The Haçienda: Cómo no dirigir un club
Libros / Peter Hook

The Haçienda: Cómo no dirigir un club

7 / 10
Fernando Fuentes — 01-04-2019
Empresa — Contra

Tras quince libros dedicados a ahondar en los gozos y las sombras del mítico y mancuniano club The Haçienda recibimos esta nueva entrega firmada por Peter Hook, uno de sus dueños, además del celebérrimo e icónico bajista y fundador de Joy Divison y New Order. Hooky, en este tercer tomo al dictado, dispara a modo de chascarrillo masivo un extenso e intenso anecdotario, entre sabroso, inconexo y delirante, en el que todo exhala una emocionante/cansina sensación de monumental resaca. Aquí todo es música, éxtasis y alcohol. En su narración Peter Hook ataca, sobre todo y duramente, a la incompetencia general -ignorancia aderezada por un colocón permanente- que le llevó, junto a sus camaradas, a pasárselo pipa –se pegaron una de las fiestas más largas de la historia contemporánea que se alargó durante más de quince años– mientras la que en aquel momento era la discoteca más importante del planeta se ahogaba entre palés de cocaína y pastillas, balaceras, mafias locales, atracos legales perpetrados por el fisco y un ingente catálogo de gestiones nefastas de toda índole empresarial. Y lo hizo llevándose por delante los cuantiosos ingresos de unos New Order en fulgurante alza que, casi sin saberlo, fueron los principales financiadores de este desmán megalomaníaco, incontrolable y genial.

Lo mejor del tocho, aunque su autor no se explaya demasiado ni con la suficiente profundidad en ello, es comprobar –gracias a los datos que incluye sobre DJ’s, sesiones y canciones pinchadas desde 1983 hasta 1997– que allí se inició lo que se conoce como el clubbing moderno, además de ser la cuna del fascinante Madchester. Entre sus paredes el pop colisionó felizmente con el house y el acid, y ello provocó que la música de baile cambiara para siempre. También es de alabar la estupenda edición y traducción del volumen. Parece que Hook –al más puro estilo abuelo cebolleta– te habla al oído, a modo de confesiones balbuceantes a las cinco de la mañana, pintando rayas sobre misma la barra del Dry. Y quizá lo mejor, por divertido y bien relatado, es el capítulo en el que el barbado músico cuenta sus disparatadas aventuras –más bien, desventuras– en la jipiosa, amorosa y drogata Ibiza de 1988… un lugar, curiosamente, tan lejos en distancia y cerca, en esencia, del mítico FAC51. Recomendable y jugosa lectura, en todo caso.

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