“He pretendido que en las canciones no pasaran muchas cosas”
Entrevistas / Remate

“He pretendido que en las canciones no pasaran muchas cosas”

JC Peña — 30-12-2023
Fotografía — Ana Bolivar

Siete largos años separan el anterior disco de Fernando Martínez de la Serna de su nuevo trabajo como Remate, el delicioso “Dos galgos blancos” (Everlasting, 23). En sus ocho cortes el madrileño depura su personalísima fórmula de hacer canciones en las que parece que no pasa nada, pero se sugiere mucho sin un solo aspaviento.

No es que este tiempo Remate haya estado cruzado de brazos, ni mucho menos. En fin, que la vida es complicada y a veces hay que esperar. Con el compositor recién llegado de Barcelona de la promoción de la serie “Esto no es Suecia”, cuya música firma, me tomo un café con él en una terraza de Atocha. La conversación pasa de los hermanos Attenborough al eterno Lou Reed, su adorado Todd Solondz y el lamentable estado del mundo. También del libro que publicó el año pasado, y que ha inspirado estas canciones. Interpretadas y grabadas junto a Guillermo Farré, Wild Honey, y mezcladas por Kenny Gilmour (Ariel Pink, Julia Holter), suenan tan bonitas como dentro de su universo. No un universo cerrado y estéril, sino cálido y abierto. El intercambio de ideas es vivo. Delicioso, si se me permite abusar del adjetivo. “Queríamos que sonara muy transparente, no hacernos los interesantes”, explica con tanta sorna como sabiduría respecto a la mezcla y el máster. Remate y su sello ultiman detalles para posibles conciertos.

Siete años son muchos, ¿no?
Es mogollón. Para mi vida acostumbrada a sacar discos, es mucho. Para algún otro tipo de artista no sé cuánto es, pero para mí es mucho. Porque entre 2003 y 2016, ni siquiera me acuerdo de cuántos discos saqué… Ni me acuerdo [risas]. Había un ritmo muy fuerte. Pero bueno, es fácil explicarlo. Aunque yo no le he pensado, ni está nada sopesado.

También ha estado la pandemia de por medio.
La pandemia supongo que lo habrá acentuado, pero en mi caso es más que tengo tres hijos y cuando saqué el último disco tenía uno, que he hecho mucha música para cine y tele, que había un... Pero esto me lo explico ahora que publico un disco. No es que yo esté aquí viviendo y pensando estas cosas, sino que hablo contigo y lo intento explicar. También puede ser que hubiera un tipo de disco de canciones que ya no quería sacar, más confesionales. Mis últimos discos justo fueron en 2016: un disco y un EP seguidos en el mismo año. Muy confesional, muy de la familia, con mucho peso para mí. Luego murió mi padre, murió gente. Seguramente, y eso lo digo ahora, no es que haya sido muy clarividente, pero lo digo ahora, eso tiene un peso de espera, de pausa. Y cuando llegaron las canciones nuevas, pues llegaron.

"Me gusta esa dimensión de colocar las cosas fuera de sitio y que adquieran un vuelo"

Claro. Además, has vuelto a Everlasting.
Exacto.

¿Cómo ha sido?
Bueno, Mark [Kitcatt, responsable de Popstock!] es la persona del mundo discográfico con quien mejor relación tengo. Siempre tuve muy buena relación. Y es con la persona con la que siempre pensé que hablaría si volvía a hacer canciones. Él siempre mantuvo interés en lo que yo hacía con las canciones y las bandas sonoras. No es que tuviéramos una relación muy estrecha de continuo, pero sí que nos manteníamos atentos uno del otro. Y bueno, un día hablamos. Fue muy recíproco: “Oye, si tengo canciones las publico contigo” y “Si tienes canciones las publicas conmigo”. Y yo lo tenía súper claro.

Porque tú tenías tu propio sello, ¿no?
Sí, está en pausa, en “standby” [risas]. Los últimos los saqué con mi sello, pero ahora con mis tres hijos y el trabajo con las bandas sonoras no podría abordar una autoproducción. No tendría tiempo. Te das cuenta de que con Everlasting hay más maquinaria, una infraestructura mayor. Me puedo concentrar en lo mío. Lo otro estuvo guay, nos fue bien, pero siempre es más subterráneo. Aquí me puedo dedicar a lo mío y dejar que ellos hagan lo suyo. Volver tenía sentido si lo hacíamos así.

Todos los títulos de las canciones son nombres de personas, lo cual me ha mucho llamado la atención.
No hay que obviar que hay un punto de partida del disco que es un libro con el que tiene una relación de realidad paralela, de ciencia ficción. Lo publiqué el año pasado. Se llama “Yo creo que Banksy eres tú”, salió una crítica en MondoSonoro. Ese libro no se convirtió en disco, pero me inspiró.

O sea, que las canciones son recientes, no es que las hayas ido componiendo durante estos años.
Qué va, ni muchísimo menos. Las canciones no son un libro y un disco, pero el libro me inspiró a encontrar las canciones. Entonces, los personajes son todos reales. Obviamente, en el caso de “Miranda July” y “Xavier Dolan”, son cineastas que admiro mucho. Luego está “Maribel”, que es la profesora de infantil de mis hijos. Y “Sannah”, que es una maquinista-fotógrafa que encontré en Instagram y que me fascina. De hecho, es lo único que me interesa de Instagram. Lo demás me da igual.

No me extraña.
Lo digo con total... Es terrible. Podría solo ver a Sannah y a sus amigas, y a su tren, y a sus fotos, y a sus hijas. Y ya con eso me gustaría Instagram. Lo demás me da igual.

Bueno, los vídeos de animalillos están bien, ¿no?
Es verdad, se los pongo a mis hijos.

El resto es autobombo. Un bucle muy aburrido, ¿no?
Súper aburrido. Luego está “Nagomi”, que es una cocinera japonesa amiga nuestra, que tiene un food track. El cuento es muy real. Y “Dolly Parton”, obviamente. Y el único personaje de ficción es “Aviva”, un personaje que sale recurrentemente en bastantes películas de Todd Solondz, que me flipa. Esa idea de traer a un personaje que en una película es negro, en otra es una chica rubia y blanca, luego una niña, en otra un niño. Me hacía mucha gracia.

El disco se titula “Dos galgos blancos”. ¿Por qué lo titulas así?
Por una de las razones por las cuales me inspiro en el libro, pero no tiene nada que ver. Tienen coincidencias, pero también hay divergencias muy grandes, como que cosas que pasan en el libro en el disco pasan al revés, se contradicen. Es como la típica elección de tu vida: si en vez de por aquí vas por aquí, las cosas cambian mogollón. Porque el vuelo de las canciones, y no descubro nada, es muy diferente al de la literatura, en mi opinión. Es como otra dimensión. Yo soy un lector muy apasionado, pero no lo puedo comparar con la música. Para mí la música es mucho más. Es como otra sensación: la sinestesia…

La música es más pura.
Más pura, y más intangible también. Tienes emociones, imágenes en tu cabeza, recuerdos...De repente te llegan como ideas del futuro. La literatura, en mi opinión, es una especie de lenguaje que manejamos en una dimensión muy rica pero...

Más intelectual.
Sí, más racional. Sin duda. Ese raciocinio está bien, pero no es lo que más me entusiasma.

En cuanto a la instrumentación, tocas muchas cosas. ¿Esto siempre ha sido así?
Siempre.

¿Cómo disfrutas el proceso?
Bueno, en este caso, Wild honey ha sido fundamental, porque yo compuse las canciones, las grabé en una nota de voz encima del piano. Más o menos cinco eran con el piano y tres con la guitarra o algo así. Digo en su origen, porque luego puede no ser el resultado al que llegamos. Él me dijo que le gustaban así, que sería divertido sacarlas tal cual [risas]. Pero al mismo tiempo sabe que yo quiero dejar constancia de una información, pero no de una puesta en escena.

Son maquetas al fin y al cabo.
Las dejamos reposar y algunas se parecen a la nota de voz y otras, nada. Las fuimos como desfigurando, y ahí yo sí que toco mucho. Luego contamos con un amigo de los dos que ha tocado ya en varias bandas sonoras con nosotros, que toca el contrabajo con dedos y arco [Ismael Campanero]. Y luego Wild Honey es muy bueno para las cajas de ritmo y la electrónica. El noventa por ciento de eso es suyo.

Que se integra muy bien con los instrumentos acústicos.
A mí me gusta mucho, y él lo sabe, ese contraste de lo súper acústico con lo súper sintético. Que lo más artificial y robótico coexista con un contrabajo frágil de arco, con una nota. Y esas cosas creo que han confluido súper bien en este disco.

Suena muy, muy coherente, pero es difícil encasillarlo en algún género. Supongo que eso es bueno, ¿no?
Supongo que es bueno, pero no es premeditado, aunque me daría igual lo contrario. Pero sí, yo creo que es bueno. Puedo parecer que canto y es una voz en off, ¿no? El otro día me decían, y seguramente es verdad, que “a veces canto y a veces cuento”. Eso me gusta. Es consciente y también es suerte. O sea, me encanta esa “nada artística”. Es como que no haya trama, que no haya acción, pero que la cámara enfoque a unas personas y ya sea un mundo lo que percibes. Y en ese sentido, en las canciones he pretendido que pasar, no pasaran muchas cosas o nada, sino que fuera una cosa más descriptiva.

Pero al mismo tiempo las letras sugieren mucho desde la sencillez. Yo creo que es lo más difícil.
Lo he intentado. Me gusta esa dimensión de colocar las cosas fuera de sitio y que adquieran un vuelo. La lavadora es un electrodoméstico que parece un rollo, pero si la pones en el salón…no has hecho gran cosa, pero la has puesto en el salón y todo cambia. Ese tipo de cosas son sencillas y en el lenguaje intento eso. No es que esté encontrando una palabra no sé, como... No estoy intentando encontrar una palabra complejísima, sino que estoy tratando de generar un impacto al cambiar cosas de sitio.

Por ejemplo, la letra de “Richard Attenborough”.
Es “David”, Richard era su hermano, el de “Parque Jurásico”.

¡Cierto! Richard ya murió. ¿Y David sigue vivo?
Sí, tiene noventa y siete años. Es una de las cosas que me preocupaba y que hablé con Mark. Quería sacar el disco antes de que muriera. Era un poco mi timing. La verdad es que David Attenborough me encanta. Es como el gran hilo conductor con mis hijos.

Claro, los animales.
Porque lo vemos juntos. Es difícil encontrar algo que nos guste igual y lo vemos juntos desde que no entendían nada hasta que ya me corrigen si yo digo equinodermo y es crustáceo. Ahora ya saben más que yo, pero lo veíamos juntos y lo vemos juntos. Me encanta. Luego, también tiene el punto de que a mí me genera esperanza en este mundo... No sé, no descubro nada al decir que el mundo es muy inhóspito.

Especialmente en estas últimas semanas.
Sí, claro. ¿Qué voy a decir? Es que es lamentable. El otro día mi hijo de ocho años me decía: “Jo, papá, ¿tú crees que va a haber guerra aquí en España?”. Porque se ha enterado de lo de Israel y tal, pero no porque yo lo haya hablado. Ya sabe lo de Ucrania, tenemos bastantes amigos ucranianos porque vivimos en El Escorial y hay niños que van al cole de mis hijos porque les acogen. Y yo no le dije que no, porque a estas alturas decir que no casi me parece un poco “¿por qué nosotros no y los otros sí?”. No entiendo nada. Entonces, le respondí: “Pues espero que no”. Me dijo que le daba miedo, y yo le dije que a mí también. Si no, seríamos tontos.

En el disco hay frases memorables. “Gritos de niños como de Moldy Peaches”. O “Les gustan todas las películas que acaban bien”. El humor para ti debe ser importante.
Sí, también es una risa un poco gélida, ¿no? [risas].

A mí me hace gracia.
A mí también, y lo hago con la intención de reírnos. Pero es verdad que “Aviva” es un retrato bastante despiadado de según qué gente, de cosas que yo he oído. Perdemos un poco la perspectiva de cómo somos, porque creemos que somos blancos, y lo somos a lo mejor en cuanto a raza o eso, caucásicos, pero no en cuanto a la piel. La canción se refiere a una vecina mía, que es caucásica, digamos, pero más negra que muchos negros, lo cual pasa muchas veces. Y hablaba de que su hija estaba en una fiesta de cumpleaños con amigas de “razas raras”. Lo dijo así. Yo me quedé perplejo. Miré a mi mujer pensando: “Joder, ¿qué hacemos con esta mujer?”. Me acuerdo que me fui del salón como diciendo “es que no puedo, no puedo”.

“Aprecio muchísimo que la prensa me trate bien, igual me importa más que otras cosas”

Las ocho canciones no llegan a los treinta minutos. ¿Te gusta que las obras sean concisas? Es decir, ir al grano.
Yo creo que en un disco como éste, que es bastante evocador, eso tiene un valor. Y a mí me parece un valor en todo. Ahora vamos al cine y la película siempre dura tres horas. Y las novelas, igual. Bueno, “Mundo hormiga” de Charlie Kaufman me gustó. Tiene sentido, porque es su primera novela y es un tío que tiene un pensamiento como si fuera Thomas Pynchon. Pero en general, la condensación, e incluso las ganas de más, me parece mejor que el agotamiento, la verdad. Y con este disco busco que te metas en él. Yo no voy a ir a por ti, como tampoco lo hago en la vida. Soy cero proselitista, pues en mi música igual. No cojo el lazo y te agarro. Totalmente. Soy anti-efectos. Entonces, o abres la puerta y te metes por el disco, o nada. Estoy como de alguna manera diciendo: “Oye, este disco, si te apetece meterte, es tuyo, pero si no, no vas a pillarlo”.

¿La referencia a Lou Reed en “Nagomi” es porque eres fan?
Sí, soy súper fan. Y además me gustan mucho sus discos de Taichí. Son flipantes. Me encanta. Es como que no acaba en mí su figura. Él, Laurie Anderson, por supuesto, de lo que viene, The Velvet Underground, lo que genera, lo que detona, canciones prístinas y “Metal Machine Music”... Es como todo lo que yo aprecio. En él no hay una forma, sino un fondo. Lo único que podría encontrar parecido, no estrictamente en el estilo, pero de figura, sería Jim O’Rourke. También tiene canciones, ambiente, diseño sonoro, ruidismo, de repente un disco que es casi kitsch, no sé cómo decirlo: todo. Y Lou Reed es un poco el precursor y en él lo que cuenta es el fondo. Luego, aparte, como escritor me encanta. Sus canciones son sencillas. Me gusta todo.

Exceptuando, quizá, el disco con Metallica...
A mí en su momento me horrorizó. Luego lo recuperé y saqué alguna cosa. Para mí el problema es Metallica, no él. Yo creo que se equivocó de grupo. Tendría que haber pillado a otros [risas].

¿Qué sensaciones te da la industria ahora que has vuelto con un disco de canciones?
Nunca he tenido muy claro qué es “la industria”. Ni en el momento en que tuve cierta efervescencia, ni ahora. Nunca le he pillado muy bien la onda, porque me he dado cuenta que mucha de esa gente de las discográficas se ha creído en algún momento dado que yo podía petarlo, y en ese momento yo he hecho algo que es como una especie de boicot contra mí mismo. Pero tampoco en plan pose por mi parte, sino que justo en ese momento en el que la discográfica veía “ahora esto puede tal”, yo ya estaba en otra cosa. Ni siquiera me daba tiempo a tener una conversación acerca de “estoy de acuerdo” o “no lo estoy”, sino que cuando me lo comentaban yo decía: “Uy, yo ya estoy en otra cosa”. No he estado nunca en el lugar oportuno.

De todas formas, la prensa siempre te ha tratado muy bien. Eso no ha cambiado.
Sí, eso es misterioso y lo aprecio mucho.

¿Llevarías mal lo contrario?
No me daría igual. Quizá no me afectaría como hace diez o veinte años, pero me parece muy importante. De hecho, lo aprecio muchísimo. Es que yo soy de esos, de los que quieren leer cuál es el análisis que hacen otras personas de obras artísticas. Me parece un lujo haber podido contar con el aprecio de gente a la que le encanta la música, a la que le encanta todo esto. Estamos hablando de que cuando haces crítica te tiene que encantar, porque no es que esto sea Wall Street… Ha quedado de manifiesto que me importa igual más que otras cosas [risas].

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