Música, maestra: Ensayos sobre música y mujeres escritos por mujeres
Libros / Kim Gordon Y Sinéad Gleeson

Música, maestra: Ensayos sobre música y mujeres escritos por mujeres

9 / 10
José de Montfort — 07-12-2022
Empresa — Libros del Kultrum

Sinéad Gleeson y Kim Gordon son las dos editoras de este volumen de ensayos escritos por y sobre mujeres, compuesto por dieciséis textos (dos de los cuales pertenecen a las propias editoras), más un prólogo de Heather Leigh. Aquí se habla de country y rockabilly, pero también de jazz, de acid jazz, de free jazz, de chanson francesa, de rap, de música de vanguardia, de No Wave, de rock, de emo, indie, canciones protesta o grunge. Y se habla, sobre todo, de madres, tías, confidentes, profesoras, tutoras, amigas y novias. Se bucea en la memoria de cada una de las participantes en estos ensayos. Se bucea y se desgrana, porque, como es inevitable, aparecen –a la par– los padres, hermanos y novios; parte de un paisaje que este conjunto de ensayos pretende despejar. Dicho de otra manera: sirve esta invitación a la escritura de música (realizada por las dos editoras) para que cada una de las participantes se dé a rescatar esa figura femenina central para sus vidas, con lo que se consiguen dos objetivos: una cierta catarsis en la mayoría de los casos, y dos: un empoderamiento fortuito (pero también necesario).

Lo interesante, además, de “Música, maestra” es la variedad de constructos formales a través de los que se aborda la música (y las biografías -propias y ajenas), su historia y análisis, y ello le da al conjunto un vuelo precioso, una armonía que no rehúye, empero, la síncopa ni la ruptura sónica, los microuniversos sonoros. Evidenciando con ello (y echando por tierra aquel mantra lejano) de que la música habla por sí misma. Sin nosotros, los que la escuchamos, pensamos, experimentamos y hablamos sobre ella, la música no es más que ruido en un cráter vacío, se nos dice en estos ensayos.

Y es que, de lo que nos damos cuenta aquí, es de que la música es una excusa; o mejor dicho, de que es la música la vértebra, el pilar (o sus escombros) sobre el que nuestras vidas se sostienen, arruinan, dignifican, naufragan o reviven. En definitiva que, como dice Leigh en el prólogo, la música nos conecta “con los recurrentes altibajos de nuestra existencia”. Y este reconocimiento es, sin duda, el valor mayor de este conjunto de ensayos, en los que el yo biográfico se vincula al yo colectivo del ritmo, la melodía, las letras, el compás, el compañerismo y el amor (o la rabia).

Aquí se reivindican cantantes y compositoras menos conocidas (Yoshimi Yokota) o enigmáticas (Wendy Carlos) y otras malogradas (Lhasa), pero también figuras totémicas como Ella Fitzgerald o Wanda Jackson. Se analiza, asimismo, el fenómeno fan, la historia de los sellos discográficos (Subpop) o se ensalza la idea del recopilatorio y el listado musical como base para la memoria y los afectos.

El canto como terror o poema liberador, la escucha como apacible bálsamo o iracunda provocación. Pero, sobre todo, la música como reconocimiento y conexión entre seres humanos, como vínculo emocional potente e indestructible (y fuertemente misterioso) es lo que nos ofrece “Música, maestra”. Una(s) música(s) sublimes, con voz de mujer, que nos recuerdan que las músicas también las escriben (y francamente muy bien) las mujeres. Y ojalá que cunda el ejemplo.

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