En la senda de Dios
Entrevistas / Wovenhand

En la senda de Dios

Toni Castarnado — 17-02-2009
Fotografía — Archivo

Muchas cosas deberían cambiar para que servidor pisase una iglesia. Quizás si las misas las oficiase alguien como David Eugene Edwards se me vería allí los domingos. Y qué decir si encima sonase “Ten Stones” (Sounds Familyre/Popstock!), el nuevo disco de Woven Hand.

Casi una plegaria fue la actuación en el festival Primavera Club de David Eugene Edwards al frente de Woven Hand. El motivo de su visita era la edición de “Ten Stones”, servido en bandeja de plata para nuestro disfrute. Era viernes y el Auditori del Fòrum barcelonés quedó bendecido para el resto del próximo año.

"Dios es quien nos marca el camino con el poder de su creación, la creación de nosotros mismos, del mundo"

“Dios es quien nos marca el camino con el poder de su creación, la creación de nosotros mismos, del mundo. Él es quien marca que nuestra vida sea satisfactoria. Es un consuelo saber que nos controla allí dónde estemos, que nos protege. Nuestra relación con él es lo que sustenta todo lo demás. Nuestros impulsos, nuestra relación con las mujeres, el alcohol, la televisión, y no sólo en el sentido espiritual. La relación entre personas, entre unos y otros, no se puede separar de mi compromiso con él. La religión no deja de ser la tradición del hombre y eso marca las diferencias entre unos y otros. Si investigas, hay muchas tradiciones muy interesantes, algunas incluso en desarrollo constante, pero al final es Dios quien controla las normas de esas tradiciones”.
Tras “Mosaic”, obra radical con idas y venidas a distintos universos, “Ten Stones” funciona de modo más compacto, tan compacto como un gran bloque de hielo. “Muchas de esas canciones se grabaron en pocas tomas. Un disco nunca va a ser lo mismo que el directo, ya que ese es el momento más visceral que puede alcanzar uno como músico. Aún así, hemos intentado acercarnos lo máximo posible a eso. Hemos grabado de forma sencilla, en un dos pistas, y con mucha gente aportando sonidos. Tras diez años grabando en los mismos estudios de Colorado, nos hemos trasladado a Filadelfia para cambiar hábitos, espacios, y sentir de nuevo la necesidad de experimentar. En Colorado podía pasarme un año si era necesario metido en un disco, lo cual crea una especie de obsesión, de psicosis. Y esta vez queríamos estar en un estudio con unos plazos marcados, vivir la presión de unos plazos para pensar y actuar más rápido. ‘Ten Stones’ es el resultado. Diez ideas, diez visiones pesadas como una piedra, cada una con un significado, una historia propia y viva. Una refleja la paciencia, otra el deseo. Las iglesias, la gente, la atmósfera, todo eso son piedras diferentes entre si, pero que, juntas, dan forma a la tierra, o a la vida si hablamos en términos más globales o espirituales”.
Hay que ver entonces cómo encaja en ese pelotón de canciones su adaptación del “Quiet Night Of Quiet Stars” de Antonio Carlos Jobim. “En cada disco hago una versión distinta. De hecho, me gusta hacer siempre una que le guste a mi mujer. Un amigo noruego me descubrió la canción y realmente es una pieza de bossanova muy bonita”. Un tema que no suele aparecer en los discos de Woven Hand es la política, aunque Edwards no deja pasar la oportunidad de expresar su opinión con respecto al panorama general que se está viviendo en estos momentos, sobre todo atendiendo al peso de su país en todos los asuntos que nos atañen. “Personalmente no creo en el cambio. La gente que controla el mundo, no sólo en América, no entienden las cosas de otra forma. Todo el mundo quiere lo mismo, el control y el dinero, y así nunca habrá trato. Parece que Obama sabe lo que quiere, que tiene las ideas claras y que el pueblo cree en él, pero no confío demasiado en los cambios. Hay que escuchar lo que la gente dice, lo que opina, entender los puntos de vista religiosos, ver cómo se comportan los cristianos, porque al final todos somos iguales, aunque en realidad nunca sea así. En todo caso, Obama me gusta como persona, me da buenas vibraciones, pero no creo en el cambio. Ni en América, ni en el mundo”.

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