La misma canción de siempre
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La misma canción de siempre

Joan S. Luna — 13-06-2018

* Columna de opinión publicada originalmente en nuestro número 262, correspondiente al mes de junio de 2018.

Imagino que después de leer estas líneas algunos –posiblemente muchos- pensarán que soy una de esas personas que se toman a si mismas muy en serio, que consideran sus opiniones más acertadas y agudas que las del resto de los mortales. Nada más lejos de la realidad. Es bien cierto que dedico mi vida profesional a opinar por escrito en aquellos lugares en los que se me requiere aquí y allí, y también a abrir mi bocaza de alumno de todo y maestro de nada siempre que me dan un altavoz con el que amplificar mis ombligistas puntos de vista, pero eso no quita que tenga claro que la mía es únicamente una opinión más. Es posible que sobre algunos temas tenga más background que otros, eso tampoco voy a negarlo, lo que ocurre es que siempre he pensado que es fácil con dar con personas que sabrán todavía más que tú de cualquier cosa sobre la que tú sepas.

Mi intención, en realidad, es hablar en general sobre el hecho de que, este país, siempre tendrá mayor validez la opinión de un don nadie –pongamos que- estadounidense o británico que la de cinco críticos u opinadores locales. Un tipo del que no sabemos nada y al que posiblemente no hayamos leído jamás parece tener mayor fiabilidad que cualquier persona de apellido peninsular. No tienen más que mirarse en las notas promocionales de los lanzamientos discográficos, de buena parte de los stickers habituales en portadas de discos y, sobre todo, en los carteles promocionales de las películas de temporada. ¿Cuántas veces otorgamos valor a vagos comentarios del tipo “magistral”, “increíble”, “una demostración de talento sorprendente” y mil exaltaciones más, firmadas por periodistas que ninguno conocemos o por medios que, casi con total seguridad, no solemos seguir? Es lo que hay. Por suerte en el mundo de la literatura y del cómic las cosas están bastante más equilibradas.

En cierta manera continuamos siendo unos catetos cuya vista se nubla cuando las grandes frases promocionales nos llegan del más allá. Continuamos siendo como los lugareños aquellos de Villar del Río, el pueblecito al que se le hacía la boca agua ante la llegada de un grupo de diplomáticos estadounidenses en “Bienvenido Mister Marshall”, la obra maestra de Luis García Berlanga (y que, para más recochineo, era en realidad Guadalix de la Sierra, emplazamiento de la casa del “Gran Hermano” español). No nos gusta que nadie cercano opine por nosotros. Los críticos y los periodistas no tienen ni pajolera. Los de aquí, claro. Los de allí gozan de una sabiduría sublime asociada sobre todo al lugar de expedición de su pasaporte. Hasta podríamos aplicar la misma fórmula a lo que ocurre con muchas bandas, pero ese tema lo dejamos para otro día. Es cierto que, por continuar con el mundo anglosajón, algunas firmas estadounidenses o británicas tienen una claridad analítica sorprendente y una capacidad de comunicar que no puede ponerse en duda, y medios y posibilidades –no olvidemos eso-, pero aquí hay mucho talento también. Así que no lo menospreciemos. Sé que es complicado, que aquí desmerecer es el deporte nacional, pero igual ya va siendo hora de que cambiemos un poco el chip.

Llevamos mucho tiempo con la misma canción y no avanzamos. Quienes más disfrutan ejerciendo de haters dirán que es obvio, que los críticos españoles de cualquier disciplina son unos meapilas y unos abrazafarolas, que diría José María García. Y les repito que no lo digo porque me considere nadie, sino que hablo en general, que ya va siendo hora de romper una lanza por la gente que trabaja tan duro en esta profesión como ustedes en las suyas. Sean las que sean.

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