“Hacer un disco de electrónica casera te permite jugar como si fueras un crío”
Entrevistas / Stephen Malkmus

“Hacer un disco de electrónica casera te permite jugar como si fueras un crío”

Carlos Pérez de Ziriza — 16-03-2019
Fotografía — Robbie Augspurger

El rumor era insistente desde que pasó algo más de dos años viviendo con su familia en Berlín: a Stephen Malkmus le tira la música electrónica, y quién sabe si podría plasmar ese interés en un disco.

Pues bien, ese disco ya está aquí. Se llama "Groove Denied" (Domino/Music As Usual, 2019), y aunque gran parte del mismo se ideó en la capital germana, fue en su estudio casero, en su hogar de Portland (a la que volvió tras aquel paréntesis alemán), donde el ex Pavement dio forma a estas diez canciones con su laptop, algunos plugins y sintetizadores digitales. Un trabajo guiado por el ánimo de diversión, con el que se desmarca – en gran medida, no del todo, porque no es un chapuzón integral en la electrónica – del indie rock pata negra que tan bien encarna aún con The Jicks. Nos atiende al teléfono desde Portland.

"Una buena canción siempre será una buena canción, no importa el envoltorio, no importa si tiene más o menos guitarras. Siempre conectará con la gente".

¿Es cierto que llevabas trabajando doce o trece años en este álbum, y antes de que saliera tu anterior disco con The Jicks ("Sparkle Hard", 2018), Chris Lombardi, el jefe de Matador Records, tu sello en Norteamérica, te dijo que no era el momento adecuado para editar algo así? Si fue así, ¿qué le hizo cambiar de opinión?
Bueno, solo fueron dos años y medio (risas), lo que ocurre es que alguien me hizo una entrevista en Chicago y le pareció que quizá estaría bien exagerarlo. O puede que, al tratarse de mi primer disco sin banda desde 2001, se confundiera con las fechas. Fueron los últimos dos años, en realidad. Trabajando por mi cuenta, puliendo las canciones en mi pequeño estudio. Ahí decidí que podía hacer un disco como este. Tanto en Matador como en Domino, cuando les mostré las canciones que llevaba compuestas al primer año y medio de trabajo, les pareció bien a ambos. Sí que es verdad que Chris Lombardi, el jefe de Matador (que luego fue absorbida por Beggars Banquet) me dijo que le parecía un sonido un poco loco. Me dijo “no sé qué qué está pasando aquí” (risas). Pero eso fue antes de que les mostrara el resto de canciones, que no eran tan extrañas a sus oídos. Busqué un punto intermedio entre cosas muy distintas y otras que la gente sí podría esperar de mí. Hay unas cuantas canciones que son melodías más clásicas.

Es lo que te iba a decir, porque canciones como “Come Get Me”, “Bossviscerate”, “Ocean of Revenge” o “Grown Nothing” son inmediatamente reconocibles como canciones tuyas. Aunque están casi todas ubicadas en la segunda mitad del álbum. Puede que, al final, no sea tanto un cambio en el fondo como en la forma, ¿no?
Sí, hacia el final del disco, sobre todo las dos últimas, remiten a una fórmula que cualquiera que conozca mi obra reconocerá al instante. El estilo en la producción es lo que cambia, el hecho de que se haya grabado en un entorno digital. Algo completamente distinto a tener a cuatro tíos en un estudio con un productor. Pensé que sería interesante hacerme cargo de todos los instrumentos, más al modo de lo que hacen los productores de hip hop. Es un poco extraño esto de trabajar tan solo.

Dado que llevas casi toda tu carrera grabando de la otra forma, ¿Te sentiste cómodo?
Me gusta. Cuando haces maquetas y escribes las canciones, lo normal es llevarlas al resto de la banda para que las mejoren. Esta vez me llevó más tiempo porque no quería tener a nadie supervisando el material, quería que salieran así. Te obliga a tomar decisiones que no tomarías si trabajaras sobre maquetas, de la otra forma. Son canciones que salen tal cual, sin un proceso de mejora. No quería que sonara como otro disco de indie rock. Quería algo diferente. Hoy en día es fácil, con la tecnología que tenemos al alcance. Lo puedes hacer con un laptop. No es como esas canciones de hip hop caras de hacer, que suenan todas iguales. Tampoco tiene que ser necesariamente lo fi. Pero tampoco como si grabaras en Abbey Road (risas).

Estuviste viviendo una temporada en Berlín, una de las mecas de la electrónica. ¿En qué medida te influyó?
Sí, sin duda que lo hizo. Estuve viviendo allí con mi familia dos años y medio, entre 2011 y 2014. Hay gente allí que tiene su banda, su estudio para ensayar, sus guitarras y sus marshall, pero la mayoría graban en su estudio casero, experimentando. Puede que utilicen guitarras, pero no para hacer canciones de rock. Fui a ver en directo a muchas bandas de guitarras norteamericanas que venían de gira, algunas amigas, pero la experiencia más memorable que guardo es la de acudir a los clubs nocturnos. Fue como pegarme una fiesta de dos años (risas). Y además la música es buena. No sé si ocurre algo similar en otra ciudad. Allí todos los músicos quieren tener un trazo distinto, que les haga reconocibles. Y ojo, que yo no soy de quienes quieren escuchar tecno por la mañana en el coffee shop, o mientras lleva a sus hijos al colegio en el coche. Pero la escena nocturna de clubes es muy divertida.

Hace unos días tuve ocasión de entrevistar a Bob Mould, quien está viviendo en Berlín, y me decía que, aunque sigue interesado en la música electrónica, no tiene intención alguna por repetir la fórmula de discos como "Modulate" (2002), porque no es lo que sus seguidores esperan de él y reconoce que tampoco es su mejor registro. ¿Tú no tenías miedo de alienar a tus viejos fans?
No lo creo, mis circunstancias son distintas a las de Bob. Hay un contexto diferente. Yo no intenté hacer un disco de tecno puro, ni de baile. Lo mío es más como electrónica de dormitorio, en cierto modo. Solo hay un par de canciones en mi disco a las que podrías imaginar sonando en un gran sound system, de las que podrías pinchar en un club. A Bob le gusta más todo eso. Él pincha en clubs. Lo mío igual se puede bailar en algún momento, pero es otra cosa. No me gustaría tildarlo de experimental, porque en realidad quería divertirme, pero es más como un diálogo general con la música. Y como tú decías, tiene una mezcla de estilos. Pero sí que estoy de acuerdo con la visión que tiene Bob, la de que en cierto modo te puedes sentir obligado a complacer a una cierta escena por el crédito que te has ganado en ella. A mí tampoco me gustaría estar saltando de un estilo a otro y desconcertar a la gente. Si llevas años y años tocando en directo, grabando discos e interactúando con una comunidad de seguidores... yo nunca le diría a nadie que escuche mi disco como lo mejor que se puede escuchar en el terreno de la electrónica (risas).

¿Crees entonces que tu disco es quizá más adecuado para escuchar en la intimidad del hogar que en cualquier club?
Podría tener esa proyección social, pero lo veo más personal. Igual se podría poner en una fiesta. Sería interesante (risas). Pero creo que es más como la música que suelo escuchar en el coche, cosas de hip hop y similares. No sé cómo será en tu caso, pero muy raro es el momento en el que yo puedo ponerme un disco y sentarme tranquilamente a escucharlo, con una taza de té. Estamos todos demasido atareados.

"Trabajar con esta clase de géneros, a mí me permite no tener ningún mentor ni estar supeditado a reponder a las expectativas de nadie de fuera".

¿Estuviste escuchando música electrónica de nueva hornada, que te pudiera resultar estimulante, o cosas más antiguas como Kraftwerk o incluso el "Homosapien" (1981) de Pete Shelley, que aparece nombrado en algunas promos?
He escuchado muchas cosas nuevas y he comprado mucha música reciente de sellos como Kompakt. Música de sellos grandes y pequeños. Pero a la hora de componer no me apetecía fijarme en cosas a cuyo carro se suba mucha gente. Trato de encontrar material infravalorado. Artistas y sellos en los que pueda invertir para darles un nuevo significado. El quinto tema, “Forget Your Place”, creo que es el que más contemporáneo suena. Los demás remiten a épocas distintas. Pero el trabajar con tecnología moderna hace que todo suene diferente, que no sea retro. Está más relacionado con las frecuencias y las texturas. Esa forma de cobijarlo todo bajo una producción moderna y acelerada, lo hace más interesante.

Supongo que te hubiera sido imposible hacer un álbum como este hace veinte años, cuando la tecnología no permitía que cualquiera pudiera hacerlo por su cuenta en casa...
Totalmente. Trabajar con esta clase de géneros, a mí me permite no tener ningún mentor ni estar supeditado a reponder a las expectativas de nadie de fuera. A que nadie me diga cómo hay que hacer las cosas. Te permite jugar como si fueras un crío. Me recuerda a la música electroclash de finales de los noventa y primeros dos mil, cuando un montón de músicos debutantes hacían discos frescos e irreverentes. Te hace sentir como un hombre primitivo, recién llegado a la tierra, tratando de descubrir las cosas por tí mismo (risas). Para bien o para mal, aprendes cosas que no has leído antes en ningún manual. Saltas de una cosa a la otra, y siempre relacionándote de manera amistosa con la tecnología. Me sentía igual que cuando empecé a familiarizarme con los teclados analógicos. ¿Cómo los toco? ¿Qué puedo hacer? Y me ponía a tocar teclas y veía cómo salía el sonido, de forma instintiva. Con el paso del tiempo vas perfeccionando tu talento, vas avanzando, creando algo más sofisticado. Pero hay un punto de diversión cada vez que te enfrentas por vez primera a un instrumento.

¿Dirías que esta clase de música, o cualquiera de los géneros llamados urbanos, conecta más directamente con el público joven que el viejo indie rock?
Sí, el indie rock y la música de guitarras, en general... no diría que... bueno, sé por mis hijos que el hip hop es seguramente el lenguaje musical que impera. Mi hija mayor tiene catorce años, y la verdad es que le gusta mucho ir saltando de un estilo a otro y apreciar cosas muy distintas. Le gustan los Kinks, por ejemplo. Pero también Frank Ocean. Una buena canción siempre será una buena canción, no importa el envoltorio, no importa si tiene más o menos guitarras. Siempre conectará con la gente. Pero si miras las cifras de las plataformas de streaming y ves qué es lo que más se escucha, sí que está claro que el hip hop y derivados son los que reinan. Hay margen de crecimiento en estos estilos, que son relativamente nuevos, mucho margen para la innovación. A veces siento que el rock, al menos tal y como lo conocíamos, está al final de su ciclo (risas). Sujeto al reciclaje de cosas que fueron grandes. Y está bien, porque hay mucho que aprender: del hecho de copiar una obra maestra, y pintarla de un modo distinto, se pueden aprender muchas cosas. Y establecer un diálogo con el pasado y ver cómo todo puede ir cambiando. Pavement siempre estuvimos implicados en ese diálogo, criticando o siendo conscientes de que el rock es un lenguaje ya agotado (risas), y jugábamos con eso.

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