Sexy Zebras estarán presentando "BRAVO" en Burgos (14 noviembre, Andén 56), Santiago de Compostela (15 noviembre, Capitol), Málaga (28 noviembre, La Trinchera), Sevilla (29 noviembre, Custom), Madrid (24 enero 2026, Movistar Arena), Bilbao (7 febrero, Santana 27), Valencia (13 febrero, Roig Arena) y Barcelona (21 febrero, Razzmatazz).
Tras un viaje por una carretera algo desgastada, llegas a la frontera. Tres individuos te esperan: Gabi, con ese bigote y sonrisa perpetuos, extiende los brazos para abrazarte. Los hermanos José y Jesús, chocolate caliente en mano, te saludan como si te conocieran de toda la vida. Estás en Bravo, el pueblo ubicado pasada la Calle Liberación donde hay poca vergüenza, flores, siestas al sol y algo de jaleo. Así es como Sexy Zebras conciben su nuevo disco, “BRAVO”, que llega en su mejor momento, confirman sin pestañear. Se han reconciliado consigo mismos, se han mirado al espejo sin vergüenza y han vuelto a poner el foco en las canciones. Porque ha habido momentos muy duros en los últimos años, rozando la extinción del grupo. Reconocen que “Si hubiéramos seguido con esa falta de comunicación entre nosotros y el público, la frustración habría sido mayor y hubiéramos pensado: ‘No me compensa’”. Pero los del barrio de Hortaleza supieron reencontrarse con la inocencia de su niño interior en el estudio y quitarse la idea de que “no le gustaban a la gente”. En lugar “de combatir contra nosotros mismos, buscando culpables fuera” han aprendido a aceptarse, con sus virtudes y sus mierdas.
Paseamos por la localidad sin prisa. En Bravo hay casas deterioradas pero con vida, y entre sábanas tendidas buscando el calorcito del inicio de primavera, José (guitarra), trata de dar una explicación más personal a este renacer de la banda. Llevan ya seis discos tocando juntos (aunque ellos niegan la existencia de aquel de 2011 con el que debutaron) y, a medida que tienen más experiencia, han entendido que “la creatividad es una mezcla entre tensión y fluidez. Y ha habido algo muy bonito: la disposición de los tres de ponernos al servicio de esto por encima de todo. Cuando el grupo casi se deshace, tienes dudas: ¿Hago esto para estar bien con esta gente, para expresarme, para sentirme bien?”. Gabi, vocalista, bajista y su mejor amigo de toda la vida, zanja la reflexión: “Somos como un matrimonio, y ahora hemos vuelto a follar un montón”.
“Es la primera vez que sabemos tocar un disco antes de sacarlo”
También ha sido importante entender que la existencia de Sexy Zebras va más allá de ellos dos y de Jesús (batería y hermano de José). Ninguno de ellos es esencial. “Es más importante lo que ocurre, el sabor que generamos”, expresan. José retoma su meditación existencial: “Es como si estás haciendo un Big Mac y dices… ‘Quiero darle este toque de autor’. No, joder, somos un puto Big Mac. Somos un huevo frito con patatas”. Y así lo demostraron en la portada del single “Días de Mierda”, mismamente: que son un huevo frito. Cotidianos, directos y siempre dignos de rebañar. “Con un pimiento”, añade Jesús. Ese es el plato estrella en Bravo.
Llegamos a la plaza del pueblo, con un “olivo gigante en el medio y varios bares”; uno de ellos, del propio Gabi. Nos sentamos a pedir una caña y a la mitad del vaso, llegan las confesiones. “Es el primer disco de todos –de los seis, aunque solo tenemos cinco…– que hemos grabado los tres juntos en la misma habitación. De hecho, es la primera vez que sabemos tocar un disco antes de sacarlo”, revelan. A medida que la conversación avanza, los tres miembros parecen convertirse en uno solo, terminándose las frases unos a otros y coordinándose silenciosamente para explicar todo el universo de Bravo. Eligieron esa palabra, por una parte, por la sonoridad. “Zebra también tiene ese ‘bra’, y ‘bra’ en sueco significa ‘bien’”, cuenta José, con ascendencia del país escandinavo. Por otra, el título “expresa la braveza de la cotidianidad y el heroísmo de cada persona que se levanta, se hace el desayuno o se toma una cerveza”. La clave es “¡encontrar en esa normalidad un espíritu heroico!” sueltan a la vez, como si lo tuvieran ensayado.
¿Y ese toro de la portada a qué viene? “La bravura se podía asociar al toro, aunque no tiene nada que ver con la polémica…”, precisan. “Nos molaba ese juego de una fuerza genuina, natural, animal, que todos guardamos para hacer micro cosas y tener micro éxitos con nosotros mismos”. De hecho, la portada original no era esa… “Queríamos pintar el toro de Osborne con rayas blancas. A los de Warner les pusimos la cabeza como un bombo”, pero estas figuras son patrimonio cultural en nuestro país, y podría haberles traído problemas legales, por lo que decidieron apañárselas ellos mismos. Así que se pusieron rumbo a una granja en Utrera, a buscar al toro “perfecto”. Hicieron muchas fotos a Jaranito, un ejemplar con pedigrí, pero algo no les convencía. “De pronto, ya yéndonos de la finca, el tío de la granja nos dijo: ‘Ahí están los descarriados’. Había un fotógrafo con nosotros que, por impulso vital, tuvo la gran idea de hacer una foto a los de ese grupo”. Entre ellos, estaba Florito. Un buey castrado, veterano, con uno de sus cuernos desviados. ‘¡Esto es lo que estamos buscando!’. Un toro que ha vivido, que ha sufrido, que ha salido adelante con el cuerno torcido, no el estereotipo”, pensaron.
“Para llegar a hacer “Jaleo”, “Días de mierda” y temas más frontales, hemos tenido que tragar muchas lágrimas, emociones fuertes y procesos de transformación importantes".
Abandonamos la terraza para dirigimos al ayuntamiento de Bravo. En esta localidad se mantienen las buenas costumbres a nivel social, y aunque “tienes tus roces con el típico loco del pueblo, la gente está acorde de que todo simplemente esté tranquilo y vaya bien”. Hay alguna norma, claro. Incluso una constitución: la regida por la propia canción “Bravo”, que da nombre al álbum y lo inaugura al grito de “Voy a formar un partido comunista fascista”. “Últimamente hemos estado en un tono no tan político y nos hemos ido un poco más al viaje personal”, confiesan. Sin embargo, esta canción llegó y funcionó tan rápido al grabarla en los estudios de La Mina con Raúl Pérez que tenían que incluirla. “A partir de ella, ya nos relajamos y de pronto todo empezó a fluir”, sostienen. Aun así, no la conciben como un tema de corte ideológico. Jesús aclara que “esa canción es el juego que hay de bandos de ‘Si no soy de este, tengo que ser de ese’, pero la canción de política para mí no tiene nada, solo es un gancho, una manera de hacer muy obvio este asunto. ¡Es una canción para niños!”. Cuentan que les ha llovido alguna crítica e incluso pensaron en hacer un breve comunicado, a lo que Gabi saltó: “¿¡Para qué quieres explicar más?! ¡Si estás haciendo pa pa pa pa pa pa pa pa pa pa pa pa!”. Así que tema zanjado y constitución firmada con una observación: “Si la ofensa que hemos tenido en este pueblo ha sido gigante, el perdón tiene que ser un poco más gigante”. Esa es la esencia de la canción.
“En nuestros directos se ha conseguido encontrar ese contexto tribal, físico, pero saludable y liberador”
En este nuevo disco no faltan cánticos festivaleros, pero también hay hueco para temas más personales, como “333”, que cuenta con la voz de José como única guía. “En cada disco, dentro del mundo común, encuentro un lugar más introvertido, un aspecto de la personalidad que no se muestra tanto. Me lo tomo muy personal”, admite el menor de los hermanos. Como “un chicle de clorofila”, un respiro dentro del alboroto de “BRAVO”, “333” muestra ese lado del grupo que a veces no se ve. “Para llegar a hacer ‘Jaleo’, ‘Días de mierda’ y temas más frontales, hemos tenido que tragar muchas lágrimas, emociones fuertes y procesos de transformación importantes”. Es con pistas como esta, “C’est la vie” o “El silencio” que, señala Jesús, el universo de “BRAVO” se vuelve más etéreo y sensible.
Eso no quiere decir que con otras dignas de entrar en el “Libro de los Récords del Pogo” no se pueda conectar emocionalmente. Precisamente en los últimos directos, los del grupo de la juerga por excelencia están notando más emotividad que nunca. “Estoy viendo mucho más nivel de besos y de abrazos que en mi vida. Le estás cantando una canción a la gente y ves que está viviendo su propio videoclip con su pareja, su colega o incluso su madre”. Eso solo alimenta más mi curiosidad de la pregunta que más se me viene a la cabeza cuando veo a Sexy Zebras en vivo. ¿No les da rabia no poder vivir sus propios conciertos? Es algo que piensan mucho, pero “a veces veo a la gente y se me olvida lo que estoy haciendo, porque estoy viendo disfrutar, moverse, y cada vez más…”, comenta Jesús, que, al principio, desde su puesto en la batería “Tenía que agachar la cabeza para meterme en mí, porque me sacaban del bolo. Ahora me meto tanto en lo que veo… Es que veo caras, situaciones que me mueven el alma, que me hacen decir: ‘Me gustaría estar ahí abajo’”. Para Gabi, el escenario ya es el sitio idóneo para vivirlo todo. “Estoy disfrutando un montón últimamente. Cada vez me da la sensación de que trabajo menos: el público me está dando más de lo que antes dábamos. La reciprocidad que hay es maravillosa”. Su mantra “Deja que el bolo llegue a ti, no vayas tú al bolo” parece que funciona.
Mil noches de pogo
Me llevan hacia la zona más verde y tranquila de Bravo para ir terminando este tour. Al igual que el suyo por las salas de España este invierno, no ha habido ni un rato para aburrirse. La gira “Una noche de pogo con Sexy Zebras” ha consistido en meses de no parar con tres “sold out” en La Riviera de Madrid como broche final. Sacan una conclusión clara de todo esto: “Nuestro público es un puto manicomio”. Lo dicen con una sonrisa bien grande, sabiendo que son parte del desquicie. “La peña se está permitiendo estar loca. En La Riviera, veía una cebra borracha, otro que dice que es el policía de los pogos con un chaleco, uno dando volteretas, a Marisol, un pavo que trajo una alfombra de paso de cebra para que en medio de “Charly García” la peña hiciera sus cosas, pogos de piragüismo con gente en pelotas encima de la piscina humana…”, y así podrían seguir eternamente. “Veía a cada gente viviendo su experiencia, su trip. Todos entendiéndose, pero siendo súper salvajes al mismo tiempo”, indica el vocalista. José lo considera algo terapéutico y argumenta que “En la sociedad no nos permitimos vivir ciertas experiencias, y creo que se ha conseguido encontrar ese contexto tribal, físico, pero saludable y liberador”.
Quien haya estado en un concierto de Sexy Zebras sabrá que se canta hasta la afonía, se suda mucho y se salta más, pero siempre en un extraño entorno de protección y respeto. “El otro día, no sé si viernes o sábado, vino uno con un diente, buscando a su propietario. O en el Cruilla, una chica en silla de ruedas que se bajaba para meterse en el pogo…”, siempre ayudada por la marea. El reto llegará el año que viene, en el concierto del Movistar Arena que acaban de anunciar. Al mencionar ese 24 de enero de 2026, a los tres se les nota la ilusión, y aunque entienden que inevitablemente será algo más distante, hay que “experienciar esos recintos, probar. Lo peor que puede pasar es que volvamos a hacer tres Rivieras, pero nunca haremos algo que no sea nosotros”. José comparte el sentimiento y añade siempre van a tratar de “hacer las cosas mejor, porque nos gusta y nos ganamos la vida con eso”. Gabi lleva un rato en silencio, pensativo, hasta que por fin vuelve: “Ahora que lo pienso, no tengo ningún miedo. Va a pasar exactamente lo mismo que en las Rivieras”.
Hasta entonces, siempre podremos regresar a Bravo para coger fuerzas. Es posible que no lo encuentres en Google Maps y que esta entrevista realmente haya tenido lugar en las oficinas de cierta discográfica. Qué más da. Bravo será ese lugar en el que tu huevo frito con patatas se vuelva digno de portada y hasta hacerse un café sea algo heroico. Y en el que lo único importante es que sigamos vivitos y coleando.
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