Opinión: Concierto experimento en Alemania... ¿y en España?
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Opinión: Concierto experimento en Alemania... ¿y en España?

Joan S. Luna — 23-08-2020
Fotografía — Concierto en Portugal

Escribí esta columna de opinión a finales de julio, muy pendiente de lo que nos proponía el experimento que el 22 de agosto iba a celebrarse en Leipzig (Alemania). Ahora he tenido, y he querido actualizarla, tras el experimento de ayer. Se trataba de un concierto del artista pop Tim Bedzko, pero no un concierto de esos a los que parece que nos estamos acostumbrando durante estos últimos meses. Sería en un recinto cerrado al que asistirían un total de cuatro mil personas –al final se han quedado en mil quinientas, aunque el cincuenta por ciento se apuntó ya apenas unas horas después de anunciar el experimento–. Y detrás de todo había un buen motivo. ¿Y cuál puede ser ese buen motivo en estos tan complicados momentos de pandemia y rebrotes? Pues intentar analizar todas las posibilidades que permitan que disfrutar de la música en directo en la nueva normalidad encuentre un nexo de unión con lo que fue la vieja normalidad o cómo demonios queramos llamar a lo que vivíamos ajenos a todo hace apenas medio año.

El concierto se ha celebrado finalmente tal y como estaba anunciado, en un recinto en el que todo el público había dado negativo en las pruebas de test de Covid-19 y con la intención de poner en marcha tres experimentos dirigidos y coordinados por un equipo de científicos con apoyo gubernamental. El primero permitía que la gente actuase exactamente en la forma en la que lo hacía antes de la pandemia; el segundo distribuyó a la gente a partir de ocho entradas distintas al recinto, manteniendo luego la distancia entre asientos; el tercero refleja la nueva normalidad, distribuyendo a solamente al público en este recinto con aforo de doce mil y dejando una distancia de metro y medio entre cada espectador.

La franja de edad de los participantes estaba entre los dieciocho y los cincuenta años, y todos llevaban colgando del cuello un transmisor/geolocalizador que enviaba señales y datos cada cinco minutos sobre como interactuaban con otros sujetos. También se han tenido que lavar las manos con un gel desinfectante fluorescente que hacía hacer visibles sus huellas. A todo ello se le sumaba además que se utilizarán máquinas de vapor para simular la propagación del Covid-19.

La idea es analizar posteriormente los datos y plantear en octubre una fórmula que permita garantizar la mejor forma de celebrar actividades culturales y deportivas de dimensiones similares sin que los promotores se arruinen a causa de las limitaciones estrictas de público. Una locura vamos. Tan locura que el gobierno alemán (en este caso han trabajado unidas la Universidad de Halle y Sajonia y Sajonia-Anhalt), consciente de que las industrias culturales necesitan ayuda y no pueden dejarse caer por las buenas, va a destinar un millón de euros al experimento. El mismo gobierno que tomó conciencia en su momento de que los clubes alemanes debían ser considerados negocios tan dignos como lo podría ser una panadería. Desgraciadamente al final solamente se presentaron mil quinientos voluntarios (de los cuatro mil requeridos) y Tim Bendzko estuvo encantado de participar. “Toda la industria del entretenimiento y cualquier persona de este planeta amante de los conciertos o de los eventos deportivos os estamos muy agradecidos por formar parte de esto”, comentó por el micrófono el artista. También Stefan Mortiz, investigador principal del experimento ha agradecido la participación de todos los asistentes, aunque haya lamentado que no se alcanzase la cifra esperada de público.

Y eso por no hablar del plan del gobierno alemán que lleva por nombre Neustart Kultur (Reiniciar la cultura) que dotará al sector de la música en directo alemán de unas ayudas de ciento cincuenta millones de euros.

Esperemos que sirva de algo que otros gobiernos tomen conciencia de la importancia de un sector tan importante, tanto en lo económico como en lo cultural y emocional, y eso acabe afectando la actitud de nuestros políticos. Aprendamos de los alemanes, conscientes de lo mucho que les ha dado la música a lo largo de los años y conocedores de que que salvar el mundo de la cultura, el viejo y también el nuevo que vendrá, es cosa de todos y cada uno de sus ciudadanos. En nuestro país... bueno, en nuestro país ya saben. La misma historia de siempre. En apenas unos días, la Asociación Estatal de Salas de Conciertos (ACCES) y la Unión de Músicos Profesionales han lanzado comunicados reclamando ayudas al Gobierno de nuestro país y criticando las medidas indiscriminadas y arbitrarias que se están tomando y que están arruinando a uno de los sectores que más ha hecho hasta el momento por extremar las medidas sanitarias y de seguridad.

En cuanto a las medidas adoptadas en España, hay un paquete de ellas que puedes consultar aquí. Aunque más que ese tipo de medidas, se reclama la posibilidad de que el sector no sea vilipendiado una y otra vez a partir de unas limitaciones que, en muchos casos, son sobre todo fruto de la improvisación y de la incapacidad de enfrentarse con rigor a los problemas.

Es una lástima, pero nos estamos acostumbrando a que la música y la cultura sean, por lo general, maltratadas en nuestro territorio y a que nadie preste al sector la atención que merece. Las cosas deberían empezar a cambiar antes de que sea demasiado tarde, y en ello están iniciativas como MUTE (Movilización Unida de Trabajadores del Espectáculo) que está empezando a reunir a profesionales, técnicos, empresas, etcétera de España con vistas a organizar manifestaciones el 17 de septiembre para reclamar esa atención. MUTE se une así a iniciativas internacionales como We Make Events y Red Alert, que buscan salvar el sector de la música y los espectáculos en directo en todo el mundo.

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