Los cambios asustan, pero algunos tienen la capacidad de sobreponerse a las adversidades de un modo natural. Este es el caso del tándem formado por Oscar D'Aniello y Helena Miquel en su último largo, "Delafé y las Flores Azules vs. las trompetas de la muerte". Ilusionados de su último retoño sonoro, nos sentamos en un bar de una céntrica plaza del barcelonés barrio de Gràcia para adentrarnos de lleno en su renovada propuesta. No se asusten. Los vestigios de sus dos anteriores álbumes continúan latentes, pero durante este último año su tercer compañero de viaje ha decidido marcharse. “Una banda es como una relación de pareja. Las cosas se enfrían. Todo ocurrió con total naturalidad. Él [Marc Barrachina] encontró su camino, pero entonces nos cruzamos con Dani Acedo, y estamos encantados”, comenta D'Aniello. “Al entrar alguien nuevo en la banda te transmite unas ganas tremendas de hacer cosas. Dani es del todo hiperactivo”, remata Helena, cuya presencia vocal tiene más protagonismo que nunca en buena parte de los cortes del álbum. “No ha sido algo premeditado. Simplemente mientras hacíamos las demos fue saliendo sólo. Ahora Oscar sabrá lo que es estar encima del escenario sin cantar”. “Supongo que en esos momentos tendré que decantarme por hacer algo de percusiones”, replica el del Masnou entre risas. El concepto de las trompetas de la muerte, esa seta que es un atentado estético de primer orden pero a su vez condensa sorpresivamente un sabor insuperable, supone el leit-motiv del disco. “Los cuatro primeros temas tratan sobre las trompetas de la muerte junto al cierre que componen 'Éramos' y 'Funcionarios ausentes', cerrando de este modo el círculo. Mientras que, en el medio del tracklist, se condensan un buen número de singles potenciales ideados para explotar a conciencia en el directo. La energía de nuestros conciertos no la habíamos plasmado nunca en el estudio. Así que este fue uno de los principales aspectos que quisimos incluir”, afirma D'Aniello. Y ciertamente no va nada desencaminado. De bien seguro el enaltecimiento de Tomàs Molina como icono pop o "1984", su particular propuesta como reválida de la extinguida canción del verano a la vez que el tema más mainstream que han facturado durante su existencia, hará que Delafé y las Flores Azules tengan una agenda cuanto menos apretada los próximos meses. Aunque hay más. Por vez primera, su devoción por las trompetas rítmicas herederas del funky hacen acto de presencia. “Habrá una pequeña sección de vientos en nuestro próximo directo. Eso lo teníamos claro desde el principio antes de grabar el disco. Para mí la trompeta es un instrumento más potente que un amplificador o una guitarra eléctrica. Además, en muchas ocasiones, como en el ejército cuando muere un soldado, su sonido siempre connota cambios, al igual que en este disco”, opina D'Aniello.
“El tema 'Río por no llorar' transmite como nos sentimos, introduciendo la melancolía y la tristeza en nuestras letras, algo que no habíamos hecho aún. Cuando empezamos con el grupo existía la idea de formar una banda de hip hop con mensaje positivo. Pero durante la creación del álbum han pasado muchas cosas y no podíamos engañarnos a nosotros mismos. Seguimos siendo optimistas, pero como cualquiera sufrimos momentos de bajón”, confiesa Helena. Bajo la batuta de The Pinker Tones en la producción, estas trompetas de la muerte reivindican el baile y la conga como movimiento revolucionario al igual que Francisco Casavella en aquel “El secreto de las fiestas”, pero a todo esto, ¿estáis preparados para los posibles rapapolvos que podéis recibir a raíz de la vena populista que transpiran algunos de vuestros últimos temas? Helena lo tiene claro. “Estamos a medio camino entre el indie y lo mainstream. Cuando empiezas en una banda lo que quieres es llegar al máximo de público posible y pienso que ya hemos calado en mucha gente durante estos años, lo cual es todo un logro”.
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