Londres alberga tantas imágenes icónicas que la propia ciudad luce como arquetipo en sí misma, haciendo gala de un equilibrio magnético entre lo moderno y lo clásico en una dualidad que la sigue tornando mutante… e irresistible. Si el asunto queda focalizado sobre sus innumerables barrios, uno de los nombres inexcusables sigue siendo el de Camden, con su entramado de mercadillos, caballerizas reconvertidas, canales, fauna urbana, tiendas, variedad gastronómica de saldo y, por supuesto, bares musicales. El presente documental toma la música –y a los artistas y los locales que visitaron en uno u otro momento– como sinopsis principal en torno a la que apuntalar intenciones y argumentos.
Distribuido (con no demasiado peso propio) en cuatro capítulos de títulos ingenuos –“Made In Camden”, “Rebeldes e inconformistas”, “Pioneros” y “Libertad para salir de fiesta”– la mini serie documental se desplaza constantemente adelante y atrás en el tiempo, para intentar explicar la misma esencia del barrio y sus diferentes tendencias, tanto aquellas que permanecen inmutables como las que coparon la zona sita al norte de Londres en otras épocas. Lo hace tirando de protagonistas variopintos y que, en la práctica, se manifiestan como más o menos autorizados para hablar de la materia en cuestión.
Entre los testimonios interesantes y verosímiles estarían los ofertados por Suggs de Madness, Pete Doherty y Carl Barât de The Libertines, Nile Rodgers, Questlove de The Roots o Chris Martin de Coldplay (a los que cabría sumar la sombra eterna de Amy Winehouse), mientras que otros como Noel Gallagher, Mark Ronson o la todopoderosa Dua Lipa (ejem, productora ejecutiva del invento) presumen de experiencias tangenciales. Unos y otras se encargan de remarcar el vanguardismo, espíritu de libertad, diversidad y recreo que se le presupone a Camden, en un documental un poco tópico, predecible e inofensivo en exceso.
A pesar de que los flashbacks puedan llegar a ser oro puro, el resultado global se antoja pobre, apto para todos los públicos y algo decepcionante. Sobre todo, atendiendo al descomunal potencial inherente al asunto y tras echar en falta cuantiosas cantidades de barro, vicio y punk que sustituyan a ese postureo latente en casos bien identificados. “Camden, un barrio icónico” es, en la práctica, un producto entretenido, sin más y siempre y cuando entre las preferencias del espectador se encuentren temáticas como Londres, la cultura británica, la música o, directamente, el anecdotario del rock & roll. Porque, de hecho, aquellas drogas y el sexo que completarían la ecuación, apenas tienen cabida en el metraje.
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