La dimensión desconocida
Entrevistas / Opeth

La dimensión desconocida

David Sabaté — 01-07-2008
Fotografía — Archivo

Los suecos Opeth constituyen un caso curioso. Cuando facturar música épica y progresiva parece poco menos que una temeridad, su noveno disco, “Watershed” (Roadrunner/Divucsa), bate récords mundiales de ventas a base de complejos temas de ocho minutos inspirados por el rock de los setenta y, sorpresa, por Scott Walker.

Veinte mil copias despachadas en su primera semana a la venta. Entrada en la posición 23 del Billboard estadounidense; posiciones similares en Alemania, Italia y el Reino Unido, y directamente al número 1 en Finlandia. ¿Y la crítica? La prensa especializada loes ama y otros medios menos familiarizados con su sonido como Pitchfork o Blender no dudan en dedicarles grandes elogios de la talla de "raras veces el progresivo dio canciones de esta brutal belleza". No está nada mal para una banda nacida en el más absoluto underground cuya aura de culto crece de forma inversamente proporcional al desprecio que los caza-tendencias y demás adalides de la modernidad profesan hacia todo lo que merezca la etiqueta prog.

"Las bandas de los setenta siguen siendo una gran influencia para mí"

“Watershed” huye de modas: su contenido combina sin complejos furiosos arrebatos death, intrincados arpegios acústicos, atmósferas enigmáticas y barrocas estructuras cargadas de redobles y épicas melodías de guitarra. Quizás el secreto esté, más allá de la excelente técnica instrumental de sus integrantes –incluidos los recién llegados Martin Axenrot (batería) y Fredrik Akesson (ex-guitarra de Arch Enemy)-, en su amplia visión musical y en su capacidad de envolver con un halo de misteriosa elegancia todo aquello que tocan. No debería extrañar a nadie, pues, que el cantante y alma mater de la banda, Mikael Akerfeldt, cite el aterrador abismo interior narrado por Scott Walker en “The Drift” como una de sus mayores y más recientes influencias. “‘The Drift’ me ha inspirado mucho a la hora de tocar melodías disarmónicas y de encarar algunos ritmos. Es un disco muy difícil de escuchar. Me impactó enormemente cuando salió hace un par de años y me ha marcado a distintos niveles”. Akerfeldt responde a mis preguntas junto a Fredrik Akesson en el hall de un hotel barcelonés. El primero luce una camiseta de Morbid Angel, aunque lo que más destaca de su última entrega discográfica es la influencia, más clara que nunca, de las grandes bandas progresivas de los setenta. Más aún: la inicial “Coil”, la única de las siete canciones del disco que dura menos de siete minutos, suena a una mezcla de folk sombrío y Led Zeppelin coronada por una sugerente voz femenina. “Las bandas de los setenta siguen siendo una gran influencia para mí. Soy un enamorado de los sonidos que lograron sacar con instrumentos como el melotrón, el órgano Hammond o el Fender Rhodes”. Nada que ver con las voces guturales y el pesado groove de “Heir Apparent”, cuyo titánico sonido se gestó antes de pisar el estudio. “Mikael nos pasó las demos un mes antes de empezar los ensayos con toda la banda”, explica Akessom. “Creo que ya conseguimos una sonoridad muy poderosa en el local de ensayo”, añade Akerfeldt. “Después grabamos durante cuatro o cinco semanas en dos estudios distintos, lo que nos permitió a todos trabajar con más libertad, especialmente a ellos sin mi presencia”, afirma entre risas el controlador y detallista líder de la banda.
Por si acaso, se reservó el papel de productor junto a Jens Borgen. Una de las mejores piezas de “Watershed” es “The Lotus Eater”, cuyas disonantes armonías introductorias –“se trata de un arreglo vocal jazzístico procedente de la música tradicional sueca”- dejan paso a unos vertiginosos blastbeat poco habituales en su discografía. “Queríamos que la mezcla entre un coro de voces limpias y ese ritmo inusual creara una sensación nueva. Experimentamos con distintos ritmos hasta dar con un blastbeat clásico y flipamos con el resultado”. Extramusicalmente, Opeth son tipos de lo más corriente, la mayoría de ellos padres de familia. “Mi hija mayor –Melinda, de tres años- nos vio una vez en directo, tenía la boca abierta y alzaba la mano hacia mí (risas). Me pregunta todo el día por Axe, el batería, está obsesionada con él (más risas). Mikael tampoco esconde su discutida faceta cómica, especialmente en los conciertos. “Algunos fans me odian porque creen que con ello arruino el significado de Opeth”. ¿No hay sentido del humor en el metal más allá de Spinal Tap? “La mayoría de gente va de tipo duro, incluso las chicas. Es ridículo. Ya no me preocupa que el hecho de hacer bromas nos pueda restar credibilidad”, apunta Mikael. “Supongo que la ironía y el sarcasmo no están al alcance de todos”. Opeth se han visto obligados a cancelar su concierto en el Lorca Rock, pero prometen presentar “Watershed” en nuestros escenarios el próximo invierno.

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