En el Anuario de la Música en Vivo de la Asociación de Promotores Musicales, en el que se resumía la actividad del directo en nuestro país a lo largo del pasado año, el Ministro de Cultura Ernest Urtasun Domènech empezaba su editorial escribiendo: “La música en vivo es uno de los más ricos generadores de experiencias culturales y vitales”. Una frase sencilla, pero que todos los aficionados a la música tenemos clara. ¿Quién no tiene recuerdos fijados en la memoria vividos en algún concierto o en algún festival? Posiblemente todas las personas que estén leyendo estas líneas los tengan. Tanto da si tenemos dieciocho como si tenemos cincuenta años de edad, porque las giras, los conciertos y los festivales se han convertido con los años en citas habituales en nuestro país. Ya saben, el país de los festivales. El tópico aquel al que tanto suele acudirse: el país de los mil festivales. Con sus luces y sus sombras, es cierto, pero sobre todo con esas infinitas experiencias vivenciales y vitales que afectarán a miles de personas en cada temporada y de las que habla el Ministro.
Damos por hecho que, si estás leyendo estas líneas, la música en general y la música en directo en particular es una parte importante de tu vida. Seguramente estés mirando a qué festivales podrás acudir durante esta temporada o leyendo las secciones especiales de los eventos de los que ya tengas tu entrada. Y es que algo bueno debe tener eso del país de los mil festivales. Que puedes elegir, que siempre podrás encontrar uno que te encaje por fechas, por gustos musicales, por el precio de sus abonos, por cercanía, porque sabes que allí estarán tus amigos, porque goza del mejor clima en verano, porque el paisaje es precioso en la zona en la que se celebra, porque sus infraestructuras te hacen sentir como en casa, porque actúa ese grupo que nunca has tenido oportunidad de ver o porque actúa ese otro artista a cuyas actuaciones nunca fallas. Los motivos pueden ser muchos y muy dispares, lo mismo que la forma de vivirlos. Porque, como decíamos, podemos elegir en base a nuestros intereses. Ya no vivimos aquel momento lejano en el tiempo en el que un festival era una rareza y organizar el plan para acudir una aventura de dimensiones descomunales. Tiempos en los que los festivales se mitificaban por su escasez frente al momento actual en el que los mitificamos por lo que hemos vivido y sentido en ellos.
En 1969, Woodstock pondría la piedra fundacional, decíamos hace unos meses en nuestro Observatorio –espacio en el que analizamos distintos aspectos relacionados con el sector musical en nuestro país–, de una fórmula que hoy se replica por todo el mundo con mil variantes. Pero siempre con la música pop como experiencia comunitaria festival y también cultural. Luego llegarían Glastonbury, Donington Park, Reading o Lollapalooza, pero también Benicàssim, Primavera Sound, Sonorama, Sónar, Mad Cool, Resurrection, BBK Live, Azkena y muchísimos más. Y así hasta llegar a varios cientos, de distintos tamaños y condiciones, pero también de ambiciones. Algunos festivales quieren ofrecer los conciertos más grandes y monumentales, otros prefieren la distancia corta, la experiencia más íntima. Escalas e identidades diversas que son posibles gracias a que, con el paso del tiempo, ha llegado también la madurez del sector.
Como cualquier sector, también tiene sus contras y sus problemáticas, pero en nuestras manos está, como consumidores, alejarnos de los eventos que no cumplan con nuestras expectativas. Y cuando hablamos de expectativas nos referimos a si sus aglomeraciones van más allá de lo que estamos dispuestos a aceptar, si el solape de sus artistas afecta o no a que podamos ver aquello por lo que hemos ido al festival, si el sonido, los precios de bebida y comidas, las instalaciones, los servicios, los accesos o el trato están dentro de lo que esperamos. Como decíamos, está en nuestros derechos como consumidores el premiar a tal o cual evento que nos ha encantado volviendo año tras año o el tacharlo definitivamente de nuestra lista de candidatos a festival del verano próximo. Nadie nos obliga a pagar por algo que no nos convence, pero pensemos que en nosotros recae también cierta responsabilidad en que un evento sea una experiencia agradable. Comportémonos bien, respetemos a los demás y sobre todo disfrutemos y dejemos disfrutar con la música. Y ahora, bienvenidos a este nuevo Especial Festivales de Mondo Sonoro.
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