AL GRANO
Entrevistas / Pi Lt

AL GRANO

Aritza Basterretxea — 29-10-1999
Fotografía — Archivo

Bajo el escueto título de «3» (Hiru) llega el nuevo trabajo de los vizcaínos PLT, un intento deliberado de simplificar sus canciones, dotándolas de una inmediatez que quizá no lograron con su infravalorado «Denbora», y que les aproxima a maestros internacionales de la crudeza, como Helmet, Senser, Kyuss... aunque eso sí, con grandes dosis de melodía flotando a lo largo de sus composiciones. PILT se formaron en Mungia (Bizkaia) a principios de década, con una afinidad por los sonidos duros que practicaban las bandas metaleras que dominaban por aquel entonces (Faith No More, Soundgarden, Clawfinger...), pero con una amplitud de miras musicales que iba mucho más allá. El año clave para la banda fue 1995, en el que, tras ganar el concurso de maquetas de la emisora Euskadi Gaztea, ascendieron imparablemente, teloneando a bandas como Teenage Fanclub y Buffalo Tom, y a sus venerados Clawfinger obteniendo cierta repercusión a nivel local. Pero lo que proyectaría a Rafa (voz, guitarra), Txarli (bajo), Aitor (teclados, voz) y Sampe (batería) a un reconocimento masivo fue, directo aparte, su aclamado single «Hil Da Jainkoa», que apareció en su disco homónimo de debut («PLT», Esan Ozenki, 96), canción que todavía es un himno en sus conciertos. Rafa valora la importancia de un single para una banda. «Un single es muy importante: tener una canción que sea radiable o vendible en los medios de comunicación. Hay gente que no le da tanta importancia, porque se mueve en otro tipo de circuitos». Lo cierto es que para ellos fue una llave que les abrió la difícil puerta de ser reconocidos no ya en Euskadi, sino en todo el estado, algo casi utópico para la mayoría de las bandas que cantan en euskera. «La gente tiene prejuicios sobre la música que no es en su idioma, y pasa con todos menos con el inglés. Es un poco hipócrita, porque no se dan cuenta que ese idioma también les es ajeno». El sonido que desplegaba la banda por aquel entonces se movía, como hemos dicho, por terrenos metaleros de riffs poderosos, con canciones abrasivas, y letras de denuncia a todos los niveles, pero especialmente social. Sin ser un disco menor, su primer trabajo sí adolecía de uniformidad, con lo que la banda se vio obligada a ponerse las pilas para componer su segundo disco («Denbora», Esan Ozenki, 98), más ambicioso artísticamente hablando, más elaborado, y eso sí, sin un nuevo «Hil Da Jainkoa». El metal in your face de su primer álbum, se moduló en este segundo a su antojo, para oscilar entre temas más densos, más pausados o más duros, pero siempre más trabajados y experimentales que su predecesor. Sin embargo, el disco pasó algo desapercibido para el público -no tanto para la prensa, que sí apreció el afán innovador de este álbum-. Resultado: ventas discretas, buenas críticas. ¿Motivos? «La gente quizá esperaba otro «Hil Da Jainkoa», cosa de la que huíamos. Además, los segundos discos suelen ser de punto de inflexión, un poco de bache. Yo creo que tuvo menos repercusión porque la gente esperaba otra cosa (...) De hecho, este disco tuvo menos repercusión a nivel de medios, sobre todo de radios, y se notó en las ventas. Sin más, tampoco le dimos mucha importancia». Pese a ello, no se puede pasar por alto el hecho de que dentro del panorama metálico estatal, que cuenta con buenas bandas, como Hamlet, Ktulu, Freak XXI, Brutal Thin, Koma... PLT tienen su hueco y, es que pese al handicap («es un handicap de la sociedad», dice Rafa) de cantar en una lengua extraña para la mayoría, tienen seguidores en todo el estado. Y llegamos a 1999. Tras un duro trabajo total de cuatro meses han grabado en los estudios Tío Pete de Urduliz (Bizkaia) y contando con la inestimable ayuda de su coproductor habitual José Lastra, su tercer disco, bajo el lacónico título de «3» («Hiru» en euskera). El resultado, recién salido del estudio, y tras una breve escucha, ha sido una vuelta intencionada a canciones más cortas, más directas y más crudas, aderezadas de claras melodías, que colisionan frontalmente con las tendencias predominantes en el metal moderno (aunque, ¿cómo definir el metal en los ¿noventa??): sonido brutal, scratches, samplings, fusión sin límites, guitarras estratosféricas... pero, ¿y las canciones? (Hablamos de Korn, Limp Bizkit, Coal Chamber...). PLT sí ha trabajado «en canciones que se pueden tocar y cantar con una guitarra acústica (en cuanto a las citadas bandas) lo que pierden por un lado, lo ganan por otro. Esa gente me parecen grupazos. A nivel melódico no tienen tanto jugo, pero a nivel instrumental son la hostia». En definitiva, este trabajo busca la simplicidad de los atronadores riffs de Rafa («Zuloa»), la potencia de la base rítmica («Errautsak», «Segundu Bat») y la presencia constante de melodías diáfanas, aderezadas con el toque especial y sugerente que en el sonido PLT aportan los teclados. Desde Euskadi nos llega esta innovadora descarga de metal, uno de los primeros grupos vascos dentro del género que importó sonidos anglosajones y los dotó de su personalidad. «Pioneros es mucho decir. Siempre ha habido bandas que han arriesgado: BAP, o los mismos M-Ak. No creo que hayamos sido los primeros, quizá los que más repercusión hemos tenido».

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