traci Lords). Consigue que una directora controvertida, Elizabeth Bender (Elizabeth Debicki) le de una oportunidad en su siguiente película de terror slasher, “El Puritano 2”. Pero, de repente, una serie de cruentos asesinatos empiezan a sucederse a su alrededor… Además de a Debicki, tenemos en distintos papeles secundarios otros rostros conocidos como Kevin Bacon, Bobby Cannavale, Michelle Monaghan o Giancarlo Esposito, una muestra más de lo ambiciosa que es la nueva obra de West.
Sin embargo, desgraciadamente, no acaba de funcionar como debería. La película empieza con muchísima energía, gracias a la perfecta ambientación, el atractivo voyeurístico de sus sórdidos escenarios y la innegable fuerza de la interpretación de Mia Goth. Pero, cuando debería alcanzar el clímax, súbitamente, se desploma. Ti West nos conduce, entre estallidos de sangre, a un final que pretende ser, a la vez, brutal, divertido, irónico y metaficcional. No es ninguna de esas cosas; al contrario, da la impresión de tratarse de un concepto que tal vez funcionaba sobre el papel, pero que se ha expuesto en imágenes con una sorprendente torpeza. Hay un personaje que, en cierto momento, habla de “películas de clase B con ideas de clase A”, lo que podría ser el resumen de la primera mitad de la carrera de Quentin Tarantino; sin embargo, en “MaXXXine” se rastrean muy pocas ideas de primera clase. Es una lástima, porque durante su primera mitad prometía mucho más de lo que nos termina entregando.
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