“Vivimos en una orgía de victimización que destruye el arte”
Entrevistas / Fat White Family

“Vivimos en una orgía de victimización que destruye el arte”

JC Peña — 26-03-2019
Fotografía — Duncan Stafford

Los británicos Fat White Family sobrevivieron a su infierno particular de heroína y giras inhumanas y presentan “Serfs Up!” (Domino/Music As Usual, 19), un tercer disco de altos vuelos con el que esperan pasar a otro nivel.

Lias Kaci Saoudi, compositor y cantante con sangre argelina, es un torbellino de lucidez, referencias cultas y mandobles sarcásticos contra la corrección política generalizada que, a su juicio, esteriliza cualquier expresión artística. Promociona su nuevo álbum en un hotel madrileño, donde nos habla también del lado destructivo de las drogas, de vivir de las ayudas estatales y de su muy argumentado desdén hacia Idles, que contrasta con la devoción por el tristemente desaparecido Mark E. Smith. Están confirmados para el próximo Vida Festival, donde prometen un directo “mas refinado”, en sintonía con su evolución.

Tengo entendido que os mudasteis del sur de Londres a Sheffield para hacer este nuevo disco. ¿Necesitabais una especie de renacimiento?
Fue una operación de salvamento (risas). Nos destruimos completamente en la carretera durante cinco años de giras.

“Puede que el verdadero problema sea que haya gente que no tenga un puto trabajo decente desde hace treinta y cinco años”

Un clásico del rock, ¿no?
Un clásico, sí. La diferencia es que nosotros, cuando llegamos a estar en el ojo público, ya habíamos pasado de cinco a diez años dando vueltas sin un duro, abusando de nuestros cuerpos y sin ninguna expectativa de llegar a conseguir absolutamente nada. Fue casi como un periodo de destilación del que salió la música. Llegamos a un punto tan bajo en el que todos vivíamos de las ayudas sociales en una pequeña casa del Sur de Londres con una batería en el salón -volvíamos locos a los vecinos-, poniéndonos todo el día de speed y ácido. Tocábamos para nosotros mismos y no contaba la opinión de nadie, porque nadie escuchaba. Ese periodo fue importante porque desarrollamos nuestra estética y nuestras licencias expresivas. Esa especie de integridad significó que nos podíamos castigar a fondo, y también es la razón de la que sobreviviéramos al final, porque después de todo el caos, la heroína, el crack y la violencia, después de la guerra, eso seguía estando ahí. Quedaba vida, algunas bacterias vivas…

¡Vaya panorama!
En cuanto el grupo se hizo adicto a la heroína, nadie podía comunicarse con nadie. Saul (Adamczewski), con el que componía, dejó el grupo. Tras cinco años girando yo no veía luz al final del túnel, sino otro túnel peor. Estaba convencido de que se había acabado y que tendría que volver a las ayudas sociales, que todo aquello había sido tan divertido como horrible. Y ahí es donde entró Laurence Bell (fundador) de Domino. Yo pensaba que, dado que el tipo con el que hacía las canciones se había ido, nadie iba a poner más dinero para tirarlo por el desagüe, pero llegó Laurence y le dije que tenía una idea que había estado pensando los dos últimos años: si podíamos alejarnos de aquella carnicería, las tentaciones, los camellos, centrarnos en un lugar sin distracciones y construir nuestro propio pequeño estudio, podríamos reconstruir esto de alguna manera. Que se tratara de música y no de drogas. Escucharnos de nuevo como fuerza musical. Sheffield era eso, una especie de fortaleza (risas) donde pudiéramos colaborar con gente de Londres, porque está suficientemente cerca. En aquel momento ya no había grupo, éramos yo y mi hermano pequeño (Nathan). Teníamos un nombre y creía que la gente estaría interesada en participar en él. Y funcionó. Mucha gente se subió a bordo. Gente como Alex White de Insecure Men, Ben Romans-Hopcraft de The Childhood, Ross Orton, que estaba en el estudio contiguo y ha producido a The Fall y Arctic Monkeys (esto no lo pongas)…nos montamos una especie de familia alrededor del estudio. En Sheffield te puedes alquilar una casa gigante por el precio de una habitación en Londres. Teníamos tiempo y espacio. Y nos pusimos una regla: No vienes a Sheffield si estás puesto de heroína. Y puedo oler si estás de heroína a una milla…

¿Cómo?
Se ve muy rápidamente. El proceso global trataba de que nos volviéramos a comunicar. Esta vez fue muy placentero, y la actitud de Saul, que finalmente volvió, era totalmente distinta. Se dedicaba a articular ideas alrededor de las mías, mientras que antes había como una competición furiosa, y lo que acabábamos teniendo era un disco de él en solitario con mis letras. Nathan también compuso…éramos como un gran equipo que sabíamos lo que estábamos haciendo en lugar de mandarnos cerrar el pico constantemente.

Hay que decir, además, que Sheffield es una ciudad muy musical…The Human League son de allí, ¿no?
Sí, de hecho canté una canción con Phil Oakey en mi otro grupo, The Moonlandingz. The Human League, Cabaret Voltaire, por supuesto Pulp…es una ciudad con una gran tradición electrónica experimental. Creo que hay un patrón en Reino Unido: mucha gente se está mudando desde Londres porque Sheffield es un poco como Detroit en Estados Unidos. Hay un montón de edificios post-industriales que puedes alquilar por nada. Creo que el primer local en el que estuvimos nos costaba cuarenta libras al mes, una locura. Te puedes alquilar uno de esos edificios junto al canal en un páramo post-industrial.

¿Mucho más barato que otras ciudades británicas como, no sé, Manchester?
Sí. Es baratísimo. Y con la comida, igual. Vas al pub y una pinta te sigue costando 2,50 libras. Lo malo es que es muy aburrido. Echaba de menos Londres y mis amigos, no quería estar sentado en una habitación del norte durante un año componiendo, pero ése era el curro que teníamos que hacer. Para conseguir algo tienes que aburrirte, meterte en un sitio donde estés tú solo con tus ideas.

Además de esta especie de aislamiento, ¿hubo alguna gran inspiración musical o artística concreta para este disco?
Había un par de cosas que estábamos oyendo entonces. Hay un disco titulado “Music For Sahara and Cell Phones“, que es como una mezcla de música norteafricana y otras cosas, que nos influyó. Pero, para mí, el disco más importante fue “Yeezus” de Kanye West. No había escuchado jamás a Kanye West, y cuando me lo nombraban solía decir que no quería nada de esa mierda, pero resulta que leí un artículo de Lou Reed, que me envió una revista como ejemplo de artista escribiendo sobre otro. Él decía que aquello era intocable, que nada se le acercaba. Pensé que tenía que ser cierto, porque Lou Reed es como el número uno para mí. Lo oí y no me entró al principio, pero de repente vi que era justo lo que le falta a los grupos blancos de guitarras: era terriblemente oscuro, violentamente narcisista, complaciente, esquizofrénico, muy sexy y…muy gracioso. Era alguien que decía: “Soy un Dios”. Ese tío era un puto provocador. Y luego, los grandes paisajes musicales que construye, donde tira por la ventana el esquema habitual de estrofa-estribillo. Yo quería hacer una cosa un poco así. Ni de coña teníamos el equipo o la capacidad técnica para hacer algo remotamente a esa escala, pero queríamos ver a dónde podíamos llegar.

Una canción como “Feet” no suena específicamente a nada. ¿Era eso lo que buscabais?
Como nos iba a llevar tanto tiempo, tenía que ser algo nuevo, de alguna manera. No puedes salir con otro disco pasado de heroína…tienes que hacer algo sensual con lo que la gente pueda bailar cuando la canción se ponga a todo volumen en un club, que tengan ganas de follar. Que el oyente no sienta el mismo ataque miserable, sino meterle dentro para que luego, bajo la superficie, sea horrible.

“Si te quieres convencer de que cada problema de tu vida se debe a un hombre del saco llamado “patriarcado”, nunca vas a tener respuestas para nada”

Háblame del vídeo. Tiene un aspecto cinemático que no es muy común en estos días, además de esa imaginería militar…
Sí, la imaginería fascista. En ese sentido, Laibach son una gran influencia. Me encanta cómo se apropian de la imaginería de la extrema derecha, creo que es hilarante. Hay algo gozoso en utilizar la propaganda de la extrema derecha. Es una estrategia clásica que se ha usado durante décadas. Lo ha hecho mucha gente. Era una mezcla de la estética de Laibach con la de “Querelle”, la película de Fassbinder, que a su vez se basa en Genet. De hecho, la canción se basa en “Prisoner of Love”, de Jean Genet, que trata de la crisis palestina en los setenta, antes de que se hicieran fundamentalistas. Me parecía natural. Quise conocer a los directores del vídeo, me dijeron que querían hacerlo como “Querelle” y me pareció perfecto, así que acabamos haciendo esa extravagancia homo-erótica. En caso de duda, hazte gay (risas).

Hablando de provocación, vi en una entrevista en Youtube que en tu opinión The Fall son el grupo punk por excelencia. No podría estar más de acuerdo. Es evidente que hay una influencia importante en vuestra música y actitud, y no sólo por la canción que le dedicaste a Mark E. Smith.
Totalmente. Cuando digo que son el grupo punk total, me refiero al punk como un estado mental y una ética. En cuanto a que está conectado con el situacionismo y al dadaísmo, esa filosofía. No sé si has leído “Lipstick Traces” (“Rastros de carmín”) de Greil Marcus.

No…
Pues te lo recomiendo mucho. De todos los libros que he leído sobre la cultura pop, quizá sea el mejor. Se dedica a conectar los puntos entre el dadaísmo y el punk. Tras leer algo así, si ves la trayectoria de un grupo como The Fall, te das cuenta de que es implacablemente individualista. Es realmente una bestia única. Creo que si te metes en The Fall, ya no puedes escuchar a The Clash otra vez. Te liberan de esa basura moralista (risas). No me importa lo que pienses de lo que está bien y lo que está mal, eso no tiene nada que ver con tu expresión personal. Nada. Quiero saber lo jodidamente espantoso que eres por dentro, dónde están tus límites.

Me temo que vivimos en un mundo en el que esos planteamientos de moralina dominan no sólo la música y el arte, sino casi todo.
Creo que la basura de la corrección política y el culto al virtuosismo es básicamente el intento de nuestra cultura de neutralizarse a sí misma, en aras de una especie de cruzada ideológica que yo calificaría de puro solipsismo, para reconstruir el mundo a imagen y semejanza de cierto perfil urbano universitario. Pero el mundo no se ajusta a su imagen, porque es brutal y violento. Si vienes de un entorno de maltrato, es más probable que maltrates a alguien, pero ellos no lo tienen en cuenta. Si vienes de un entorno obrero y tu papá no escribió para The Guardian y cosas así, si has crecido en un ambiente en que no había familia, sino maltrato y pobreza durante generaciones, como la mitad de mi familia, que es del norte de Inglaterra, te toca vivir en un ambiente prácticamente racista. Por otro lado, la otra parte de mi familia son bereberes de las montañas. A mí me ha tocado lidiar con todo esto. Ésa es mi realidad, no una burbuja, aunque conozco extremadamente bien el mundo de la clase media de Londres.

Que es, precisamente, una burbuja.
Esa gente no entiende cómo es la vida real, y por eso tienen esos principios imposibles que nadie puede cumplir. Y llevar eso al arte es cortar la única vía de escape que nos queda, a excepción del deporte, de una vida de banalidad y naderías que se ha instalado sobre ti por poderes que ni ves ni oyes. Sólo hay un buen lugar donde puedes colocar el odio y el maltrato, y es en el arte. Se trata de convertir algo que es odioso en algo que la sociedad pueda usar. Para mí, siempre ha sido una reacción al racismo o al maltrato escolar con los que crecí, cuando me llamaban “paqui” y más cosas. Cada vez que salgo al escenario, esa mierda está en mi cabeza. Y así es el mundo: está lleno de conflicto y de dolor. Cuando hablo con londinenses de veinte años les digo que no tienen ni idea de lo mal que están las cosas ahí fuera. Tres veces me he encontrado con chicas jóvenes universitarias de clase media que me han dicho que la única razón por la que estoy en la industria musical es “porque tengo privilegios de hombre blanco”. Y son personas que saben que soy medio norteafricano y que estuve diez años en el circuito de pubs, es gente que sabe que vivo en una casa donde hay crack. ¿Qué cojones se supone que tengo que hacer? Si te quieres convencer de que cada problema de tu vida se debe a un hombre del saco llamado “patriarcado”, entonces nunca vas a tener respuestas para nada.

Supongo que es una manera de diluir tu responsabilidad.
¿Dónde pones el límite de lo que es tu culpa para echársela a los últimos cuatro mil años de civilización? Nuestra cultura se ha convertido en una orgía de la victimización, tal y como yo lo veo. Y esto está destruyendo la música, la literatura, el cine. Nos está impidiendo expresarnos. Y necesitas de esos tótems para poder explicarte a ti mismo.

Porque el ser humano es muy contradictorio y complicado. A este ritmo, con los estándares que se están imponiendo, supongo que se acabarán cuestionando grandes novelas, por ejemplo. ¿A eso te refieres?
Es que así no se ganan discusiones. Si eres un racista y piensas que los blancos son mejores que los negros por el color de su piel, yo quiero oír esa opinión para poder aplastarla con mi retórica, y cambiar tu punto de vista. No se puede cambiar la opinión de nadie si todos estos temas se guardan con llave en una caja porque están mal vistos. No hace falta recurrir a Freud y la Wikipedia para saber que la represión es mala idea. Vivimos en una era de represión sensorial y gilipolleces que viene de ideólogos de la izquierda que no pueden aceptar esto. Quizá deberíamos dejarnos tanto de políticas transgénero y Me Too y fijarnos en el hecho de que en el norte de Inglaterra nadie ha tenido un puto trabajo decente en treinta y cinco años. Quizá ése sea el problema. Puede que si a los chavales les hicieran leer a Germaine Greer (veterana feminista australiana) cuando tienen trece años, eso haría más por los derechos de las mujeres que el pánico moral imperante. ¿Cómo va a cambiar la denuncia de los abusos emocionales y sexuales de estrellas de Hollywood las vidas de las mujeres de clase trabajadora que no pueden permitirse perder el trabajo o hablar? De nuevo, una gente a salvo en el tejado y al resto que le den, que para eso son idiotas que votaron por el Brexit o a Trump. Es una ola de hipocresía increíble.

Además, esto se amplifica a través de los medios.
Sí, porque todos están formados por gente universitaria blanca de clase media que vive en las ciudades. Cuando leo las cosas que ponen, me quedo totalmente lívido.

Viniendo de Inglaterra, ¿cómo de saturado estás con el asunto del Brexit y la politización extrema que se respira?
Probablemente todo de lo que te hablaba es peor allí que aquí. En Estados Unidos e Inglaterra la cosa ha llegado a unos extremos…vamos, que yo no quiero seguir viviendo allí, porque no tengo estómago para aguantarlo. Lo desprecio con toda mi alma, odio a estos putos hipócritas que están en todas partes: en el pop, en la música alternativa. Y la gente aplaude esta basura. Las canciones que te dicen: “Sé bueno con los migrantes, sé bueno con las mujeres”, venga, no me trates con esa puta condescendencia…

Supongo que de ahí viene el comentario que escribiste contra Idles
Sí. Es muy sintomático que unos idiotas se alineen con todo lo que está mal en nuestra cultura. ¿Dónde está el peligro? ¿Dónde está el riesgo? ¿Dónde está la revelación? Que te den, lo que quiero saber es qué pasa en tu alma. De eso va el blues, por eso Mark E. Smith es un puto icono, porque no lo puedes embridar. Tienes una ventana a ese hombre, a lo bueno y a lo malo. Y sí, Inglaterra está completamente saturada de política. Mi reacción inmediata al Brexit fue de cabreo, porque la generación del baby boom tiene toda la pasta, mientras que nadie de mi entorno tiene una familia ni puede ni siquiera soñar tener una casa. Yo toco para 4.000 personas en el Brixton Academy y luego duermo en el suelo. Ya no hay dinero ahí. Y antes, por lo menos me quedaba la posibilidad de largarme a Madrid o París a vagabundear (risas). La mitad de mi familia votó por irse. Le pregunté a mi madre que por qué. Y me contesta que hay demasiados inmigrantes (risas). Yo le digo: “Madre, tú tuviste tres hijos con un argelino”. Y ella me dice: “Precisamente” (risas). Ése es mi legado.

¿Crees que las letras de este disco son aún más personales que las del anterior, donde el enfoque era más introspectivo?
Llevo ya tiempo intentando quitar capas de ironía y sarcasmo para hacer un retrato más honesto. Cuando empiezas, quieres atizar a la gente con un martillo para que te escuchen, hacer cosas muy provocadoras a un nivel básico. Ahora, cuando conoces a tu oyente un poco, me gusta hacer algo un poquito más difícil, abierto a interpretaciones. Que sea más exigente y que el oyente tenga que hacer parte del trabajo. Por eso me gusta tanto lo que hace Mark E. Smith. ¿De qué está hablando? ¿Está hablando de eso o yo pienso que está hablando de eso? En lugar del sermoneo condescendiente de “sé bueno con los inmigrantes”, que es una puta mierda. Me resulta insultante. Preferiría que hablaran del “poder blanco”, sería más interesante (risas). Porque, en realidad, lo que hacen es como un racismo invertido.

“Lo que quiero saber es qué pasa en tu alma: de eso va el blues. Por eso Mark E. Smith es un puto icono”

¿Crees que alguien como Mark E. Smith es irremplazable?
No veremos a nadie igual. El contexto es muy diferente. Creo que sí se puede volver a hacer música interesante. La música es importante como ritual. Yo la veo casi como un elemento religioso. No crecí en un entorno religioso, mi padre no era un musulmán practicante, pero el arte me interesó desde que era muy joven. El problema es que la práctica religiosa, y cómo te relacionas con la gente, tiene un valor. Y el arte puede sustituir esa catarsis de masas. La gente puede tratar sus problemas a través de la música. Pero, ¿habrá otro Mark E. Smith? No. Todo podría ir a peor y que no volvamos a ver a personajes de este tipo nunca más, sin duda.

Para terminar: Me pregunto qué ha supuesto para vosotros fichar por un sello como Domino, y cómo ves el momento de la industria musical, aunque ya me has dado alguna pista...
Básicamnte la única manera de que alcance una estabilidad financiera en mi vida, y lo mismo que yo se puede aplicar a mucha gente con la que trabajo, es con de manera milagrosa, nuestra música aparezca en un anuncio de coches o de un banco, o de la petrolera Shell (risas). Lo de Spotify es criminal. Ni siquiera nosotros tenemos una cuenta gratuita. Mi hermano les envió un correo electrónico: “Tenemos como diez millones de reproducciones y no nos ha llegado ni un puto duro, somos pobres, ¿podemos tenerlo gratis?” Y creo que respondieron riéndose (risas). Joder, al menos dádnoslo gratis. Yo tengo Spotify porque no tengo discos. He estado girando durante años, no tenía dónde guardarlos. Y pago 120 libras al año, que es probablemente lo mismo que ellos me pagan por mi música (risas). Mi opinión sobre esto es que ojalá hubiera nacido un poco antes y hubiera tenido un grupo de éxito en los noventa que me hubiera permitido, quizá, comprarme un apartamento. Todo lo que deseo en la vida es tener un sitio que sea mío para hacer arte, pero probablemente nunca llegue a concretarse. La parte buena de todo esto es que, como es tan duro, la única gente que va a quedar haciéndolo es la que lo quiere hacer de veras. Te libras de todos los posturitas y las gilipolleces.

 

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