Los discos de mi vida por el escritor José Ángel Mañas
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Los discos de mi vida por el escritor José Ángel Mañas

Redacción — 19-05-2025
Fotografía — Archivo

Hace apenas unos meses, José Ángel Mañas, el autor que marcó a una generación con “Historias del Kronen” (94), publicó “Una historia del Kronen” (Aguilar, 25), un libro que define como una “autobiografía generacional”. Aprovechamos la ocasión para ver cuáles son los discos que le han marcado a él como aficionado.

Radio Futura - El Directo de Radio Futura. Escuela de calor (1988)
No soy muy de directos, pero este álbum lo escuché mucho. Estábamos a finales de los ochenta y yo tenía diecisiete tacos cuando descubrí a este cuarteto de rock, para mí de lo mejor que produjeron los ochenta. Los riffs canallas de Enrique Sierra, la voz chulesca de Auserón y en general el ambiente que generaban aquellas canciones que nunca comprendí forman parte de mi memoria emocional. La negra flor, las tribus urbanas cerca del río y ese mecánico en el jardín botánico, todo ello sugería mundos lisérgicos que yo quería explorar…

The The - "Soul Mining" (1983)
Aunque ochentero, es un álbum que asocio al curso 90-91, cuando andaba yo estudiando en Brighton. Lo escuchaba sin parar. Los primeros versos son lapidarios y me los conozco todavía de memoria: “… Debiste haber confiado en tus instintos porque ellos nunca mienten, algo siempre va mal cuando las cosas van bien, te tragas tu orgullo para calmar el dolor dentro, alguien capturó tu corazón como un ladrón en la oscuridad…”. Son casi una declaración de principios, con una negatividad que en esos años oscuros de romanticismo negro estudiantil resultaba magnética. Adoro a Matt Johnson.

Nirvana - "Nevermind" (1991)
No podía no mencionar el disco de Nirvana. Recuerdo escucharlo en cassette en bucle, nada más salir. Yo estaba en Grenoble, durante el curso 91-92 y fue, junto con “Achtung Baby de U2, lo que más escuché ese año. Nunca me han gustado las voces chillonas, pero la voz granulada, rasposa, de Kurt Cobain es de las más bonitas que ha producido el rock. Otra vez, letras que no entendía, letras surrealistas, pero cargadas de sensibilidad y angustia. Aparte de lo refrescante que resultaba esta vuelta a las raíces del rock, era increíble la descarga emocional que proporcionan los temas hoy justamente archifamosos de Nirvana. Todavía me pone los pelos de punta escucharlos.

Portishead - "Portishead" (1997)
Beth Gibbons es la única cantante femenina que me ha marcado de manera profunda. La escuchaba a finales de los noventa y me enamoré hasta las trancas. Me fascinó su voz y esa atmósfera recogida y melancólica del trip-hop me sigue pareciendo todavía de lo mejor que se hizo en los noventa. Portishead me llevaron a Tricky, y luego a Massive Attack y a Everything But The Girl. Bristol se convirtió en mi nueva ciudad fetiche. Con el trip-hop, además, me despedí de Madrid. Era el disco que me ponía en casa, después de haber estado toda la noche de farra. Con él recuperaba la estabilidad y el foco.

Miossec - "À Prendre" (1998)
“À Prendre” fue el segundo álbum que publicó Miossec y el primero que yo descubrí. Era el mejor letrista de su generación, y renovaba musicalmente el panorama francés. Para mí, que ya estaba viviendo en Toulouse, me resultó muy natural pasar de Renaud o Thiefaine, por ejemplo, a Miossec. Siempre he admirado los grandísimos letristas que tiene la canción francesa, y Miossec, dentro del rock noventero, fue un digno heredero de esa tradición. “Le chien mouillé (en silence)” es otra de esas canciones mágicas que habré escuchado dos mil veces. De las que rompen relaciones...

Bob Dylan - "Desire" (1976)
Una vez pasada la excitación de los noventa, me refugié en los clásicos y este álbum fue de los que me reconcilió con Bob Dylan. Más que “Highway 61” o “Blonde On Blonde”, este álbum suyo es el que, por alguna razón, más he escuchado. Los inacabables ocho minutos y medio de “Hurricane” los habré devorado obsesivamente millares de veces. Para mí, es como una película. Un tema tremendamente cinematográfico, con esa carga de denuncia social tan bien llevada. “Isis” era un western, y “Joey” me transportaba al Nueva York de “El Padrino”. Tardé años en saber que “Black Diamond Bay” tenía que ver con Conrad… A mí me hacía pensar en una decadente Nueva Orleans, no sé por qué. Quitando la turistera “Mozambique” (la peor canción del disco), las demás me invitaban a recorrer mentalmente Estados Unidos.

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