Loquillo. Biografía Oficial
Libros / Felipe Cabrerizo

Loquillo. Biografía Oficial

7 / 10
José de Montfort — 31-08-2022
Empresa — Ediciones B

No es que a la carrera y a la historia personal de Loquillo le falte bibliografía, pues el propio Loquillo ha publicado cuatro novelas autobiográficas (“El chico de la bomba”, “Barcelona ciudad”, “En las calles de Madrid” y “Chanel, cocaína y Dom Perignon”), Susana Koska, compañera del Loco, se ocupó en 1992 de escribir un libro monográfico sobre Loquillo y Los Trogloditas (titulado así), Jordi García y Miguel Pérez editaron en 2012 “Loquillo. Rock And Roll Star”, y existen los dos libros de Sabino Méndez (“Corre, rocker. Crónica personal de los ochenta” y “Hotel Tierra. Un dietario”, ambos publicados en Anagrama Editorial) sobre la primera etapa del cantante del Clot. Asimismo, dos momentos claves de la carrera de Loquillo quedan retratados en sendos libros monográficos: “Cuando fuimos los mejores” (Quarentena, 14), libro coordinado por Mariano Muniesa, y "Balmoral. Loquillo, por un instante, la eternidad" (Efe Eme, 2020), de Javier Escorzo. Amen de lo cual existen dos libros de entrevistas con el cantante, “Un alto en el camino. Conversaciones con Loquillo” (Zona de Obras, 01), de Juan Puchades, y “El hijo de nadie” (Ediciones B, 14), de Luis Hidalgo. Y todavía el propio intérprete se ocupó de dar una visión subjetiva de su carrera en el documental “Leyenda Urbana” (08), bajo la dirección de Carles Prats.

Todo esto para decir que sabemos muchas cosas de Loquillo, algunas contadas por él mismo y otras contadas por otros, pero nos faltaba una visión de conjunto, alguien que viniera a poner en su lugar todas las piezas del puzzle. Esto es lo que ha hecho Felipe Cabrerizo, en un texto que conjuga armoniosamente el dato con la emoción, y la reflexión con el contexto. El mejor elogio que se le puede hacer a esta biografía, sin embargo, es su ecuanimidad. Mas que ser objetivo, Cabrerizo intenta ser justo.

Y no es un trabajo fácil el que tenía entre las manos Cabrerizo, ya que hacer accesible, dotando a la historia de una narración ágil, sin aturdir al lector con cifras o fechas, con nombres o hechos, a la vez que ofrece las claves del personaje biografiado, y ello sin caer en la complacencia, la hagiografía o el ajuste de cuentas… En definitiva, que el balance que encuentra Cabrerizo es grato para el lector y justo con el personaje. Y ello gracias a que no se demora en pasajes irrelevantes o en detalles menores, sino que anida (desde el principio) en el tuétano de la historia y dota de significado a cada uno de los fragmentos que, hasta ahora, pululaban cada uno perdido en su galaxia; que les da un sentido teleológico, vaya.

Para ello, se nutre no solo de la bibliografía ya mentada al principio, sino que realiza una prolija labor archivística de desbroce y acaba de dotar de sentido al conjunto con entrevistas realizadas al Loco entre 2018 y 2021. Esto es: no se trata de un mero poner en orden las cosas, sino que les da una perspectiva desde el presente. Así, la mirada, sin dejar de ser poliédrica, es a vista de pájaro, considerando el hecho de que todos y cada de los pasos realizados por Loquillo han sido necesarios para llegar hasta donde hoy está.

Querer es poder

Así, entendemos gracias al libro de Cabrerizo el origen y fundamento de los valores que propugna Loquillo, y que tienen que ver con las lecciones aprendidas de su padre, Santiago, la dureza de un chaval de extrarradio por integrarse en un colegio elitista del centro de la ciudad, su naturaleza “charnega”, el bilingüismo, su pasión por la lectura, su conciencia política y sus tres grandes revelaciones musicales (y una poética) y que marcarán su futuro artístico: el descubrimiento del rock and roll clásico gracias al disco “Rock And Roll Buddy Holly” (publicado por Movieplay en 1970) y las primeras grabaciones de Elvis para Sun Records, una antología de poemas de Dylan Thomas y el documental “Elvis: That’s The Way It Is”. Fundamental para su formación son también las lecciones aprendidas gracias a su práctica del baloncesto, que realizará en el colegio Alpe: “la superación personal, el esfuerzo, la disciplina, el respeto, el automatismo con el que aprender a hacer funcionar el instinto, el trabajo en equipo, cómo suplir las carencias propias confiando en los compañeros y creciendo con ellos”, nos cuenta Cabrerizo. Es de igual importancia que, tras sus primeras actuaciones en la Sala Tabú 78 (una “barra americana”), compuestas mayormente por versiones de clásicos anglosajones, y después de ver en el Palacio de Deportes el festival “Hasta luego, cocodrilo”, que sirve de homenaje a las grandes bandas barcelonesas de los sesentas, al que acude con Carlos Segarra, el hecho de darse cuenta de que se han de hacer canciones que la gente pueda entender y que les hablen de su realidad. Vaya, que el rock se había de hacer en castellano. Al poco, y tras un viaje a Londres, tendrá una iluminación que acabará de marcar su devenir en la industria de la música y la base de su carrera: acepta que la militancia musical estricta es algo sin fundamento, “una condena que obliga a repetir una y otra vez las mismas mecánicas, algo en lo que él no quiere caer”, escribe Cabrerizo.

Las pandillas, el punk-rock y su primer grupo: Los Intocables, con el que grabará un disco para Cúspide, una discográfica de casetes para gasolineras cuyos dueños le habían visto en televisión actuando en playback con Robert Gordon. Ya en este momento, y es algo que será crucial en su carrera, a Loquillo le salvan la picaresca y la osadía, pues monta grupo y repertorio en menos de un mes. Dato nada baladí ya que será determinante en su carrera, y lo que hará que ésta prospere. Pues una de las razones fundamentales para resistir tanto tiempo en la industria de la música tiene que ver con la fe y con la determinación de seguir adelante, cueste lo que cueste. Pero también con el afán por arriesgarse, por no estancarse, por mirar siempre hacia delante.

Loquillo ha sabido no caer en la nostalgia de su éxito masivo en los ochenta con los Troglos, y cuando le ha tocado revisar su repertorio lo ha hecho siempre desde el presente, y adaptándolo a su estado y momento vital. Ha confiado en sí mismo y ha tenido esperanza, la creencia en que su público sabría entenderle. Y así ha sido (aunque, a veces, ha costado más de la cuenta). Pero ello porque ha sido honesto y auténtico, y cuando ha sido necesario dar un bandazo lo ha dado, sin pensarlo dos veces. Ha cometido equivocaciones, por supuesto. Y en su discografía hay discos no menores, pero sí quizá fallidos, o acaso no redondos. Pero ha sabido sacar lecciones de todos los errores y su aprendizaje le ha valido seguir en primera línea de fuego, llenado recintos y llegando al número uno después de la cincuentena. Ha sido paciente, y ha sabido también esperar su momento.

Adaptarse o morir

Además del repaso que hace Felipe Cabrerizo de la discografía de Loquillo (y para cuyo detalle no tenemos espacio aquí) , sirve esta biografía para dar cuenta de la actitud vital del cantante, la del superviviente, aquel que si es necesario hipoteca su casa para sacar adelante una producción discográfica o un documental (lo hará hasta tres veces), un hombre que es consciente de que solo el trabajo duro es la solución y que no sabe lo que son las vacaciones, que pronto se dio cuenta de la música es un negocio que se debe gestionar como una empresa. Cabrerizo lo explica así: “él era él único de su generación que no sabía componer, que no sabía cantar, que no sabía tocar ningún instrumento. Pero también uno de los pocos, muy pocos, que ha sobrevivido”.
Loquillo ha vendido más de tres millones y medio de discos en toda su carrera, ha dado miles de conciertos y sigue en primera línea. Y, ello, porque es consciente, nos dice Cabrerizo “de que gran parte del aura de un cantante viene de su propia leyenda, pero también de que esta siempre contiene una parte de mentira, de que lo que realmente mantiene la maquinaria activa es el esfuerzo”. Esta biografía oficial nos explica precisamente cómo se construye y mantiene una leyenda y, nos hace partícipes, paso a paso, de esa máscara a la que se ha ido amoldando con el tiempo Loquillo, una máscara que muta continuamente sin dejar de ser nunca la misma. La máscara de una rock and roll star, que ya es un clásico incontestable de nuestra música.

 

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