Génesis. Escena clubber posbacalao en la Comunitat Valenciana (1996-2010)
Libros / Alberto Sola Y Pablo Ferrer

Génesis. Escena clubber posbacalao en la Comunitat Valenciana (1996-2010)

8 / 10
Carlos Pérez de Ziriza — 26-12-2023
Empresa — Editorial Sargantana

La brasa del rollo fallero: no os podéis imaginar – quienes vivís fuera de las comarcas valencianas – lo desesperadamente cansino que puede ser eso, justo por dolorosamente cierto. Dice Marc Martínez (AFFKT) en las páginas de este libro que aquí “todo es efímero, algo intrínseco a nuestra forma de ser”. Las cosas se construyen y luego se queman. Y apenas queda rastro. Esa falta de continuidad es aplicable a cualquier escena musical, a cualquier zona de ocio, a cualquier iniciativa cultural con visos de perdurabilidad. Podríamos citar ejemplos y no terminaríamos. Muy de vez en cuando emerge cierta justicia retrospectiva, pero también a cambio de opacar todo lo que lo circunda. Ha ocurrido – y es estupendo – en los últimos diez años con la llamada Ruta (del bacalao, del bakalao o Destroy, según su fase y su nivel de degradación), mediante varios libros, exposiciones e incluso una serie de ficción, pero no había ningún volumen que contase todo lo que ocurrió luego: la vida tras el paisaje de tierra quemada que dejó la degeneración de aquel circuito de discotecas a su paso. Valencia pasó de ser avanzadilla a ir como un lustro por detrás. Incluso a rebufo de capitales de provincia españolas que siempre fueron mucho más pequeñas. La llamada electrónica inteligente era una anomalía. La escena de clubs, una quimera. Parecía terreno abonado al monocultivo.

Hasta que llegaron – algunos nunca se fueron, como Luis Bonías – tipos como Nacho Marco, Cristian G. Martí, Jesús Ortega, Blanco Añó y Pistolo Eliza, Antonio Albertos H4L 9000 u Óscar Iglesias (promotores, DJs, activistas, relaciones púbicas, a veces todo a la vez en un mismo perfil) y el cambio de paradigma llegó. Lento, con dificultades, primero en forma de raves en descampados y naves industriales abandonadas, luego en viejas discotecas demodé de los años sesenta y setenta, con sus sofás rojos y su ambientación de club de alterne. Eran “los raritos” en su propia tierra, como cuenta Nacho Marco, y al mismo tiempo nadie quería saber de ellos fuera de aquí porque Valencia estaba proscrita. Internet alboreaba, la comunicación aún se hacía fundamentalmente con flyers. Nacieron salas, discotecas (Le Club marcó una época), festivales como el añorado Observatori (que en cierto modo seguían la estela del Sónar) y decenas de lugares donde poder escuchar y bailar en comunidad drum’n’bass, electroclash, progressive house, minimal, trance y muchas otras músicas que ya no tenían nada que ver con el machacón techno de encefalograma plano, el mascachapeo o las cantaditas. Un tránsito complicado: cuenta el DJ Víctor Fletcher cómo Caco Monsell, uno de los propietarios de Barraca, se echaba las manos a la cabeza la primera vez que escuchó “Out of Control” de los Chemical Brothers en su sala. Eclosionó por fin el clubbing valenciano. Y lo bueno – el reverso positivo de la eterna analogía fallera, también hay que sacar pecho cuando procede – es que lo hizo con el mismo sesgo interclasista y desprejuiciado que había imperado veinte años antes.

Todo esto lo condensan extraordinariamente bien Pablo Ferrer y Alberto Sola, quienes lo vivieron de primera mano (fueron parte de todo) y han tenido la virtud de enhebrar una estupenda historia oral, con los testimonios de casi cincuenta protagonistas (hay cierto y lógico pavoneo pero también autocrítica, según los casos, es lo que tiene el formato), una mirada que se amplía a la escena de clubs de Castellón y Alicante (el Metro Dance Club de Bigastro) y reserva un capítulo destacado al papel de las tiendas de discos que surtían de material. Un libro esencial, con una edición y un diseño intachables, para quien quiera entender una parte importante en la evolución de la música electrónica en nuestro país.

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