La trayectoria de este hombre arranca con una historia que bien parece el argumento de una novela, como la de otros tantos bluesmen míticos: nacido en 1936, Coleman pasó buena parte de su vida descargando camiones en una panadería de Cleveland, donde tocaba la armónica en los descansos del trabajo. No actuó en público hasta los 51 años, cuando empezó a acompañar a Guitar Slim en los clubes locales; a partir de entonces no tardó mucho en abandonar su trabajo en la panadería y fichar por la banda de Robert Jr. Lockwood, el Padrino del blues de Cleveland, a quien se le considera uno de los guitarristas esenciales que han hecho música después de la II Guerra Mundial.
Tras diez años girando a lo largo y ancho de Norteamérica y Europa, en 1997 formó su propio grupo, la Wallace Coleman Blues Band, con la que lleva tocando y grabando discos casi dos décadas.
Y ahora se acerca a Santander, para poner el broche a esta temporada de conciertos en la Sala Niágara. Un local cuya programación de actuaciones en vivo, pinchadas y fiestas, con apenas un año de andadura, se ha consolidado como una de las más interesantes de la escena santanderina, por su constancia y su buen gusto a la hora de trazar su línea musical.
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