Podría decirse que ya hay demasiados libros sobre este asunto. La Ruta Valenciana no tenía quien la escribiera hasta que empezó a escribirla todo quisque. Algunos muy bien, otros no tanto. Pero este libro alberga dos particularidades que lo hacen necesario para quien aún tenga ganas de sumergirse en un fenómeno que pasó de ser anatema a convertirse en venerado dogma, al menos a ojos de generaciones que no lo vivieron de primera mano. La primera es que se trata de la primera aproximación académica, escrita desde el ámbito universitario. De hecho, no tuve noticia de él hasta que el propio autor me escribió. La segunda, que extiende su radio de acción a la escena madrileña (la de los noventa y la de ahora) y que dedica un pertinente espacio al brote del remember, a las celebraciones nostálgicas de culto neobakala que han surgido en las dos últimas décadas al albur de las redes sociales. Y ojo, que no es lo mismo bacala, que bakala o vakala: la triple diferenciación – en su sucesiva cronología, en el vestir, en su extracción social – es detallada en este libro porque, a diferencia de trabajos anteriores, cifra gran parte del relato en el testimonio de su clientela, y no en el de los DJs, promotores, programadores, músicos o periodistas. Esa es otra nota diferencial.
Por lo demás, sus más de 300 páginas solventan apañadamente el tránsito de la tesis doctoral al ensayo para el público generalista (si no proviene de ahí, lo parece, o al menos conserva gran parte de los rasgos de un texto de esa naturaleza) y aporta interesantes perspectivas sociales, políticas y económicas – la relación con el boom inmobiliario que estalla en 2008 es completísima – sobre el fenómeno y sus réplicas en el tiempo (especialmente importante me parece la diferenciación entre nostalgia y memoria en su tramo final), aunque no se libre de algunos lugares comunes como la innecesaria (y manida) comparación con la movida madrileña o el excesivo protagonismo que se le otorga a un PSOE que apostó por encumbrar el brote capitalino para luego demonizar el levantino: una explicación, a mi entender, que peca de simplista, y que además siempre ha alimentado el socorrido (y tan poco productivo) victimismo local.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.