El resurgir de Nueva York
Entrevistas / Liars

El resurgir de Nueva York

Joan S. Luna — 31-10-2002
Fotografía — Archivo

Aunque les vean en portada, sepan que Liars no resultan ser un grupo para vender millones de discos (entre otras cosas, ni son guapos, ni sus temas entran con facilidad). Los cuatro chicos neoyorquinos de adopción que se esconden tras ese nombre lo tienen claro y, por ello, prefieren ser ellos mismos, manejar a su antojo la creatividad que amagan en su interior y componer una banda sonora inquieta y arrebatadora. De momento, en “They Threw Us All In A Trench And Stuck A Monument On Top” (Blast First/Mute/Everlasting, 02) se lo explican a todo aquel que quiera escucharlo.

New York, New York

Al margen de víctima de los acontecimientos que todos conocemos, y a los que no volveremos a referirnos aquí, Nueva York es también otra ciudad. Otra ciudad porque en sus calles ha hervido durante décadas el underground, la creatividad se ha paseado por los barrios más y menos acomodados y sus músicos han luchado por diferenciar su arte del facturado en cualquier otro punto del planeta. Y esa es la ciudad que nos interesa (para ampliar la información, mejor se dirigen directamente al artículo adjunto), la de la No Wave, la de Warhol o la Velvet, la de DNA o Sonic Youth, aunque también la de Moby, los Ramones o los Strokes, esa ciudad que jamás ha hecho borrón y cuenta nueva y en la que viven Liars, nuestros protagonistas de este mes. Puedes encontrarles en Brooklyn, supongo que en algún local de ensayo mugriento y mal insonorizado, o en las estanterías de todo el mundo, desplegando sus inquietudes en “They Threw Us All In A Trench And Stuck A Monument On Top”, un disco que ha pasado por más manos que un Blandiblub.

“Estamos un poco hartos de esos tópicos del rock y de las guitarras”

A lo largo de su minutaje nos descubren hasta qué punto llegan sus inquietudes, y lo hacen con un discurso efectivo, incómodo, sexualmente rítmico y sorprendente. Todas sus ideas fluyen hacia una visceralidad y una crispación física que les aleja de las bandas neoyorquinas más populares de la actualidad. Su oscuridad es distinta a la de Interpol, su forma de entender el rock dista océanos de The Strokes, su compromiso con la electrónica nada tiene que ver con los deslices mainstream de Moby. Liars beben del post-punk, reconducen el hardcore de unos Les Savy Fav o Q And Not U, saben batir en una misma pieza a las míticas ESG y a Sonic Youth (en “Tumbling Walls Buried Me In The Debris With ESG” samplean su clásico “UFO” y le plantan un pellizco del “Bull In The Heather” de Gordon, Moore y cía como contrapunto), abrazan la herencia ochentas del funk-punk de P.I.L., Gang Of Four o A Certain Ratio a base de causticidad y de una carga sexual que consiguen dejando que bajo y batería se explayen, permitiendo que las guitarras de Aaron Hempell se recreen por encima (así componen la inquietante “Loose Nuts On The Veladrome”, una de las grandes favoritas) y dando vía libre a los textos surrealistas del alto y australiano frontman, Angus Andrew. Casi nada. Si a eso le unimos unas buenas dosis de ironía (atiendan al título del disco o al de cualquiera de sus canciones) y una inteligencia que no pretende pasar por intelectual, damos con lo que precisamente tenemos entre manos. Por eso recomendamos su álbum de debut, aún a sabiendas de que no se trata de un producto de fácil consumo. Las creaciones de Liars requieren escuchas y tiempo, sólo así se crecen y se disfrutan. Porque tras los gritos iniciales de “Can you hear us?, can you hear us?...” en “Grown Men Don´t Fall In The River, Just Like That”, nada volverá a ser igual. Aunque mejor empecemos por dónde se debe.

Roots, Bloody Roots

Hace unos años, el sello estadounidense Caulfield, al que debemos descubrimientos tan excitantes como los de Mineral o Christie Front Drive –ambas formaciones básicas para entender el emo de los noventa-, se dignaba a publicar álbumes de dos bandas procedentes de la escena indie estadounidense, marcando sin imaginarlo el punto de partida de Liars. Por un lado, en su seno verían la luz “Boy White City” y “Fade Machine Fade Magazine”, los dos largos de Opium Taylor, una irregular formación que combinaba el sonido arisco de Dischord con el legado de Sonic Youth, pero que se quedó en muy poca cosa (sus discos son auténticos highlights de la segunda mano estadounidense). Allí militaba Pat Noecker, con quien hablaremos un poco después y que también colaboró en proyectos underground como Floating Opera o Uretra Franklin. Eso sí, ahora prefiere que le conozcamos como Pat Nature. Por el otro, la misma discográfica acogió a Mercy Rule, un combo indie-hardcore con vocalista femenina, después de que les largasen de la multinacional en la que editaron “God Protect Fools” y “Providence”, sin apenas conseguir relevancia.

“Si el disco te ha sonado crudo hemos conseguido una parte de lo que buscábamos”

“Fat Black Chronicles” supuso el final de su trayectoria. Su batería era Ron Albertson. Como sería de esperar, los grupos de Caulfield compartían cartel en giras y festivales varios por los Estados Unidos, consiguiendo que Noecker y Albertson coincidiesen, intercambiasen ideas sobre el futuro y sobre sus ambiciones musicales. Si atienden ustedes al hecho de que fuesen un bajista y un batería quienes trabasen amistad, entenderán con mayor facilidad el porqué del sonido actual de Liars. De aquella relación nació el embrión del grupo que ocupa este mes nuestra portada. A ambos se les unieron Angus Andrew (vocalista) y Aaron Hempell (guitarrista y procedente de grupos punk como Phil´s Throne o Viral Index, menos populares aún que las aventuras de sus compañeros), unos buenos años más jóvenes que ellos. Una vez ajustada la maquinaria y aposentados definitivamente en Nueva York, Liars debutan en directo a mediados de enero del 2001. Unas semanas más tarde, Charles Maggio, propietario de Gern Blandsten, les descubre gracias a los consejos de uno de los músicos de su escudería. Tras asistir a una de sus actuaciones, decide ficharles y cerrar un contrato para editar su primer disco en condiciones. Para completarlo acuden a un productor de prestigio capaz de entender su propuesta, el elegido será Steve Revitte, quien había trabajado con Beastie Boys, Jon Spencer, D-Generation o Antarctica. Ahí empieza todo, aunque tendremos que esperar a que Paul Smith de Blast First acudiese a otro concierto para que decidiese birlárselos al pequeño sello independiente de New Jersey (que hasta el momento había vendido unas tres mil quinientas copias del álbum). Sin comerlo ni beberlo, Liars iban a acabar en manos de un sello en el que habían publicado Dinosaur Jr. o Sonic Youth, y eso sólo tres meses después de publicar “They Threw Us All In A Trench And Stuck A Monument On Top” en Gern Blandsten. Se remezcla el trabajo completo y les tenemos ya por aquí formando parte de la escudería Blast First/Mute.

Vamos a escuchar mentiras

Para empezar, lo que más llama la atención es cómo Liars exprimen al máximo su rítmica, dando forma a bases que, sin ser el colmo de la complejidad, funcionan a la perfección. Sólo que suenan muy humanas, regurgitadas desde lo más profundo de sus entrañas y sin la rigidez de la electrónica (ni siquiera cuando acuden a bombos digitales disparados a toda velocidad como los de “Nothing Is Ever Lost Or Can Be Lost My Science Friend”). Muy groove. Contesta Pat Nature vía telefónica. “Está claro que buscamos el beat. Para nosotros es lo más importante. Si tienes un ritmo interesante, lo tienes casi todo. Puedes hacer lo que quieras encima, lanzar tazas de café por las paredes y grabar su sonido para añadirlo, porque el conjunto seguirá sonando bien. Si le dedicas a un ritmo el tiempo que requiere ya tienes parte de la guerra ganada, además es la mejor forma que conocemos de trabajar es empezar por el ritmo y a partir de ahí ir añadiendo los restantes elementos a esa base. Algunos artistas empiezan a trabajar a partir de las melodías, nosotros preferimos crear a partir del ritmo. Es lamentable ver que, en un montón de bandas, los bajistas no hacen más que repetirse una y mil veces. Eso no ocurre con nosotros porque sabemos la importancia que tiene el bajo y la batería en nuestro concepto, así que empezamos por ahí y después colocamos las guitarras en

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