Gordo de Porcelana
Libros / David Pascual (aka Mr. Perfumme)

Gordo de Porcelana

7 / 10
Carlos Pérez de Ziriza — 03-05-2021
Empresa — Planeta | Temas de Hoy

El engranaje promocional de Planeta vende “Gordo de Porcelana” como una especie de versión punk de “Crematorio” de Rafael Chirbes, con el exabrupto arquitectónico vacacional de Marina D’Or como telón de fondo. Y es lógico que así sea, ya que se trata de emplazar un producto que podría resultar algo chocante para el gran público, porque David Pascual, Mr. Perfumme, hasta ahora había ido moviendo sus novelas en editoriales independientes. Pero para quienes conocemos algo ya su obra, el ardid no deja de ser efectista y un pelín reduccionista.

Ojalá que “Gordo de Porcelana” sirva, en cualquier caso, para acercar su irreverente, heterodoxa y descacharrante prosa a un público neófito. El escritor, guionista e ilustrador valenciano no reniega del estilo que ya exprimió en “Saber matar” (Contrabando, 19) o “Una pequeña llama en mitad de un terrible incendio” (Ché Books, 17), transitando entre el surrealismo, la locura y los brotes de una violencia gore muy gráfica (por algo imparte talleres de escritura experimental), que también se plasman en las viñetas de cosecha propia que de cuando en cuando salpican el texto. Pero sí hace que su discurso sea un poco más accesible que en anteriores obras.

Su mayor mérito es atrapar al lector desde las primeras líneas (su agilidad para los diálogos cortos y directos, como en las pelis de Tarantino, es tremenda), logrando esa extraña combinación de repulsión y cariño hacia su protagonista, esa Dolo –trasunto imaginado de la hermana del criminal Antonio Anglès– que arrastra las taras de una familia profundamente desestructurada y disfuncional, y que revela el amargo trasfondo de aquellos años noventa marcados por el sensacionalismo mediático, el crimen de Alcàsser y la corrupción sistémica de cuyos polvos aún arrastramos estos lodos. Y lo hace con un humor bestia pero entrañable, tan certero como la maldición del anuncio de las natillas o aquel brillo –que no se opera– de los ojos de Lola Flores.

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