Entrevista con la ilustradora Sandra Hernández por su adaptación de “Frankenstein”
Especiales / Sandra Hernández

Entrevista con la ilustradora Sandra Hernández por su adaptación de “Frankenstein”

Octavio Botana — 20-03-2023
Fotografía — Archivo

Tras muchos años volcada en su faceta como ilustradora, Sandra Hernández (Barcelona, 1977) publicó “El hombre que plantaba árboles” en 2021, llevándose el aplauso de crítica y público.

Su relectura del relato de Jean Giono para Bang Ediciones alcanzó cotas muy altas y supuso un sorprendente debut en el cómic y pistoletazo de una más que prometedora carrera. Ahora se atreve a adaptar “Frankenstein” (Bang Ediciones, 23), el clásico inmortal de Mary Wollstonecraft Shelley, tarea nada fácil de la que Hernández no sale airosa sino triunfante. El trabajo de fondo y forma, por decirlo de manera directa y sencilla, es fulgurante.

La autora estará presentando “Frankenstein” el próximo 23 de marzo en la Llibreria Finestres de Barcelona.

El monstruo de Frankenstein es un personaje de dimensión simbólica que la historia se ha encargado de desfigurar como le ha venido en gana, especialmente mediante el cine. Siendo un personaje tan popular y manido, ¿cómo encaraste tu propia versión?
Estoy de acuerdo. El cine (que de todas las manifestaciones artísticas creo que es la que más arraiga en el imaginario popular) ha deformado y desvirtuado, persistentemente, el personaje del monstruo, así que me pareció que lo más novedoso que podía hacer era, justamente, ceñirme a la obra original. Rescatar los traumas y las motivaciones del monstruo me parecía algo necesario para acercar al lector al personaje que creó Shelley, y así poder contar algo, creo yo, mucho más interesante que no insistir en el pastiche en el que ha devenido el monstruo; hasta el punto de que es popularmente conocido como Frankenstein cuando en realidad el monstruo no tiene nombre, y eso tiene su importancia. No creo que se tratase de un descuido de la autora.

Explícanos tu método y tus técnicas de trabajo para este libro.
Supongo que tengo facilidad para estructurar y para la síntesis, lo que me ayuda mucho en ausencia de un método más o menos ortodoxo. Nunca sé cómo empezar, pero sí cuándo he acabado. Este caos que yo experimento tiene una ventaja, me parece, y es que estás más abierta a conectar cosas, lo que favorece la aparición de ideas sobre la marcha, que pueden hacer girar el rumbo de lo que ya creías decidido. Por eso no concibo ilustrar un cómic sin escribir yo el guion. Me pueden dar una historia, pero no el guion, eso es cosa mía. La escritura de un cómic consiste en la sintaxis gráfica. Y yo la acometo escribiendo e ilustrando a la vez, todo al mismo tiempo, en mi caso ambas labores se retroalimentan, es así.

"El cine ha tratado muy mal este magnífico clásico que es 'Frankenstein'"

¿Qué adaptaciones al cine de la novela de Wollestonecraft te gustan más y por qué?
Fácil, porque el cine ha tratado muy mal este magnífico clásico que es 'Frankenstein'. La única película que ha explicado (y magníficamente) lo que es esta novela, no es una adaptación de la novela, si no la historia del proceso creativo y vital de Mary Shelley cuando la escribió. Y me dan igual las inexactitudes o las licencias creativas con la vida de la autora, porque este brillante ejercicio de metaficción logra contar esta historia de venganza vicaria. Estoy hablando de “Remando al viento” de Gonzalo Suárez.

Al invertir el personaje del doctor Frankenstein en mujer en tu adaptación de la novela, la historia cobra un nuevo sentido que funciona a la perfección porque el tema central del que finalmente habla la novela es la creación de la vida y sus consecuencias.
Para mí era importante explicar lo universal con un personaje que fuese una mujer, porque las cuestiones que trata la novela (la ambición y sus peligros, la inconsecuencia para con nuestros actos, el errar y admitirlo, la venganza, el odio sin freno, la obsesión, la soberbia, lo peligrosa que puede llegar a ser la inconsciencia… y todo lo que me dejo) son también asuntos que nos atañen a nosotras. No veo porque un hombre no puede tomar como referente a esta mujer y su vivencia para explicarse cosas sobre sí mismo como individuo, o comprender mejor cómo somos las personas. Todas las personas.

Frankenstein

La maternidad es capital en tu adaptación. De hecho, parece extraño que a la propia Mary Wollestonecraft no se le pasase por la cabeza que el personaje del doctor Frankenstein fuera mujer. Pudiendo aprovechar esa oportunidad, ¿por qué crees que no lo hizo? La metáfora de la creación estaba más que servida. ¿Cómo lo ves tú?
Pues sí, es verdad que la idea de la madre que rechaza al hijo, hasta el punto de abandonarlo a su suerte, es decir, a una más que probable muerte, nos arroja a un abismo emocional espantoso, podríamos decir que inconcebible… y sin embargo eso es algo que se da en la condición humana; también en la femenina, precisamente por eso; porque somos humanas. No es habitual que las madres abandonen a sus hijos (algo que suele ser más atribuible a la figura paterna), y por eso justamente, por esa idea atávica que nos habita, y la asunción de lo que ha de ser una madre, es por lo que resulta tan turbadora la excepción cuando esta se da. A mí personalmente me interesa plantear esta excepción. No sé si Mary Shelley pensó esta cuestión, pero imagino que su contexto histórico, y quizás su corta edad cuando escribió la novela, no favoreciese el cuestionamiento de que las madres, también, pueden ser falibles e implacables con sus hijos. O quizás le interesaba más el tema de la soberbia y la ambición sin límites, y sus consecuentes arrepentimiento y culpabilidad (por aquel entonces exclusivos del ámbito masculino, o sea, lo universal).

El rechazo a la propia creación es el mismo que el de una madre desentendiéndose del hijo. En la actualidad hay muchas novelas y ensayos que tocan el tema de las “malas madres” o las “maternidades diferentes”; madres que por diversos motivos no se sienten cómodas con su rol maternal y con el cuidado, el tiempo y la dedicación que supone traer una vida al mundo y encargarse de ella. O simplemente no quieren y punto. El hijo, para Frankenstein, es un monstruo, una vida no deseada. Pero con el tiempo, es inevitable que el hijo vaya a reclamar a la madre como creadora. ¿Qué otra cosa podría ocurrir?
Pienso que el monstruo es un niño herido incapaz de abandonar el lugar en el que le sitúa su sufrimiento, por lo tanto lo único que puede concebir es perseguir y reclamar explicaciones a quien es causante de su sufrimiento. La incapacidad de crecer y asumir su responsabilidad como individuo moral le aboca a vengarse, y de la forma más abyecta; la vicaria. Tiene sus riesgos lo de resistirse a crecer. Todo esto no invalida que podamos sentir lástima por el monstruo, al que sobreviene la desdicha sin haber hecho nada para merecerla. Me parece posible que coexistan la compasión y la censura hacia un mismo individuo. Es frecuente que las víctimas devengan en victimarios.

Los hijos no son culpables de haber sido engendrados por sus madres. En el libro el monstruo recrimina a su madre el hecho de no haberle pedido que lo creara. ¿Debe sentirse culpable Frankenstein? ¿Y las madres cuyos hijos recrean esa difícil pregunta?
La última pregunta, me parece un problema filosófico ¿irresoluble? A no ser que aceptemos como válida la extinción de la humanidad. Solo puedo decir que me parece muy tentador repartir culpas ¿quién no lo ha hecho alguna vez? No sé, pero quizás sea algo peregrino que un hijo recrimine a su madre que le haya traído a este mundo, si acaso el que no haya asumido la responsabilidad que ello conlleva, si así ha sido. Respecto a si Frankenstein debe sentirse culpable, sí, creo que hay motivos para ello. Pero aquí tengo que decir que no me parece comparable la simbólica “maternidad” de la científica, con la de una madre que engendra y da a luz. Lo que mueve a la científica es la ambición de lograr lo imposible, y la soberbia de erigirse en creadora de vida por el método científico, suplantando así a Dios. No creo que tenga mucho que ver con la decisión (cuando decidir es una opción) de ser madre. En la novela, y así he querido yo también en el cómic, Frankenstein pide perdón al monstruo cuando este le hace ver lo egoísta que fue al jugar a ser Dios, y como su desprecio por las consecuencias de sus actos había ocasionado un inmenso sufrimiento al objeto de su experimento, al que, además, cruelmente niega toda humanidad. Vamos, que el embrollo es mayúsculo. Y todo debido a la inconsciencia, al fin y al cabo, del ímpetu juvenil y vanidoso de Frankenstein.

Gráficamente el libro es apabullante. El tratamiento del color, las metáforas visuales, las elipsis y los recursos narrativos. Las páginas en las que el monstruo narra su “formación” y su “abandono”, cuando le pide a su creadora una compañera, el viaje a Londres o los elementos de la naturaleza (flores, árboles, esas increíbles montañas y esos glaciares) son realmente brillantes. ¿Cómo piensas en todo ello? Hay algo muy romántico en esos paisajes (en la acepción romántica original, quiero decir).
Las decisiones y resolución gráficas son algo esencial para mí. Traté que esas páginas en particular y la mayoría que ilustran el viaje a Inglaterra y Escocia, con esos cielos tormentosos, casi apocalípticos, reflejasen el estado anímico y psicológico de la protagonista (que son terribles). El motivo de ese viaje es una insensatez y ella lo sabe, en el fondo no hay escapatoria posible. Es solo cuestión de tiempo: aquí, de nuevo, infligir daño, más que nunca, se hará inevitable. Los paisajes, que acostumbran a ser una cosa inerte, los percibo como un lugar mental en el que podrían habitar un grupo de románticos exaltados que, vencidos por el éxtasis, se suicidan en bucle y atribuyen un dramatismo a las montañas, que en realidad solo habita en ellos. La omnipresencia de una naturaleza arrebatadora en la novela de Shelley es tal que casi alcanza estatus de deidad, estatus al que también ha aspirado la protagonista y que la ha conducido a la ruina total, porque ella, a diferencia de esos majestuosos paisajes, es una insignificante humana condenada a no perdurar. ¿Cómo iba a obviar todo esto? Menudo regalo como ilustradora.

Al final no se salva nadie en la historia. ¿Qué fatalismo rodea siempre a una madre y a un hijo que no se quieren?
Uy, creo que me viene grande esta pregunta… ¿Quizás la desdicha de saberse fracasado/a en algo tan esencial y para lo que se supone que estamos programados? Yo que sé…

"Mi novela gótica preferida es 'Melmoth, el errabundo' de Charles R. Maturin. Me parece asombrosa"

¿Qué hubieras escrito tú en aquel verano de 1816 si hubieras estado con Byron, Polidori, Shelley y Wollstonecraft? ¿O qué hubieras dibujado?
Seguramente nada, porque mi estado de embriaguez no me lo hubiese permitido. La Sandra Hernández joven, y en ese ambiente, hubiese estado pedo casi seguro, y la de ahora, se hubiese hartado rápido de esa gente, que sospecho, debía ser un poco insoportables.

¿Cuáles son tus autores favoritos del género gótico (literario)? O si prefieres, tus novelas góticas favoritas.
El prólogo de "Drácula", que no siempre estuvo en todas las ediciones, me parece exageradamente perfecto desde el punto de vista estético. Esas pocas páginas, que son una historia autoconclusiva, las veo como el paradigma del género gótico. Pero mi novela gótica preferida es “Melmoth, el errabundo” de Charles R. Maturin. Me parece asombrosa. Tampoco es que esté yo aquí descubriendo la penicilina. Para los que no la conozcan, a poco que investiguen, verán que está considerada la obra cumbre del género junto con “El manuscrito encontrado en Zaragoza” (de la que no puedo opinar, porque no la he leído). Fue una lectura que me marcó. Es a la vez tan tremebunda y bella que parece mentira.

La pregunta que ya te habrán hecho: ¿estás preparando algo nuevo?
A medio plazo tengo planeado hacer un cómic con una historia propia, porque este año creo que se me va a ir en otro tipo de proyectos. Pero si logro llevar a buen puerto este libro, no creo que sea una historia mucho más esperanzadora que Frankenstein.

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